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La visita de un pionero

  • Gloria Guerrero
  • 15 octubre, 1981

De regreso en Buenos Aires, Santaolalla repasa su experiencia en Los Angeles. El reportaje de Gloria Guerrero, para la Revista Humor Nro.69.

Sí, tiene el pelo cortito y la barba afeitada. Ni los más fervientes admiradores de Arco Iris reconocerían hoy a este Gustavo Santolalla que camina por Buenos Aires luego de casi cuatro años de trabajar en Los Angeles. Un pionero de la música argentina que en 1981, sin gurúes ni ponchos, ni new wave, triunfa en los EE.UU. con su excelente grupo Wet Picnic. Vino sólo por dos semanas. Cuando ustedes lean esto, ya se habrá ido. Pero no podíamos desaprovechar la oportunidad de averiguar muchas cosas. Y vaya cómo las dijo…

En general odio los reportajes en los que se habla de hechos cronológicos, o aquellas historias meramente informativas, pero en tu caso no me queda otra. ¿Te aburriría demasiado contarme qué hiciste en cuatro años de ausencia?

No, porque mi trabajo estuvo siempre ligado a experiencias de vida, y cada cosa que yo hice artísticamente en este tiempo tiene que ver con mi crecimiento…

¿Por que te fuiste de la Argentina?

Me fui porque ya no aguantaba más, como mucha otra gente que piensa igual pero todavía no se decide. Yo agarré, y me fui. Nunca me banqué la censura ni tener que llegar al punto de autocensurarme. Porque mi límite creativo no me lo imponía yo, sino otras personas. Me harté de los problemas económicos… Y para el tipo de música que yo quiero hacer hay sólo dos lugares que sirven, y ya conocía a los dos: Inglaterra y Estados Unidos. Pero en este último tenía menos problemas para lograr la residencia. Y entre New York y Los Angeles elegí L.A. porque era más «liviana» para empezar.

Y más creativa, según dicen…

No te creas. La prueba está en que ahora voy a mudarme a New York…

¿Qué te llevaste de aquí como muestra de tu trabajo?

Me llevé un demo, una cinta como carta de presentación. La grabé acá con músicos argentinos, y la mezclé en EE.UU. Era una onda rock-folklore, como la que había hecho siempre, pero más elaborada. Y a los quince días de llegar conocí gente de la grabadora WEA, y se enloquecieron con mi cinta… Yo no lo podía creer. Pero allá un contrató no es nada fácil, demora a veces casi nueve meses…

De todas formas, estaban todos tan copados, que mi abogado pasó a ser nada menos que John Eastman, el hermano de Linda Eastman, también abogado de Paul McCartney, Steve McQueen…. es una bestia. Pero la WEA cortó él presupuesto, mi contrato cayó en la volteada, me dijeron «aguantate un tiempo, que lo tuyo sale», pero mientras yo esperaba me entré a desilusionar con la escena musical de Los Angeles.

¿En qué sentido?

Para mí, el rock siempre fue una fuerza de cambio, siempre excedió lo meramente musical, y nunca lo vi como una cuestión «concebida» para negocio. Que daba plata, era otro asunto, pero no estaba concebido para eso. Y todo lo que yo veía que allá sobresalía en los charts eran cosas como Journey, Boston, Kansas, que son una basura, negociantes, sin propuestas musicales que valieran la pena. Entonces me empecé a interesar por la nueva música, me empecé a informar de actividades que hasta entonces me habían pasado por el costado. Es difícil contarte experiencias que viví allá; es,complicado transportarlas a este contexto. Por ejemplo, yo jamás le había dado bola a Bruce Springsteen, pero allá me volvió loco. Es lo máximo que vi en mi vida. Por desgracia me perdí a los Sex Pistols, pero vi a los Motels, que me reventaron la cabeza cuando aún no eran nadie. Me di el lujo de tocar la misma noche que ellos en un boliche, cuando ya eran famosos, y tocaron muy mal. Marta, la cantante, vino y me dijo «You can come and shit on us every time you want», como diciendo que mi grupo los había hecho m… Y en el reportaje que les hizo «Pelo» habló de nosotros… La cuestión es que empecé a escuchar a todos estos grupos, y a interesarme por todos aquellos que otra vez producían algo «disturbante», una nueva propuesta. Y dentro de eso, tenés ahora bien dividido lo que sería «música moderna» y «punks».

¿Qué música moderna? ¿La new wave?

Esa es una palabra que nosotros odiamos. La manosearon tanto… Sólo la usan las grabadoras para vender sus discos.

¿Y qué nombre le han puesto ustedes?

Simplemente «modern music», o «rock». A nosotros nos pusieron «modern noise» (risas), porque hacemos «ruido moderno».

¿Por qué cambiaste tanto tu aspecto, el pelo tan largo, la barba? ¿Eran las reglas del juego?

No tenía más sentido tener ese look (señala una foto de Charly García que cuelga en mi cuarto). Porque allá ¿sabés quien lleva ese look? La gente que todavía vive en los ’60. Pero estamos viviendo en 1981. Acá todavía se justifica, porque al andar así te puede parar la policía y llevarte en cana, y por eso a mí me encantaba el pelo largo, porque representábamos un «elemento de cambio». Y allá, los que hacen modern music tienen más o menos la pinta que vos me ves ahora. Ya pasé por varias, hasta llegué a tener un mechón teñido…

¿¿??

