Canciones emotivas y sin red. Historias que parecen sacadas de sueños o recuerdos de vidas pasadas. Fabiana Cantilo se deja llevar por las estrellas para traernos «Cuna de piedra», su nuevo disco en que crece desde un lugar potente y sensible. Invitada especial al Lollapalooza Argentina de marzo próximo, logró 25 millones de reproducciones en Spotify durante 2019 y se impone como ícono de nuevas y viejas generaciones.
Fabiana Cantilo está aprendiendo a respirar. Como si todos esos años de rock y descontrol no se lo hayan permitido ni por un segundo. En esta etapa vibra en una sintonía diferente. Sus ojos demuestran haber pasado por todo y no sólo poder contarlo, sino estar viva y renovada. Esa respiración es la que le infunde un ánimo nuevo, próspero y vital. Como si fuese la misma pero desde un lugar distinto. Y si la muerte es perder el aliento, la vida resulta de ese viaje en que se respira para seguir adelante. Este camino astral recorre Fabiana, con sus heridas a cuestas y su arte a flor de piel. «Cuna de piedra», su último trabajo, es un renacimiento desde aquellos astros que la guían.
En el living de su casa de zona norte nos espera con mate y bizcochos de algarroba. Tiene cuadros por todas partes. Algunos son suyos; destaca el de Luna, una de sus gatas más queridas que murió hace poco y a la que dedicó una canción del álbum. En una repisa grande asoman medio amontonados algunos Martín Fierro, Konex y similares, mezclados con la escultura de un elfo de su autoría. Cuando llega, arrasa. Es un huracán en fa mayor, como dice uno de los versos de «Tiro de Gracia», el primer corte del disco. Está radiante. La energía la desborda. Respira. No para un segundo de hablar, de dar.
¿Cómo nació «Cuna de piedra»?
Fabiana Cantilo: Empecé a hacer terapia con una terapeuta que a la vez es astróloga. Lo primero que hizo fue hacer mi carta astral. Yo sabía que era de Piscis, pero ahí me enteré de que soy luna en Capricornio; resulta que a esa luna se la llama Cuna de piedra. Habla de personas que les ha tocado vivir cosas muy difíciles desde muy chicas. Se trata de arreglártelas sólo desde el día en que naciste. Eso me pasó a mí y el disco habla un poco de esto.
Fabi se acomoda como puede. Hace unos días que tiene un dolor en el cuello que lo trata con diclofenac. Pide un almohadón más alto y se lo pone a la altura de las orejas. Dice que a esta altura de su vida lo único que le importa es estar bien, no tener dolores físicos y tener tiempo para sus gatas, mirar Netflix y meditar.
FC: ¿Ves esos budas que están ahí? (señala una mesita ratona con varios budas dorados de distintos tamaños); son mis guías; me enseñan a no ser tan cabrona, a poder vivir en armonía conmigo misma.
«Cuna de piedra» fue compuesto y producido por Fabiana. Mientras cae la tarde entre mates y conversaciones sobre el karma, cuenta cómo fue ese proceso creativo que le llevó dos años.
¿Cómo planeaste el disco?
FC: No planeo nada; me mando. Podría planear, si quisiera. Siempre hice las cosas así, muy mal. Cuando era más chica tenía que ir a lo de Celeste Carballo a pedirle los temas que había hecho porque me los olvidaba. Después Charly me explicó que zapar era componer y me animé a hacerlo. Yo ya lo hacía, pero me tocó que Charly me autorice y ahí me la creí un poquito más. Igual, no me la creía nada y era un desastre. Estábamos enamorados con Charly, de nosotros y de nuestra creatividad. Duró un año en realidad, porque después se pudrió todo. En verdad yo dije: no; me bajo de acá.
Bueno, pero vos decís que nada es para siempre…
FC: Eso no lo dije yo; lo dijo Fito, que fue uno de mis grandes amores. Con el tiempo descubrí que hay otros, como el amor a los animales que es maravilloso y no hay ninguna complicación ahí. ¿Para qué amar a otros seres humanos? Hay que amar si te aman y amar a los que te aman. Yo viví amando a gente que no me quería. Entonces caía en esa trampa. Hace siete años que estoy sola; se dio así, sin querer y me hace reflexionar mucho. Yo soy abandónica y a los abandónicos nos pega el karma; es así. Me pasó porque vengo luchando con hacer bien las cosas desde hace años como alejarme de lo malo y alimentarme bien. Ahora que lo veo a la distancia creo que el tren del rock and roll me llegó desde muy chica. Igualmente, siempre traté de hacer las cosas bien. Los fines de semana me iba un poco al carajo: sexo, drogas y rock and roll, aunque no tanto sexo (risas).
