Pedro Canale ya es un referente en eso de mezclar la música popular latinoamericana con sonidos digitales. En «Bienaventuranza», su nuevo disco, Chancha Vía Circuito le imprime su nuevo espíritu colaborativo a su indagación en las raíces locales y la música andina. Hablamos con Canale sobre el origen y el sonido de sus nuevas canciones.
Pasaron diez años desde que Pedro Canale, bajo la piel de Chancha Vía Circuito, editó su álbum debut (Rodante) y catapultó esa mezcla de exploración sonora y música popular latinoamericana que ganó el nombre de cumbia digital. Ubicado como referente en el epicentro del movimiento, Canale continuó indagando en la raíz local y la música andina para llevarlo a nuevos territorios hasta llegar a este Bienaventuranza, su flamante cuarto disco.
Se puede pensar que si los colores plenos y flúo del imaginario de Chancha vía Circuito ligaban con síntesis y procesamientos digitales, las sombras y luz natural de Bienaventuranza van hacia esas texturas cálidas del toque de instrumentos y en lo orgánico de sus sonidos. Hay mucho ambiente, momentos oníricos del amanecer, grillos y grabaciones de campo que acompañan como un colchón perpetuo.
Los dos simples de adelanto tuvieron videoclips publicados en YouTube que mostraron algo de esa sensación de ensoñación que por momentos roza lo inquietante y perturbador. La oscuridad y reverberancia de «Ilaló», con la participación de Mateo Kingman, sólo es superada por el instrumental «Alegría», cuyo clip animado por la artista húngara Kati Egely mezcla un altas dosis de alienación con irrefrenables deseos de libertad.
Hace ya cuatro años que Chancha vía Circuito devino en banda, con Federico Estévez en percusión y Heidi Lewandowski –alias Kaleema– en voces, sintes y percusiones. Será por eso que Bienaventuranza suena más acústico, más tocado y menos producido en la soledad del estudio. Goza de esa impronta colaborativa.
¿De cuándo datan las canciones de Bienaventuranza?
Algunas canciones tienen varios años, como «Nadie lo riega», la colaboración con Miriam García. La tocamos mucho en vivo desde 2012 en adelante, pero no la habíamos grabado. Lo mismo con «Los Pastores», que es un tema original de William Centellas, del cual había armado un edit hace como ocho años. En ese momento usé la canción original, y para este disco me tocó aprenderla con el charango para poder grabarla y así no tener problemas de derechos de autor. Está también «La Victoria», que es un tema que compusieron Lido Pimienta con Victoria Fabrice alrededor de 2009. Ellas me mostraron el demo en su momento y me había encantado. Al enterarme, mucho tiempo después, que no habían hecho nada con esa canción les propuse producirla de cero e incluirla en el disco, y por suerte accedieron. Después, las otras canciones son bastante actuales, nacidas de improvisaciones con mis compañeros en los ensayos. «Indios Tilcara», «Kawa Kawa», «Sierra Nevada» e «Ilaló» fueron ideas que salieron así, y que después terminé de darle forma en casa, pero es un proceso distinto al de los otros discos. Por eso tal vez suena más acústico que los anteriores.
¿Cómo fue la dinámica de trabajo con ellos?
Ensayamos los tres todas las semanas, y muchas veces preparamos sets de material para improvisar, eligiendo sonidos de un ensayo para el otro, cargamos la MPD, que es un controlador MIDI de percusión, Federico carga su Yamaha, y así salen las ideas.
¿Qué instrumentos acústicos hay involucrados en Bienaventuranza?
De los que están ejecutados en vivo, flautas, quenas, pincullo, charango, sintetizadores. «La Victoria» tiene un balafón que traje de Madrid, pero viene de Burkina Faso, África. Hay bombo legüero en «Indios Tilcara», que además tiene muchas percusiones de mano con chas chas, que es como le dicen a las pezuñas, y otros instrumentos de percusión que no sabría decirte cómo se llaman, y que grabó Federico. También hay bastantes samples de instrumentos, no sé si conocés la librería Kontakt (de Native Instruments). Son samples del sonido real de instrumentos verdaderos que podés tocar con el teclado. Con eso pude grabar unas arpas africanas en «Ilaló».
La canción «Nadie lo riega» tiene ese verso que responde ‘Ay mi señora’ al igual que otra que popularizó Cafrune, llamada «Verde Romero». ¿Sabés si es algo propio del estilo o si hay relación entre ellas?
«Nadie lo riega» es una canción anónima, un vidala de La Rioja, y es súper antigua. Es parte del trabajo de compilación de Leda Valladares. Viene del canto con caja, la tradición oral. Seguramente Cafrune interpretó algo anónimo que compartía esa contestación. Nosotros hicimos una interpretación de esa vidalita riojana.
En un escenario en el que toda América Latina es testigo de la lucha de las mujeres por decidir sobre sus cuerpos y por la despenalización del aborto, «La Victoria», que tiene casi diez años y carga versos como ‘quiero ser dueña de mi libertad’ o ‘tengo visiones de revolución’ suena con una actualidad asombrosa.
A mí me sorprendió también. Es curioso cómo para algunos temas el tiempo no es tan lineal. Ahora pareciera como un himno feminista, de hecho muchas chicas lo postearon estos días de más efervescencia con la media sanción por el aborto legal. En su momento, Lido se inspiró en lo que Victoria Fabrice le contaba de su situación personal. Siento muy positivo todo lo que están generando las mujeres, todo lo que se está ganando en el terreno de derechos. La verdad es que nos devolvieron un poco la esperanza de que todavía hay cosas que se pueden ganar. Las impresiones que recibo son muy buenas y es también muy bueno que se lo adueñen las mujeres. Es una canción de «bueno, esta es mi bandera».
¿Cómo surgió la relación con Wonderwheel Recordings?
Fue a través de mi amigo Leo (Martinelli), de Tremor. Ellos editaron Proa(2013) con Wonderwheel, y me habló muy bien del trato y de que le ponían mucha garra. Entonces les ofrecí editar Amansará, y funcionó bárbaro. Por eso volvemos a repetir la fórmula. Son chicos que le ponen mucha energía a cada uno de los álbumes que editan.
¿Qué tipo de ser o entidad es lo que monta la chica de la tapa?
Es difícil decir qué bicho es ese (risas). La máscara está inspirada en los diablos del carnaval andino. En los carnavales de Oruro, en Bolivia, así como en Tilcara o en Humahuaca, es la época donde dicen que se desentierra el diablo y hay muchas máscaras de esas características. Mi amiga Candelaria (Aaset), que diseñó el arte, me llamó para decirme que había soñado con la tapa del disco. Se había imaginado una mujer indígena montando un oso con cara de diablo. No sé si se parece tanto a un oso, pero la lana es de llama (risas). Convocó a una amiga de ella que vive en Humahuaca, la chica que sale en la foto, y fue muy divertido, los chicos se coparon en hacer del cuerpo de la bestia. Más adelante va a salir un video de la canción «Indios Tilcara», donde están todos esos personajes interactuando con otras entidades.
Entrevista: Julio Nusdeo