A los 50 años es pesimista sobre la Argentina y tiene terminado un libro sobre armonía. Tiene previsto retomar las grabaciones. Larguísima charla, en la avenida clave del Rock Argentino.
Desde antes de pisar por primera vez Buenos Aires fue mi avenida preferida. Será porque antes de conocer esta ciudad la imaginé desde las letras de Manal, esas que pintan los rincones porteños con la cuota de luz y de gris perfecta. Será por esa canción que suena siempre en mi cabeza cuando camino sus baldosas: «caminamos una calle sin hablar, Avenida Rivadavia…». Avenidas, trenes, la vida cotidiana de Buenos Aires, todo eso pintado en una canción de Manal.
En uno de esos lunes que parecen domingos, sabía que Claudio Gabis estaba en Buenos Aires y lo llamé. La inmensidad de la ciudad nos había hecho casi vecinos: estábamos a cinco cuadras de distancia, en Almagro. La mañana incoherente me sonrió: nos encontramos en un bar… dónde si no… en la Avenida Rivadavia.
Es increíble darse cuenta que los padres del rock y del blues de nuestro país son tan jóvenes. Cuando uno empieza en todo este tema lee libros que cuentan las increíbles azañas que vivieron, los que cambiaron el curso de la historia. Son semi héroes. Y a veces uno inconscientemente los imagina como personajes que quedaron en el pasado, ancianos que tal vez recuerden sus andanzas en las tardes que se tiñen de nostalgia. Pero cuando caes a la realidad, te das cuenta que son… tan jóvenes! Y algunos de ellos siguen en un momento de sus vidas de una producción increíble, como es el caso de Claudio.
Desde un principio me hizo sentir cómoda, con su amabilidad y buen humor. Y esto fue parte de lo que hablábamos esa mañana-medio día, en el bar.
Algo que veo es que las bandas actuales repiten lo que hicieron otras como Manal… mi generación es de decir «que bueno que fue lo que estuvo antes» pero no hay nadie que cambie, que haga un break como hizo Manal.
Pero las cosas hay que situarlas en el entorno, en el momento. En el momento que se vivía en 1967, ’68, ’69… esos dos o tres años, ese fue un momento especial para todo el mundo para todas las cosas. Un momento especialmente creativo, mágico, potente, subversivo… en el sentido de que fue un momento donde se vivió una cantidad de explosiones de cambio. Entonces las cosas que sucedieron en esa época están todas vinculadas a ese momento. Si ese momento no existe, aunque haya la gente que puede provocar ese tipo de cosas finalmente los movimientos no se producen, sabés? Porque es como una semillita… tenés la buena semilla, la buena tierra, pero la plantás en el momento que no corresponde, en la época del año que no corresponde, en las circunstancias que no corresponden…obviamente la semilla no germina. Entonces, por más referencial que haya, por más que se tome ciertas cosas como punto de partida o de referencia, o como modelo, el entorno no acompaña del todo.
Las mismas personas… nosotros, o la gente que hizo Almendra, Pappo, o cualquiera, de repente en otro momento no hubiera llegado a ser nada, no hubiera producido lo que produjo, ni sería conocido hoy en día.
O sea, que no es únicamente el grupo ese y lo que ese grupo hizo, sino que son las circunstancias en las cuales nos movimos. Tanto es así que después cuando hicimos la vuelta en los ’80 y lo mismo pasó con otros proyectos de otra gente, no se pudo volver a repetir ni parecido a lo que se había hecho antes. Ni uno era el mismo, ni el momento, ni nada.
Las situaciones artísticas no tienen que ver con el talento específicamente del artista, sino con la posibilidad que tenga ese artista de expresarse y de florecer en ese momento porque el medio se lo permite. Sino, estás frito.
¿Cómo ves la realidad Argentina desde allá, desde España?
No te podría decir mucho, porque… yo lo sigo viendo igual que siempre. Este es un país que esta frito hace 80, 90 años. O será menos… pero está frito.