El arte de tapa de «Cuna de piedra» -realizado por Bárbara Márquez- tiene la mística de un poder ancestral que siempre está presente. El poder de la música que acompaña al viaje. El poder del amor que rescata a los desvanecidos, aquellos que piensan que se les acabó el tiempo pero el presente siempre es un regalo para seguir adelante.
¿Con quién empezaste a trabajar el disco?
Con Ezequiel Borra, que es un músico genial, empezamos el brainstorming inicial y la selección de canciones. Ezequiel vino con la premisa de que íbamos a hacer un disco y eso me obligó a ponerme a tocar. También tenía algunos temas viejos como «Circular», «Shadows» y «La Huella». A «Luna» -que es nuevo- lo hice en varias partes. Lo peor es que la parte creativa no me cuesta nada. Son temas que salen zapando. Antes grababa mucho sin pensar tanto. El perfeccionismo me juega en contra. La cuestión es que no sé muy bien cómo hice los temas. No sé cómo me salen; me animo a plasmarlo y punto. Grabo, anoto y quiero terminar rápido (risas). Capaz digo: ah, mirá que lindo, y salió el tema en dos minutos. Después voy al otro día y lo vuelvo a escuchar. Ezequiel venía los domingos y me ayudaba con algunas estructuras.
¿Por qué abrís el álbum con «Tiro de gracia»?
FC: Eso se lo digo a Ezequiel Borra, con el que no pudimos ponernos de acuerdo en el inicio de este nuevo trabajo musical que encaramos en conjunto; estuvimos laburando como dos años y cuando terminamos los demos le dije: mirá, voy a seguir yo sola, porque no estamos de acuerdo y no tengo ganas de discutir; pobre, cuando en la canción digo: tuviste que poner el cuerpo, le hablo a él.
Antes me había separado musicalmente de Sergio Liszewski -mi ex-guitarrista- con el que no estábamos de acuerdo en mil cosas; lo llamé a Ezequiel, antes de que Mariana Pellegrino (arreglos, producción y guitarras en el disco) apareciera en mi vida. Necesitaba componer y yo soy muy vaga. Entonces nos juntamos un domingo y dijimos: hagamos un disco. Empecé a componer a pedido: lo mismo le pasaba a Gustavo Cerati; igual él trabajaba mucho más que yo.
Suena un ding-dong clásico, de esos timbres de casas de películas. «Es Inés, mi bruja», dice Fabi. Se abre la puerta y entra una señora bajita y regordeta, con cara amable. Trae una bolsa de yuyos bajo el brazo. «Me trae unas plantas buenísimas anti todo. Las uso para bañarme. Voy a terminar volviendo a meditar en la técnica Kriya Yoga, y ahí bajo un poco toda esta energía. La otra vez me salieron unas manchas en los ojos y pensé que me iba a quedar ciega y me y mandaron a meditar. Al final era pura ansiedad; me hizo muy bien».
A medida que las canciones van pasando, el cambio se nota; está todo en carne viva. Un disco emotivo y quebrado. Se va quebrando en todo lo que Fabi susurra, canta y cada vez menos, grita; como si la furia del rock le haya dejado lugar a un cielo estrellado. Una potencia que tiene que ver con la nostalgia, el abandono; un dejar.
¿Tuviste mucho trabajo con el disco?
FC: Cada tema fue surgiendo y luego se acomodaron. La primera parte hice la edición de dónde va el bajo, las gaitas, la guitarras. Qué entra y qué sale en cada momento. Estoy muy agradecida a Silvio Ottolini, el editor del disco, porque me bancó mucho con su estudio casero. Esto es una cosa independiente y yo vivo acá al día, como cualquier hijo de vecino. Lo que yo le di a cambio fue la posibilidad de mezclar mi disco, que era lo que él quería. Le dí mucha libertad porque estaba medio cansada. El mezcló y arregló la percusión y un montón de cosas de «Circular». Yo tendría que haber escuchado un poco más. Pero después me di cuenta de que había estado bien, porque el disco lo hice y lo produje yo. Además le di el crédito a Silvio para que también sea libre. Es un disco colectivo. No es un disco que considere sólo mío. Esa energía es muy positiva y yo no lo sé hacer sola. Puede ser que a los ochenta años termine haciendo todo sola para joder (risas).
