El guitarrista habla de “The Last Will And Testament”, el disco más emotivo del grupo en años, que ya ganó un Grammy en Suecia. También cuenta cómo es trabajar con Ghost. Todo eso, antes de tocar en el Masters of Rock y en el Teatro Gran Rivadavia.
La vida en las giras puede ser complicada. Más allá del glamour de ciertos hoteles y de conocer gran parte del mundo, a veces surgen inconvenientes. ¿Por ejemplo? Que tu pasaporte desaparezca en un país ajeno, y que para recuperarlo tengas que dar un paseo digno del juego Carmen Sandiego.
“Me lo robaron en el camarín en Hamburgo, pero ya tengo uno nuevo -dice Fredrik Åkesson, y hace una mueca de alivio-. Hubo mucho pánico, porque casi me pierdo de llegar al Reino Unido para los últimos cinco shows. Así que tuve que volver a Suecia para que me dieran uno temporario, y viajé 22 horas, aunque estaba en Alemania, solo para hacerme uno nuevo. Lo logré de casualidad, y hubiera sido un desastre”.
Pero parece que al ladrón le interesaba algo más que el pasaporte de uno de los guitarristas más virtuosos del metal de este siglo. “Es raro que alguien se meta en el camarín para eso, pero tenía 300 euros también. Así que es como dicen: ‘el momento hace al ladrón’. Pero está todo en el pasado y fue una experiencia para recordar”, se ríe.
Fredrik está de excelente humor: cuenta que es la tercera entrevista que da esta noche, desde su casa en Suecia, y su hablar es pausado. Da la impresión de ser alguien que sonríe todo el tiempo y que rara vez luce preocupado.
Pero en la música de Opeth -la banda que integra desde 2007- su trabajo es el opuesto: a veces le toca comunicarse con solos o acordes disonantes… o incluso texturas escalofriantes. Y es que en “The Last Will And Testament” (2024) hay mucho de eso. En “§1”, que abre el disco, Mikael Åkerfeldt canta sobre arañas “tejiendo redes”. Y parece haber influido en las partes de guitarra de nuestro entrevistado.
“Capaz que sea algo inconsciente, pero tenés razón. Pensé que ese solo tenía que sonar como ‘arañas trepando’. No sé cómo sonaría, porque realmente no tengo idea -se ríe-. Pero si lo amplificaras, tendrías una vibra muy similar a la del tapping”. Entonces, Åkesson agarra una guitarra y toca unos segundos. Y continúa: “Fue muy bueno, porque funcionó bien con la canción y sonó un poco escalofriante y misterioso. Encajaba con la idea, y seguro me inspiró el hecho de que es un disco conceptual”.
El guitarrista se refiere a la historia en la que se enmarca el catorceavo álbum de Opeth (digna de una novela). Ocurre justo después de la Primera Guerra Mundial, y narra las desventuras de un patriarca que deja un testamento que revela secretos y dramas familiares. Como las letras mencionan a varios personajes, fue la oportunidad perfecta para llamar a invitados de lujo: Ian Anderson, de Jethro Tull, encarna a uno de ellos con sus narraciones (además de sumar su flauta); y Joey Tempest, de Europe, también aporta su voz.
La vuelta al death metal
“The Last Will And Testament” tiene ocho canciones: específicamente, son siete párrafos del testamento ficticio, y un solo tema con un título tradicional (“A Story Never Told”). Pero no son los únicos cambios en el cuartel de Opeth: regresaron los guturales por primera vez desde “Watershed” (2008), y también es el primer disco con el baterista Waltteri Väyrynen.
-Dijiste que lo crearon “de una forma más cercana a TikTok”: hay muchas cosas pasando a la vez, pero en poco tiempo. ¿Cómo fue ese approach?
-Sí, creo que tenés razón. Y me parece que los gritos encajan bien con el álbum, porque es conceptual. Mikael también cantó en un modo más operístico (lo imita). Pero es verdad, está más comprimido. Las partes no se estiran y eso está bueno, porque ahora cuando tocamos en vivo podemos meter más del nuevo material. Realmente nos gusta presentar las nuevas canciones: tratamos de hacer al menos tres o cuatro. No estoy seguro de si el show en la Argentina es como headliners o un festival…
-Van a hacer ambos.