Como país es un proyecto que fracasó. Después van cambiando los gobiernos, van cambiando las circunstancias, hay momentos peores, momentos mejores… la gente que tiene como ustedes 30 años más o menos piensa que lo que está sucediendo ahora es de lo peorcito que ha pasado, pero yo me fui en el ’72 y estaba hecho mierda el país, y se veía que se iba a poner peor. Volví. Entre el ’85 y el ’89 me volví a ir porque estaba hecho mierda. Y conozco gente que se fue en el cincuenta y pico, gente que se fue en el ’60, gente que se fue en el ’40 y todos se fueron igual. Un país que está… un proyecto fracasado. ¿Se entiende eso? Uno está acostumbrado a decir «esa empresa fracasó», «el matrimonio fracasó», «los estudios de fulanito fracasaron», pero uno no dice que un país fracasó porque suena muy grande eso, ¿no? Pero Argentina es un país que como proyecto de país fracasó.
Hoy en día hay muy pocas razones para que la Argentina exista como tal. Porque uno inclusive se aleja un poco de los grandes centros urbanos y se encuentra con un par de banderas y un par de cosas así, pero Argentina no está. Una bandera puesta al lado de la Cordillera, tres libros de lectura, y una foto de San Martín no hacen que el país llegue ahí. Es un país sin circulación sanguínea, es un país necrótico. Todo lo que está lejos de los grandes centros, en esos lugares la Argentina está como muerta, no llega. Te digo porque como yo viví muchos años en Brasil, allí es lo contrario. Brasil es un país que lo más lejos que vayas siempre el país está. Y no el país de la bandera… aparte de la bandera y la selección nacional, y todo lo demás. No, sino otro tipo de cosas que son más importantes como la idiosincrasia, la forma de ser, el cariño a la tierra, el vínculo entre la gente… y eso es lo que en Argentina está deteriorado. La Argentina está desmembrada. Entonces de repente no haría falta mucho esfuerzo para que Cuyo se separe y se convierta en un pedazo de Chile… espero que no pase. O para que Jujuy fuera un pedazo de Bolivia, o para que el Chaco fuera un pedazo de Paraguay. Tendrían que pasar pocas cosas, no haría falta un gran esfuerzo para que suceda eso. Para que la Patagonia se independizara, harta de que no le den pelota. Y el núcleo de la enfermedad de la Argentina es Buenos Aires, el foco infeccioso es Buenos Aires. Buenos Aires es la ciudad que está podrida, la sociedad que está podrida y la que no irradia hacia el resto del país, ni tampoco admite lo que viene de afuera. Eso es lo que yo veo, veo un país que no avanza. Y veo generaciones y generaciones de gente que se va yendo, se va yendo, como me fui yo. Lo que pasa es que yo me fui por aventura, pero la mayor parte de la gente que se va, se va por misiadura. Los chicos de 24, 25 años que se van, que son toneladas, y muchos de ellos formados, con capacidad que harían falta aquí. Y se van porque no tienen futuro, y tienen razón.
España fue como un segundo exilio para vos…
No… yo me fui a Brasil, viví 13 años en Brasil…
Claro, en la época de los militares…
Antes. Yo me fui en el ’72. Bueno… época de los militares: siempre. ¿Qué era Perón? Un milico. Perón fue básicamente fiel a su clase militar. Y San Martín era un militar, Belgrano era un militar, y el General Roca era un militar… fuimos gobernados básicamente por militares, por algunos mejor y por otros peor.
Yo me fui en el ’72 no por los militares, me fui por aventura, por juventud, por ganas de conocer el mundo, de irme a otro lado. No me fui como un exiliado… ahora ya a España sí.
A España me fui porque veía que no había forma… ni yo, ni mi mujer, ni la familia, nadie veía que hubiera posibilidades aquí. Yo me resistía, pero resulta que ellos tenían razón. En un momento mi mujer me dice: «¿qué hacemos?… aquí no nos podemos quedar…». yo me resistía porque a mí me gusta mucho, yo lo quiero mucho al lugar.