¿Sentís que algo te limita para hacer todo sola?
FC: Me limita la tecnología: no sé ni me interesa usar las máquinas de edición ni nada de eso. Aparte vivencio mucho la cosa de compartir. Cuando uno comparte, se disuelve, y el protagonista es el arte. Y eso que yo soy muy yo. Si me sacás un tema propio y te lo anotás como tuyo, te mato. Porque toda la vida no fui tomada en cuenta. Fito me decía: muy lindo ese tema, pero no me daba tanta bola. Yo convivía con estos monstruos: Fito, Spinetta, Charly. Con Fito éramos pareja y cuando nos peleábamos él me decía que yo cantaba mal y yo le decía que sus temas eran horribles (risas). A él no le hacía nada, porque es re seguro, pero a mí sí me afectaba. Charly, en cambio, me decía: lo que vos hacés es muy bueno.
«Dinosaurito», el segundo tema del disco está dedicado a Fito…
FC: Sí; la primera vez que lo vi a Fito fue en una gira con Charly, en el ’83, y me mostró el demo de su primer disco, «La rumba del piano» y le dije: esto va a andar bien (carcajadas). Fito veía cosas y escribía como loco; todas esas cosas que vemos vienen de otras vidas. Uno padece ahora, pero bien que fuimos unos hijos de puta. Uno ha tenido millones de vidas, según los budistas. Es una rueda que no sé por qué existe, pero no me importa mucho el por qué si estoy acá para aprender a cambiar lo malo. Mi próximo paso es aprender a tener humildad. Yo creo que fui una guerrera déspota: tipo, hago lo que se me canta el culo y todos me chupan un huevo.https://www.youtube.com/embed/2GNqvuil0Sw
Cada canción del álbum tiene esa respiración propia que busca Fabiana. Cada tema es el símbolo de alguna vida pasada, de la liberación de alguna atadura, del dolor traducido en un pasaje ineludible para volver a nacer. Intenta plasmar aquella armonía de la que habla la mitología celta: un triángulo de equilibrio entre la naturaleza, el ser humano y la música.
La sexta canción se llama igual que el disco.
FC: En un principio ese tema se llamaba «Ancestros». ¿Viste cómo empieza? (canta): El mar se los llevó/ el cielo los guardó… habla de un accidente aéreo que sufrió gran parte de mi familia. Cuando mi madre estaba embarazada de mí, de ocho meses, un vuelo de Austral se cayó en el mar y murieron todos mis parientes cercanos: mi abuelo, Juan Carlos Luro, el hermano de mamá, Ricardo Luro, la mujer, Malena Copello y su hijo Pedro Luro; todos descendientes de Pedro Luro, el fundador de Mar del Plata. Y yo ahí, en la panza de mamá, prácticamente formada. Básicamente nací el 3 de marzo, en un velorio. En aquel momento que era enero, a las nueve se cayó el avión y le contaron a las 12 a mi vieja. Nazco, pero antes de nacer, mamá con su panza me cuenta que iban llegando los cadáveres a la playa, los agarraban y los velaban. De a uno. Y mi tía le decía: fuerza, Silvina, no llore. A todo esto, yo en la panza. «Cuna de piedra» está hecho para ellos. Son aquellos que el mar se llevó y no pude conocer.
Fabi agarra un portarretrato de marco amarillo grueso en el que se ve una foto en blanco y negro de una mujer con un bebé en sus brazos. «¿Ves?, ésta era mi mamá», dice y se le forma una sonrisa.
¿Te llevabas bien con ella?
FC: Nos llevábamos a las patadas pero nos amábamos. Ella era muy vanguardista. A mamá le decían en el colectivo: «ay, que lindo nene» -por mí- y a ella le daba fiaca explicar y decía: «sí, se llama Fabián» (risas). Igual, yo cambié mucho. Ahora creo en esto de honrar a tu padre y a tu madre. Estoy siguiendo esos mandamientos: con los padres y los hermanos hay que tener respeto porque sí. Mejor, para no pensar. Vos elegiste a tus padres para lavar karma por lo que fuiste en otra vida. Es una teoría que me gusta manejarla porque saca el mito de la culpa católica. Acá no es culpa de nadie, solamente estamos curando heridas. A veces me olvido de todo igual y saco el Hulk (risas).
