Nicolás Alfieri, cantante y compositor de Todo Aparenta Normal, considera que la música es responsable de expandir el panorama. Para facilitar el camino, trabajan con otras bandas compartiendo experiencias y soñando estrategias para crecer.
La fuente era confiable: Gaspar Benegas –guitarra del Indio y Manos de Filippi, productor y artista– recomendaba escuchar a Todo aparenta normal. En el nombre ya había algo raro, y el disco que aparecía en Youtube se llamaba «Distinto».
Play. El disco arrancaba con unas guitarras oscuras a lo Benegas, justamente, y con el correr de los minutos se ponía cada vez más melódico; la voz, cada vez más Cerati.
¿Qué es esta mezcla entre dos mundos aparentemente distintos, y geniales?
Lo que sonaba no era normal.
Qué hay de nuevo
Resulta que hurgando un poco más en las plataformas web uno llega a «Hijos del mundo», el segundo disco de la banda y el que hoy los representa: está en Spotify, también de manera gratuita. Ese hogar habla de un posicionamiento que los TAN han elegido como parte de su maduración para un disco superador en calidad musical, composición y sonido, que arranca avisando: Voy a desarmar/ tu rock sin rey.
El que canta es Nicolás Alfieri, ahora ya sentado frente al grabador y más tranquilo luego de declararle la guerra a ese rock: «Lo que hacemos es música sincera», define. «Esto es lo que me emana ahora, lo que tengo ganas de contar», sigue sobre este tono en las letras que atraviesa varias de las once canciones del disco: lo que tienen ganas de contar Nicolás y los suyos tiene que ver con lo que está ocurriendo hoy en el circuito musical, y que habla de bandas emergentes y excelentes «con ganas de abrir fronteras», dirá.
De eso se trata «Hijos del mundo». Un disco que cruza las barreras de lo que sería el under, porque es una banda joven que ya trabajó con los mejores técnicos de sonido del país, gusta a artistas atentos como Benegas y sigue cruzando fronteras: «Paradójica y milagrosamente, fueron apareciendo personajes importantes que colaboraron con una banda emergente para que pudiéramos sacar un disco como éste».
La mezcla y cuidado técnico de «Hijos del mundo» estuvo a cargo de Mariano Bilinkis (ingeniero de Catupecu Machu, Las Pelotas, entre otros) y también colaboró Gabriel Pedernera, baterista de Eruca Sativa e iluminador de nuevos proyectos. «Trabajar con ellos habla que vamos por el buen camino, y nos da fuerzas para seguir», dice Alfieri.
La mano de estos grandes, conjugada con las ideas de los pibes, se nota: el sonido del disco logra un microclima propio, como si estuviésemos recorriendo un paisaje nuevo del rock.
El rock mundial
Nicolás dibuja otras imágenes: calle de tierra, arco de fútbol sin red, un niño trepado a un árbol. La historia cuenta que Nicolás y Juan Pablo Alfieri, Lucas Bazán y Alexis Koleff son de Don Torcuato, una ciudad-pueblo tranquila al sur de partido de Tigre, que los hace fuertes en el norte de Buenos Aires. Pero: «No somos una banda que hace culto del barrio», aclara Nicolás, cuando se le pregunta sobre cómo cruzan la frontera a la Capital: «Nuestra idea es poder ver esos dos ritmos, las dos cosas, para no perdernos ni en uno ni en otro», dice sobre los laberintos de aquí y de allá. Ese doble comando se nota hasta en lo musical: los paisajes que dibuja el disco pueden ser armónicos como Don Torcuato y, de repente, tremendos como la Capital misma. «Tratamos de que no haya fronteras»: el nombre de disco, «Hijos del mundo», quizá hable de eso.
Algo pasa con las fronteras. Nicolás le da una vuelta de tuerca más: «Si yo me planteo como una banda barrial, me parece que eso te encierra o te enfrenta. El concepto nuestro es siempre expandir un poco, no cerrar. Consideramos que la música tiene que abrir». La frase termina con una pregunta sin respuesta: «Sino, ¿qué lo hace?».