Y te inspiraba mucho…
Y me inspira mucho, sí. Mi fuente de inspiración, como ha sucedido con otros… no me comparo, disculpándome de antemano… pero gente como Cortázar, se fue y siempre siguió escribiendo sobre la Argentina como si fuera un tipo que vivía aquí a dos cuadras. No me comparo de ninguna manera con Julio Cortázar, pero sí con el mismo síndrome de la inspiración aquí. Porque esto es muy particular y el tipo de realidad que tenemos nosotros no existe en ningún otro lugar del mundo. Es muy propio.
A través de las letras y también de la armonía expresar esas sensaciones e imágenes de acá…
Sí, inclusive todo lo demás que yo he ido aprendiendo, el jazz, la música brasileña, y todo lo demás, ha ido influenciándome. Pero la mayor parte de mi música sigue muy vinculada a los sentimientos que me inspira esto.
Y allá en España, ¿cómo es la movida?
España es un país donde hay mucho profesionalismo musical, profesionalismo significa mucho trabajo de músico. Aquí es un país donde hay mucho profesionalismo sin trabajo, o sea que hay mucha gente de mucho nivel, profesionales en el sentido del nivel que tienen, pero no pueden ejercerlo, porque no hay trabajo de músico prácticamente. España tiene mucho trabajo de músico entonces hay muy poca necesidad de ser tan creativo, original… los músicos se dedican a tocar, no tienen mucho tiempo. Aquí como uno no se dedica mucho a tocar, tiene que sacar sus trabajos adelante. Si no te sacás tu propia creación musical, si no inventás tu propia música, lo grabás y te hacés tu propio disquito y todo eso…¿qué vas a hacer?… si no te llaman para tocar, no hay dónde. No hablo solo de los bluseros, hablo de cualquier músico que quiera hacer música profesional.
En España no hay esa necesidad, y es un país donde en general hay muy poca pasión por este tipo de creación artística. La pasión se concentra en otras cosas. Es un país donde se vive bien, hay una gran pasión por comer bien… lo fundamental es comer y beber, y vivir bien. Ahí el objetivo de la gente es vivir bien, porque se puede vivir bien. Aquí vivir cuesta muchísimo trabajo, uno hace lo posible y termina viviendo bien, pero viviendo bien sin un mango. Allá la gente viaja, come, disfruta, tiene vacaciones, no se preocupa por la guita, se compra casas, la paga a 40 años. No hay esas preocupaciones que hacen que haya una necesidad de crear tan potente como hay aquí. Aquí uno crea y hace cosas no solamente porque sufre, sino porque es lo único que puede hacer. Un músico si no hace eso, no hace nada en este país.
Entonces uno termina considerando como muy importante aunque sea tocar gratis, en el teatro San Martín, por ejemplo. Lo pone en el Vitae: «toqué en el vestíbulo, en el hall, del Teatro San Martín». Lo cual es importante y es lindo, pero es gratis. Y eso ha deformado totalmente el concepto de profesionalismo aquí en la Argentina, y lo ha invertido: aquí uno tiene que pagar para tocar. Eso denigra totalmente la profesión.
Una de las cosas buenas que tiene la profesión de músico, que es vocacional y se hace porque a uno le gusta y la ama, es poder vivir de eso. Y aquí parece que no se puede.
Eso no tiene nada que ver con que haya media docena de tipos que viven bien. Hay media docena de «héroes del rock&roll» por ejemplo que bueno…que viven bien, son los más grandes del país, cómo no van a vivir bien. Pero después lo que son los músicos…cuesta mucho vivir acá. Entonces se sustituye, se vive de las ilusiones…y las ilusiones son artísticas, entonces hay mucha creación artística. Pero esa creación artística termina quedándose en casa porque no hay manera de darle curso.
¿Qué música estás escuchando ahora?