Es que allá podés hacer lo-que-se-te-canta, todo lo que quieras. Eso por un lado mata, y por otro lado te pone en una situación de alerta, porque ya nadie te fija límites, sino que tenés que fijártelos vos mismo. ¿A quién no le gusta probar todo alguna vez? Por eso tenés que tener el doble de cuidado.

Te ves obligado a madurar en diez minutos…

Claro, porque tocás todos los extremos, y más aún a nivel artístico. Es imprescindible que seas original. Y más vale que seas bueno, porque si no te pasan por encima.

Y en todo ese tiempo que esperabas el contrato con WEA ¿cambió tu forma de ver la música?

Sí, mi cinta dejó de parecer tan linda. Me conecté con un sello chico pero importante que se llama Fatima Records, y ellos editarán mi primer disco el mes que viene. Prefiero hacer las cosas así y no meterme con los «dinosaurios», como llamamos a las grandes compañías, que son «enormes y viejas». Nos distribuirá Jem, que es magnífica.

¿Cómo encontraste a tus músicos?

Por avisos; allá es muy común. Yo estaba con Anibal Kerpel, el tecladista argentino, y nos juntamos con Rob Brill en batería y Laurie Buhne en bajo. Con esta formación grabamos algunas bandas del LP «Pensar en nada» de León. Yo tenía muy metida adentro mi experiencia con Arco Iris y Soluna, que fueron colas muy «heavy» y con las que había logrado que la gente de mi país me reconociera mucho. Allá era como empezar todo de nuevo, volanteaba mis propios recitales en las puertas de los boliches, me echaban los monos de seguridad. A los seis meses ya estaba tocando dentro de los locales más importantes, y como grupo principal.

¿Y cuál es tu música?

No se parece a nada. Ahora Wet Picnic se compone sólo de Aníbal y yo, y ya vas a ver cuando el disco llegue acá, porque pensamos importar una buena tanda.

Comprar un disco tuyo en disquerías de importados…

Y… La cosa es así.

Pero estás aquí para grabar otro álbum.

Mirá, yo allá encontré mi onda, que es el rock. El jazz no, me parece muy elitista. El rock sigue moviendo cantidades de gente, y a enormes masas de pibes, que son los que tienen la energía aún incorrupta. Y quiero grabar un disco acá. Lo llamé a Willy Iturri en batería, Alfredo Toth en bajo, Hugo Fattoruso y Alejandro Lerner en teclados, Rubén Rada en percusión, Osqui Amante también en percusión, y lo que voy a hacer acá será diferente a Wet Picnic. Porque lo de Wet Picnic sería demasiado, complicado de transmitir a los músicos de acá.

¿Qué nombre le darás a este nuevo grupo, y como se llamará el LP?

Por mi cabeza ronda la frase «Albergue transitorio». Me parece fascinante, y creo que el que la inventó es un verdadero poeta (risas). Tal vez el grupo no tenga nombre y sólo se llame Gustavo Santaolalla.

Sugerías que los músicos de aquí no iban a entender a Wet Picnic. ¿Estás tan seguro?

Sí, es muy avant-garde. Es algo que nunca nadie escuchó antes.

Después de tantos años de ausencia, ¿qué opinión tenés del movimiento de rock argentino?

En primera instancia, no veo un «movimiento». Veo un estancamiento. Pero así como te tiro esta pálida, te digo también que aquí hay un fenómeno llamado «rock en español» que no ocurre en ninguna otra parte del mundo, y que recién está empezando a aparecer en España. La Argentina, en ese sentido, mata. El rock habla en el idioma de su gente, y lo hace con nivel. Pero en cuanto a cómo ha crecido el rock de acá, no me gusta para nada, si hay que generalizar. Se quedaron en lo meramente musical, no asimilaron otras corrientes con polenta. Yo le pongo un disco de rock argentino a cualquier tipo de los EE.UU., y se aburre como un hongo.

Porchetto está intentando algo muy diferente…

Sí, tanto Raúl como León Gieco se acercan mucho a la vanguardia de allá. También Miguel Cantilo y Punch, que aquí lo llaman new wave, y no lo es. Raúl es un tipo muy consciente, realmente consciente. Y en cuanto a León, fijate que su LP anterior era mucho más «folklórico», pero «Pensar en nada», sin dejar de serio, tiene una onda de rock’n roll que la gente, inconscientemente, cazó enseguida, y se vende a lo loco. Con «Televisión» pasará lo mismo.

En cuanto al resto de los músicos argentinos, tienen la virtud de ser «peculiares» con respecto a los otros países. Pero esa virtud es también el defecto, y no sólo musicalmente hablando. Somos tan «peculiares» que estamos en el culo del mundo. Somos los mejores, tenemos la mejor carne, las mejores mujeres, pero vivimos como la miércoles. Al argentino le gusta darse manija con él mismo, produce un fenómeno que se llama «rock argentino», que no se parece a nada. Pero los músicos de acá han perdido mucho de su espíritu combativo, se han puesto bastante «grandes».

Pero nosotros seguirnos creyendo en el movimiento. No podemos permitir que muera.

Estoy de acuerdo. Pero yo todavía estoy mirando las nuevas olas. Aún no soy parte del mar. El día en que sea parte del mar, estaré muerto.

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