Este rock mundial, sin enfrentarse, es una política en contra de lo que significó el rock barrial empezado el 2000: «Hasta ese momento uno no miraba que tocabas en subsuelos. En su momento uno iba y tocaba», dice sobre el aprendizaje. Por entonces los Todo aparenta normal estaban diseminados en dos bandas torcuatenses que vivieron también el quilombo post-Cromañón: «Mucha clausura, mucho cierre de lugares para tocar. Y mucho pelear por tocar».
Hoy: «Me parece que hay una cultura mucho más crítica de eso, y más responsable en ese aspecto».
¿Cómo repercute en lo musical? «El principal concepto de la música es poder expandir, llevarte una buena idea y que tu cabeza funcione. Si yo te doy lo que querés escuchar, en un punto estoy funcionando como tu espejo. Y en algún punto uno tiene que recibir una frase que te deje descolocado».
Entonces, ¿por qué ser músico? «Yo te quiero contar qué cosas veo, qué pensamiento tengo, y todo el tiempo expandirte: ritmos nuevos, armonías nuevas. No te quiero hacer escuchar una canción que escuchaste mil veces interpretadas, por otros; yo te quiero mostrar lo que yo hago. Y creo que esa es la búsqueda hoy en día de las bandas».
La plaga
Nunca vi un cielo eterno
Nunca una y mil veces
Nunca ellos lo siembran
Mientras seremos plaga
Nunca es acá
Hasta hoy
Ahora mismo
¡Amainá!
Todo aparenta normal se inscribe dentro de un movimiento de bandas que viene empujando junto, compartiendo escenarios, productores, ingenieros, prensas y discursos. Conjuntos como Sambara, Huevo, Translucido, Connor Questa, Parteplaneta y otras que tienen una voz propia y apuestan al sonido cuidado, las composiciones complejas y una búsqueda hacia adelante para colarse en el futuro del rock.
Para Nicolás Alfieri esto se llama «el rock como cultura»: la parte de atrás del músico que no solo sabe tocar sino imaginar estrategias para subsistir tocando y que sabe equivocarse para enseñarle al otro el error. Estas bandas discuten de nuevo las formas de distribuir la música, de comercializarla, las condiciones para tocar, y hacen pie en referentes (Benegas, Eruca Sativa, Ricardo Mollo) para inventar nuevas formas de vivir de la música. Vaya un ejemplo que proponen los TAN: «Con la música libre estamos super de acuerdo, pero para nosotros es importante también poder seguir haciendo música, que significa cubrir todo lo que es la producción de un disco. No hacer bandera de la piratería». Estas bandas, en general, trabajan el arte de los discos y siguen creyendo en la importancia del CD como carta de presentación de la obra.
De la mano con esto, otro ejemplo tiene que ver con el cuidado en el sonido y la forma en que fue concebido el disco para ser escuchado: «Proponemos mucho el tema de la buena escucha. Hay que prestar atención para escuchar música. Hay un montón de matices de sonido. El MP3 con auriculares en la calle es como faltarle un poco el respeto al laburo que hay detrás», polemiza. Y el por qué es inquietante: «hay algo que te estás perdiendo».
¿Qué más dicen de esta camada de bandas? «Hay un consenso general que está en muchos de los músicos que nos solemos cruzar, y es que el rock engloba mucho más que el género. Es una camada generosa. Nos vamos pasando la pelota e incluso empieza a resonar en referentes más grandes. Todos están laburando un poco por la causa, independientemente de cada uno». ¿De qué se trata, concretamente? «Compartimos data, armamos fechas juntos. No hay un recelo por ocultar contactos o fórmulas», cuenta Alfieri.
La parte de encontrar a músicos que no se estén mirando el ombligo habla de una causa mayor: «Me parece que llegamos al punto de encuentro que lo que vale es la música. Entonces, si lo que vos hacés llega o no va a depender de vos. Es una idea utópica también, porque sabemos los negocios que hay detrás de la música; pero quizá en esa idea utópica se tejen un montón de lazos y te empiezan a escuchar y a mirar con otros ojos. Y de repente, estás en otro lado».
En este punto los TAN prenden unas velas en la canción que cierra el disco:
Amuleto, tinta roja
Talismanes y una cruz de sal
Fuego al fuego
Dije todo sin hablar
Y que sea lo que sea
Pero en nuestra ley
Y ninguna más…