Poquísima. Es una deformación profesional que comparto con un montón de músicos, hablo mucho con mucha gente. Cada vez escucho menos música. Por ejemplo, escuchar un long play entero de alguien me resulta imposible, yo escucho dos temas de la gente que más me gusta y después tengo que cambiar a otro, no aguanto más de dos temas. Sigo escuchando mucho blues, me armo para escuchar un par de temas de B. B. King, otro par de temas de John Lee Hooker, otro par de temas de Clapton, otro de Robert Johnson…muy picadito, pero no más de un par seguido de cada uno. Escucho jazz, sobre todo jazz corriente principal, digamos Coltrane, Parker… escucho Pat Metheny, George Benson cuando toca la guitarra… escucho mucha música brasileña… de la música cantada es la única que aguanto. Flamenco escucho de vez en cuando, poquito porque es muy denso el flamenco, no se toma con agua, es complicado, es muy exigente para escuchar, hay que prestarle mucha atención. Y escucho mucha música clásica también. Pero esa «mucha» es un eufemismo, no escucho mucha música. Escucho poca música. El tiempo que tengo para dedicar a la música lo dedico a tocar, a estudiar, o a componer, o a grabar mi música. Pero escucho poca. Escuchar mucha me aburre.
¿Tendrá que ver con esa cosa de la «era de la imagen», que todo tiene que ser rápido, pasajero…?
No, porque yo lo que más hago últimamente en los últimos años es leer. En términos de el arte que más satisfacción me da, la forma mediática que más satisfacción me da interior es la lectura. No ha superado a la música en intensidad emotiva y evocativa, pero me gusta mucho leer. Leo con apetito, hoy en día necesito leer todos los días. Cuando me voy a dormir, todas las noches leo aunque sea media hora o quince minutos. Y no tengo esa necesidad de la misma forma con la música, puedo pasar dos o tres días sin escuchar música. Escuché mucha… Además sucede otra cosa: no escucho música con inocencia, le presto atención, demasiada, entonces laburo. Vos me ponés algo y yo escucho, a ver si está afinado, no está afinado, si está en tiempo, no está en tiempo…
De manera crítica…
Claro, entonces eso me ha hecho perder mucho placer en la audición de música. Hay circunstancias especiales: cuando estoy viajando, todo el tiempo que viajo escucho música y me cubro un poco de lo que no escucho normalmente. Si estoy en mi casa, si voy a comer y como con música me pongo música que me acompañe y no que me haga prestar atención. Si me pongo por ejemplo a Chuck Berry para comer, como como una bestia. Si pongo a Piazzolla me deprimo y no como. Claro… vos me ponés música y yo inmediatamente me pongo en la onda de la música, no puedo escuchar, ni ver, ni poner atención a cualquier otra cosa. Me copa totalmente. Si yo tengo que escribir o leer no lo puedo hacer con música, es imposible. Si escucho música es eso nada más, entonces me cansa.
No puede ser de fondo nomás…
No, la música de fondo ya te digo, puede ser viajando. Si estoy en un avión escucho música, me pongo los auriculares, me llevo la música que más me gusta y escucho ahí porque me sirve para relajarme y no darme cuenta que estoy en ese vehículo siniestro. He bajado mucho la cantidad de horas de escuchar música.
¿Qué cosas de tu infancia o adolescencia te marcaron en el camino que seguiste después musicalmente… el barrio en el que naciste, o la música que escuchaban en tu casa…?
En primer término, la música que escuchaban en mi casa, porque en mi casa había mucha música, la música era muy importante en mi casa. Mis viejos son entrerrianos, entonces el folcklore estaba a la orden del día en primer término, el tango y música clásica, mi madre con la música clásica al mango. El jazz es una cosa que no existía, de coté la música popular existía pero no había un mito con eso. En cambio con folcklore, el tango y la música clásica era todo el santo día, intensamente y con mucha insistencia, mucha fuerza. Los hermanos Ávalos, y Beethoven, y Darienzo, mucha información y todo el santo día.
Y después llegada la adolescencia las hormonas me llevaron a la música bailable, al rock&roll, y a todo eso. Y fue por ahí que fui descubriendo el vínculo que había entre la música popular y sobre todo la música afro. Ahí fui descubriendo el blues, el rock&roll… por supuesto que el rock&roll yo lo escuchaba y lo bailaba, pero yo no lo asociaba todavía, como lo pude asociar después con la misma raíz.