En el desgarro de cada tema está su respiración. Esos que Fabiana cree que vino a curar y sanar en esta y mil vidas. Ese ir y venir necesario que forma las canciones más orgánicas, más sensibles. Así pasa con «La carta», el noveno track que está dedicado a Charly García.
¿Cómo surgió «La carta»?
FC: La carta es para Charly. No me acuerdo cómo lo empecé. Lo que sí recuerdo es que dije: se lo voy a hacer a Charly. Toda la letra es a propósito para él. Primero salió la parte de la música y después iba pensando en lo que iba a hablar. Charly es un genio y así sufre. Le pasa lo mismo que a mí: es abandónico. Los abandónicos la pagamos. Las mujeres somos más dúctiles para recibir ayuda. Los hombres no; y ahí están: jodidos.
¿Se puede recuperar Charly?
FC: Se puede recuperar cualquiera. A mí no me lo dejan ver. No te voy a dar nombres. Su entorno actual no me deja llegar a él. Es como Maradona. Son tan geniales que nadie se les anima. Empiezan a patalear y gritar y al final decís: bueno, ya está, yo no lo voy a cuidar. Yo soy papa caliente; me escapaba para ir a las discos y las chicas me cuidaron. Mi psiquiatra me dijo hace diez años: flaca, no tenés más resto. Lo que le puedo sugerir a la gente es que no estén solos.
Hablando de amores, ¿creés en el poliamor?
FC: Ni en pedo porque soy muy celosa. Quizá ahora me cambió, pero no lo sé. Mis parejas más importantes fueron Fito y Nahuel. Ambos me duraron cinco años. Los demás fueron unos desastres espantosos. Se creían que se llevaban a su casa a la cantante canchera, la diosa del sexo, y se llevaban a una señora loca con los ruleros, que los iba a perseguir y que no iba a querer tener demasiado sexo (risas). No me dejaban por fea, sino porque no era lo que ellos pensaban que yo era. El tema es que me empecé a querer recién ahora. Es muy importante quererse. Hace siete años que no tengo sexo y me encanta. Yo no miento. Soy bastante fóbica y tímida. Los que estamos en una búsqueda espiritual, si te juntás con otra persona, tu energía se mezcla con la del otro y cada uno se lleva un poco. Si vos te juntás con alguien que tiene un karma re pesado, vos te llevás una parte. Por una noche de sexo, no creo que sea negocio. Guarda con los fluidos que se mezclan, pero soy cero careta: hagan lo que quieran con sus cuerpos. Yo hago lo que quiero con el mío.
El concepto que vivo es: sólo por hoy. Todo es sólo por hoy. Cuando estás muy desesperado decís: esto pasa sólo por hoy. Porque por ahí mañana encontrás al amor de tu vida.
¿Existe el amor de la vida?
FC: Sí; a algunas personas les pasa y a otras no. Gente que se ama como el primer día. Tienen otros karmas y entonces se lo merecen. Fueron mejores personas en otras vidas y en ésta se encuentran.
Fabi mira a sus gatas que se pasean por el living con esa ternura casi secreta de los animales domésticos. La tarde se pasó demasiado rápido; el agua del mate se enfrió adentro de la pava y las luces del jardín se fueron encendiendo para calmar a las sombras. Fabiana cuenta que cambió; que en sus ratos libres logró escribir el guión de una película que ya tiene como director a Franco Cesáreo. También da clases de cerámica en un hospital una vez por mes. «Me hace bien ayudar», dice, mientras muestra sus cuadros. «Soy muy buena dibujante y pintora. Van Gogh no vendió ningún cuadro en su vida. Eso me da aliento. Es la única manera de sobrellevar este horror».
Independiente. Intensa como esa luna que busca siempre la soledad como su principal refugio. Fabi se identifica con esa luna que no da calor, que se obliga a mejorar y que tiene tantas ganas de ser querida como miedo al amor. En este viaje se vuelve sabia, como la maga blanca que dice ser. Su vida hoy es otra. En la puerta nos despide con un abrazo y un grito de amor: «ahora quiero pintar, quiero bailar, pero desde un lugar de no necesitar a nadie para hacerlo, sino desde mí».