-En nuestro propio concierto vamos a tocar más, y ahí habrá al menos cuatro canciones de “The Last Will And Testament”. De todas formas, aunque sean más cortas, no tienen menos ingredientes: están llenas de acción. Y como mencionabas, traté de trasladarlo a mis solos: quería que tuvieran muchos ingredientes. Entonces no pude darme el lujo de estirarlos demasiado o de quedarme mucho tiempo en una nota, salvo en “A Story Never Told”, que es más conmovedora. Pero quería que todas mis partes fueran distintas. Intenté capturar la energía de las canciones, y tomé los solos como pequeñas composiciones dentro del tema. Esta vez me pasé un poco más de tiempo trabajando por mi cuenta. Para “In Cauda Venenum” (2019), en cambio, improvisé en el estudio de Mikael arriba de los demos. Hacíamos unas tomas, él me decía que estaba bien y que podíamos seguir, pero yo le respondía: “¡No, quiero regrabar todo!”. Después de un tiempo me acostumbré a eso, no estuvo tan mal. Ahora pude pasarme una semana con cada solo, pensando en los detalles. Estaba ese lujo, ¿así que por qué no? A veces también está bueno que sea simplemente como sale. El de “§VI”, en el que Joakim Svalberg hace su parte de teclado, fue una especie de primera toma. Pero a los demás los pensé bastante.
-Lo primero que te llegó fue el demo de “§VII”, y tuviste que grabar tus partes sin conocer las letras. ¿Creés que hubieran sido distintas si las tenías de antemano?
-Estaban las cosas básicas del concepto, pero la trama que contábamos cambió en el proceso. Fue la primera canción que se hizo, y yo nada más tenía la sección en la que iba a tocar, sin haber cómo eran las voces ni nada. Grabé mi parte y pedí escuchar el tema completo. Mikael me respondió: ‘No la terminé, vas a tener que esperar’. Nunca había trabajado así, pero me encantó cómo quedó. Fue divertido. Me gustó el resultado, pero depende del oyente. Quería hacer cosas disonantes y un poco más “feas”, con escalas simétricas y oscuras, como las de Allan Holdsworth. Hay gritos y ruidos, pero el final del solo es melódico y encadena todo. Está bueno mezclar esos mundos y crear una atmósfera interesante para el oyente. Cuando escuché la canción con todos los arreglos y las voces, me puse muy contento. La energía y el concepto del disco se sentían muy bien. Era una buena forma de introducir a Waltteri, también: entró y grabó en algo que se parece al viejo Opeth y a la era progresiva de los últimos cuatro álbumes, pero esto además da un paso adelante. Me gusta pensarlo así.
¿Una banda rara?
Aunque el arte no debería medirse por los galardones, siempre es una buena noticia que tu trabajo sea premiado. Opeth ya había ganado un Grammi (el equivalente sueco a los Grammy estadounidenses) con “Deliverance” (2003). 22 años después, la hazaña se repitió. “Por un lado sentíamos que ya era tiempo, porque nos habían nominado por los últimos tres o cuatro. Pensamos ‘capaz que ya sea hora de que nos lo den’, y fue así -se ríe el guitarrista-. Pero tenés razón, es más una cuestión del mercado. De todas formas, es genial que le presten atención a esta banda extraña que somos. Nos pone feliz y orgullosos. Igual es apenas un premio, ahora está en la repisa y hay que seguir”.
-¿Los considerás raros solo por la música o por algo más?
-No, porque no somos un grupo comercial. No tenemos hits, pero somos muy agradecidos de poder tocar para públicos grandes y de que la gente se interese en nosotros. Es fantástico, ¿sabés?
-Para “Lovelorn Crime”, de 2019, Mikael te había dicho que quería que ese fuera el solo por el que la gente te recordara cuando no estuvieras más. ¿Cuál sería el equivalente en este disco?
-Sabés un montón de cosas. ”A Story Never Told”, definitivamente. Tienen el mismo estilo: está entre Ritchie Blackmore y Jeff Beck, con algo de David Gilmour. Ojalá que tenga mi propio sonido, pero sería ese. Para este disco pensé en mi papá, porque murió durante la pandemia del COVID. Falleció en una cirugía de corazón, así que le dediqué mis partes a él. Pero también es lindo porque él estaba orgulloso de mí en “Lovelorn Crime”. Así que es muy loco que lo hayas mencionado.
-Lo siento mucho. Es interesante cómo se transmite en lo que tocás: no todos conocen la historia, pero el sentimiento se trasluce.
-Oh, gracias. Trato de pensar como un cantante, porque hay muchos micromatices y bends que puedo hacer, así que intento ver a mi instrumento como el un vocalista líder, pero también con un condimento más de guitarrista shredder (se ríe).
Entre Opeth y Ghost
Otro disco en el que Åkesson grabó y que ganó un Grammi fue “Impera” (2022), el quinto LP de Ghost. De ahí en adelante, el sueco participó del EP “Phantomime” (2023) y del sexto álbum de estudio, “Skeletá” (2025), a punto de salir. Básicamente, se transformó en una de las manos derechas de Tobias Forge.