Indudablemente fue en mi casa que me hicieron amar la música. Mi madre estudió muchos años piano, y para ella la música era lo más importante que había, entonces muy rápidamente la música fue muy importante para mí, me acompañaba todo el tiempo…en mi casa, o si no en la cabeza, yo estaba todo el tiempo con la música.
Ya te digo, en la adolescencia fueron las chicas, la necesidad de acercarme a las chicas.
Y en esa época pre-Manal, ¿a quiénes estabas escuchando?
Yo estaba escuchando blues y el rock de los ’60. Sobre todo blues. Y yo muy probablemente fui el primer tipo que tuvo un disco aquí de Dylan, de Jimmy Hendrix, porque en ese momento estaba muy conectado con los que traían las primeras cosas y esos discos me llegaron primero que nadie. Lo sé porque nadie los conocía, muy probablemente fue así. suena un poco pedante pero… tomémoslo como no un dato de pedantería sino histórico. En el año ’67 yo escuchaba toda la psicodelia, pero sobre todo la que tuviera que ver con la raíz afro. Y en eso entraban desde Hendrix, Cream, John Mayall, todo el blues sobre todo el primitivo, escuchaba mucho folck americano, escuchana Dylan pero muchísimo, tenía todos los discos de Dylan. La gente que aquí más sabe de Dylan como Claudio Kleimmann y Pipo Lernoud que son gente que sabe muchísimo de eso pueden decirte que primeros discos que escucharon fueron los que yo tenía, por lo menos Pipo. Escuchaba mucho jazz de la época, mucho Coltrane, Charles Mingus… Y mi madre practicaba yoga, entonces por ella conocí a Ravi Shankar, y muchos más o menos en el mismo tiempo en que los Beatles empezaron con la onda esa hinduista que tenían, yo ya lo conocía porque mi madre tenía discos de Ravi Shankar y se escuchaba esa música en casa.
¿Cómo llegaron a las letras en castellano?
El genio de eso fue Javier Martínez. Javier fue el primer tipo que se le ocurrió que tipo de música podía ser cantada en castellano. Inclusive antes que los uruguayos, aunque los uruguayos lo hicieran a su manera también. Pero el talento de convertir, de adaptar… nuestro castellano que ni castellano, es argentino, a una fraseología y a una forma de cantar, y de vincularlo con una música como puede ser el blues, el rithm&blues, y las músicas que están en torno a eso, eso fue obra de Javier.
Y yo, que no creía en eso, no apostaba por el castellano, cuando realmente nos hicimos amigos y empecé a escuchar lo que él componía, y cómo lo cantaba, la profundidad y el interés de las letras que él hacía, la poesía de él, eso fue lo que me hizo pensar «sí, en castellano realmente se puede hacer esto, y tiene que ser hecho así porque si no, nadie va a entender nada».
Poder expresar nuestra realidad…
Y sí, si no… digamos, un movimiento que quiera ser importante llegando a la gente tiene que utilizar el vehículo del idioma. Si no, no hay forma.
¿Y ahora que estás haciendo, qué proyectos?
De todo. Acabo de terminar un trabajo mío de cuatro años, que es un libro de armonía, para la editorial Ricordi, que es una editorial importante. Me lo encargaron hace como tres años y pico, casi cuatro. Y eso fue lo que tardé en escribirlo. Vos sabés lo que es un libro de armonía… yo creía que sabía, hasta que lo tuve que hacer. Yo digo que es un trabajo que generalmente le corresponde a los músicos cuando tiene 70 años. O sea, las hormonas se aquietaron, hay más sabiduría y una cantidad de cosas… Y yo lo encaré a los 50. Y lo acabo de terminar, vine justamente por eso, a terminarlo, tenemos que terminar el CD, y otras cosas. Es un libro de armonía funcional.
El último año estuve dedicado exclusivamente a terminar el libro, y trabajé en él durante los últimos cuatro años. Y recién ahora estoy empezando a pensar en qué voy a hacer.
