A diez años de su primer disco, la banda platense editó El frío del mundo, un álbum atravesado por la pérdida, el desgaste emocional y la madurez artística.
“Voy a descubrirme entero de nuevo”, canta Sebastián Coronel, en un trabajo que explora nuevos climas sonoros sin perder su identidad visceral. En una década de actividad marcada por los cambios de formación, las crisis personales y los vaivenes de época, La Teoría del Caos llegó a El frío del mundo con un enfoque nuevo: más introspectivo, más cuidado en lo sonoro, pero igual de visceral. “Somos una banda de garaje, que se pone a trabajar. Y en esos trabajos podés sacar tres versiones de un tema. Después hay que elegir una. Y todo es tiempo en sala. Eso también a veces nos lleva al conflicto”, reconoce Sebastián Coronel, voz principal y compositor del grupo.
El disco fue grabado entre febrero y mayo de 2024 en el estudio Nakao, dentro del Palacio Servente, en La Plata. Para la producción volvieron a trabajar con Gastón Paganini —quien ya había colaborado con la banda en los singles “Shhh!”, “Nube” y “Desde la ventana”— y sumaron a Juan Ponche Abraham como ingeniero de sonido. La composición fue colectiva, como siempre. Coronel aclara que no suelen trabajar con maquetas previas: “Por más que yo lleve una canción, siempre se desarma. Llevo esbozos con la guitarra, o también armo algo con la máquina de ritmos. Esos son los disparadores”, declara en una entrevista con Gabriel Ilieff.
El resultado es un álbum de climas densos y capas superpuestas que abren el campo a la electrónica y al pop sintético sin perder la esencia guitarrera. Desde el riff arrollador de “No veo tu sombra” hasta el inicio estridente de “Bola de nieve”, pasando por la ensoñación de “El frío del mundo”, el disco combina potencia con sensibilidad. Las canciones no temen cambiar de piel: “Rokiyo” arranca como una balada pop y desemboca en una declaración de principios. “Voy a destruirme entero de nuevo / Ya no importa nada siento lo que pienso / Voy a descubrirme entero de nuevo”, canta Coronel, con una línea que bien podría resumir el espíritu del álbum.
Las letras, como en trabajos anteriores, nacen de imágenes personales pero esquivan la literalidad. Coronel dice no tener un método único para escribir: “Por ahí estoy leyendo un libro, hay una frase que me hace imaginar algo y voy ahí. Agarro la guitarra y veo si la melodía que tenía en la cabeza suena con lo que tengo ganas de hacer”. En El frío del mundo, ese enfoque encontró una nueva veta: “A partir de ‘Sar’ me di cuenta de que podía escribir por otro lado y no tener que ser tan directo. Me dije: acá hay una veta que seguir”.
Esa canción, “Sar”, es uno de los puntos más sensibles del disco. Está dedicada a Sebastián Ángel Rulli, compositor e intérprete platense fallecido en 2019. “Lo extrañaba mucho —recuerda Coronel—. La primera versión que tengo de eso es la letra, llorando mal, muy desgarrada. Muy sentida. Y creo que tuvo que pasar un tiempo para que pudiéramos grabarla”. Rulli había compartido escenario con La Teoría en varias ocasiones y su figura está muy presente en el disco: “Fue un amigo. Tocamos juntos, convivimos, vivió y durmió en mi casa”.
El frío del mundo no solo avanza en lo lírico. El trabajo con sintetizadores, iniciado en la etapa de los singles, se profundizó. Nicolás Raffino se sumó a la banda en 2018 con ese rol. “Los teclados te generan espacios, contramelodías, cosas que nosotros no podíamos generar más allá de los pedales de efectos que usábamos”, explica Coronel. Esa incorporación modificó dinámicas internas y abrió la paleta de recursos. Los climas ochentosos conviven con distorsiones crudas y bases rítmicas angulosas. La voz de Coronel aparece a veces filtrada, a veces remota, como si cantara desde otra habitación. El resultado es más oscuro, más adulto, pero igual de intenso.
Entre Temporada de huracanes (2017) y El frío del mundo pasaron siete años. En ese tiempo, la banda atravesó transformaciones. Algunos proyectos se frustraron por la pandemia, otros mutaron en nuevas canciones. “Ni mucho ni muy poco —evalúa Coronel—. Siempre nos fue pasando una cosa entre disco y disco”. Lo cierto es que, pese al caos, la banda logró sostener una identidad. “La composición siempre es colectiva. Nunca hicimos una maqueta e íbamos a grabarla tal cual. Eso no es real para nosotros. Siempre se va a transformar”.
En El frío del mundo, esa transformación se vuelve eje temático. Las canciones hablan de la pérdida, de la incomodidad, de la búsqueda de un refugio interno. “El clima es inhóspito, la realidad es hostil”, se lee en el comunicado con el que se presentó el disco. Pero también hay momentos de calidez, como en “Todo ese ruido” o en la misma “El frío del mundo”, que parece conjurar lo opuesto a su título.
El recorrido de La Teoría del Caos no fue lineal ni previsible. De hecho, su nombre —tomado de una escena de Jurassic Park— habla de eso. Hoy, con una década sobre sus espaldas, el grupo llega a su disco más maduro sin abandonar su núcleo emocional ni su espíritu de banda de sala y ensayo. El caos, como sintetiza Coronel, “son las vicisitudes”. Y la música, tal vez, una forma de organizarlas.