“En ‘Impera’ fui sesionista, pero también estuve muy metido en todas las guitarras rítmicas acústicas y en los tonos. Incluso llevé mis amplificadores al estudio -explica Fredrik, que grabó un 98% de ese disco-. En ‘Phantomime’ éramos apenas Forge, el técnico y yo. Ahí trabajamos muy ajustados, pero tuve más lugar para improvisar. Y para el nuevo toqué más que nada los solos, no tanto lo demás. Tobias hizo la mayoría de las rítmicas, y yo algunas armonías. Pero aparezco en siete temas de este, así que es bastante. Eso incluye a ‘Satanized’ y a ‘Lachryma’, los nuevos singles”.
Aún así, Åkesson valora la dirección actual de Ghost. “Está bueno porque Forge quiso volver a los primeros discos y tocar algunas guitarras, porque él también es violero. Lo respeto totalmente, es el approach del álbum. Para ‘Skeletá’ fueron solo cuatro o cinco sesiones, y no recibí ningún material de antemano para aprenderme: tuve que armar todo en el estudio, sin preparación. Crear algo de la nada también es un buen desafío, y fue diferente. Pero me pone muy feliz que me llame, y somos buenos amigos. Toco de distintas formas con Ghost y con Opeth”.
-¿Qué similitudes hay entre Mikael y Tobias?
-(Piensa). Ambos son control freaks, pero creo que lo necesitás si sos un frontman y liderás una banda. Tobias es más calculador, porque sé que tiene un plan de todo lo que va a pasar de acá a cinco años. Sabe lo que quiere hacer, es un gran jefe y armador de grupos de trabajo. Los respeto mucho a ambos, y son parecidos en algunas cosas pero diferentes en otras. Lo diría así (se ríe).
Con semejante carrera en sus espaldas -además de su paso por Arch Enemy y de un proyecto solista que está gestando-, Åkesson dice que jamás esperó llegar a este lugar. Mucho menos cuando escuchaba discos de King Diamond o cuando le mostró a una maestra “Fast as a Shark”, de Accept, y casi lo amonestan.
-Volviendo a las redes sociales, esos artistas proyectaban una rebeldía que hoy es complicada de generar con Instagram y TikTok de por medio. ¿Cómo creés que ustedes pueden lograrlo? Porque a la vez las precisan para estar en el negocio.
-Es una buena pregunta, y es algo que vamos a producir en otros si tenemos suerte. Podemos hacer lo que mejor nos salga y esperar que dé sus frutos. Si alguien nuevo arranca a escucharnos, sea joven o no, y siente lo que me pasó por primera vez con “Fast as a Shark”… ¡sería fantástico, porque fue extremo! Me pondría muy contento si tuviéramos ese impacto en alguien. Capaz ya lo logramos, no lo sé. Pero estamos muy orgullosos de que nuestro público tenga gente metalera de diez o doce años y de hasta ochenta. Que escuchen a Pink Floyd y música más progresiva. Nuestra audiencia es muy variada, pero el núcleo está en la comunidad metalera, que es de donde también venimos.
-¿Y cómo creés que mantenés la rebeldía del Fredrik adolescente?
-Creo que es más difícil hoy, porque no queremos salir y quemar cosas. Somos muy viejos (se ríe). Pero siento que podés ser rebelde si no escuchás a los demás cuando componés tus canciones y si tratás de ser creativo. Eso por sí solo puede ser rebelde, si no pensás “necesito escribir un hit” o escuchás la radio. Si seguís tu instinto, básicamente.
-Opeth va a tocar con Europe en el Masters of Rock, y Joey Tempest cantó en “§II”. ¿Piensan invitarlo en ese tema?
-Sería una buena idea, pero en la canción también está Ian Anderson, y “se responden” el uno al otro. No estaría bueno que faltara la otra parte, y por lo tanto todavía no la ensayamos. Hubiera sido excelente, pero tengo que admitir que no va a poder ser.
-Se autoimpusieron un tope para los tours: no pueden durar más de tres semanas. ¿Por qué lo hacen?
-Sí, es nuestro límite, pero este año vamos a girar mucho. Últimamente hicimos Europa, y ahora vamos a Sudamérica y a América Central. Después nos tocarán Australia y Nueva Zelanda. Es una buena medida si tenés familia e hijos: solíamos hacer siete u ocho semanas de un tirón, pero ya no somos veinteañeros (se ríe). También sirve para aumentar la longevidad de la banda.
-Y se reducen las chances de que te roben el pasaporte. Aunque puede ser otra influencia para un solo…
-¡Sí, pero sería uno muy estresante! (se ríe).
Opeth tocará el sábado 26 de abril en el Masters of Rock, junto a bandas como Scorpions, Judas Priest y Europe. El grupo también se presentará el domingo 27 en el Teatro Gran Rivadavia. Las entradas para ambos shows se consiguen en FullTicket.com.