Hasta septiembre de 2003 dirigí la escuela más grande de música moderna que hay en España, que se llama «Escuela de Música Creativa» y queda en Madrid. Me llevaba todo el tiempo. Cuando entre en la escuela en el ’90 era una escuela de 100 alumnos, y cuando salí en septiembre de 2003 era una escuela de 1.000 alumnos. Laburé mucho, y estaba muy dedicado a la política institucional.
Y ahora como proyectos, quiero preparar material para grabar alguna cosa nueva, en lo posible no grabar temas antiguos de Manal, ni míos ni de nadie, sino partir para otras cosas. Quiero escribir, no solamente música sino cosas, porque el entrenamiento que he logrado con este libro de armonía…primero que he aprendido bastante y segundo que me gustaría escribir, por ese placer que te contaba antes que estoy teniendo al leer. Estoy sintiendo con la lectura el mismo placer que sentí en determinado momento con la música. Entonces digo «ah, que lindo escribir». Tengo ganas de escribir… anécdotas, cosas… Pienso que hay un terreno muy interesante que es todos esos años de los que hablábamos justamente, décadas del ’60 y del ’70 que no están escritos. Porque cuando se escribe, se escribe crónica, y lo que se escribe es siempre lo mismo. Se va al libro de Miguelito Grimberg, que es el que sentó las pautas de cómo vino la mano. Y se copia lo que está ahí, o se va a Marcelito Fernández Vitar, o se va a los tres o cuatro que escribieron libros y más o menos se copia lo que estaba ahí… y alguna fuente más que se descubre, algún dato. Pero lo que no hay es ficción escrita sobre esa época. No hay novelas… hay muy poco… está esa del Turco Asís… hay unas poquitas cosas. Pareciera que sobre esa época solo hay que escribir historia, crónica histórica. Y me gustaría escribir sobre esa época, pero no me gustaría escribir como ya escribí… porque tengo un trabajo muy avanzado que empecé hace unos años escribiendo justamente una crónica de todo lo que te estoy contando de mi adolescencia, final de mi adolescencia, antes de Manal. Y después paré porque estaba hablando de gente que existe, inclusive yo mismo… estaba muy atado de manos, no podía escribir. Cualquier cosa que escribiera podía herir a alguien, o si no tenía que mentir. Entonces la verdad que preferiría mentir directamente, y eso significa inventar, escribir ficción. Ahí hay una brecha histórica donde me gustaría escribir cosas.
Y después dentro del campo de la docencia lo del libro ya significa un paso importante para mí como concreción de algo que yo vengo haciendo hace 30 años, que yo vengo enseñando. Ya en la época de Manal yo enseñaba, ya tenía alumnos, me interesaba el tema, me gustaba enseñar. Me interesa en los próximos años seguir enseñando, hacer seminarios, y ese tipo de cosas.
La última vez que estuve en Rosario fui a dar un curso para la Federación, hace tres años o cuatro que fui a dar una clínica o master clase en el Auditorio del Parque de España. Me gusta eso de viajar, es lindo, y dar clases puntuales de dos o tres clases, o aunque sea un día… Digamos, no estoy tan convencido de volver a un tipo de trabajo como tenía en la Escuela de Música Creativa que era todos los santos días, todo el día, con una responsabilidad muy grande… yo soy medio vago la verdad… preferiría hacer una cosa más distendida, más libre. Y tocar… tocar. pero lo que pasa es que se que es difícil que pueda encontrar en la Argentina o en España, y vaya a saber dónde, las condiciones para tocar lo que yo quiero tocar y sobrevivir con eso. O sea que tengo que buscar compensar un poco las diferentes facetas y posibilidades que tengo profesionalmente, que son un poco más amplias que las de algunos otros músicos. Es decir, yo puedo hacer varias cosas distintas que músicos de mi generación pocos pueden hacerlo. Entonces… bueno, un poco de cada lado y con eso sobrevivir dignamente. No me interesa tener un BMW, es más… no tengo coche, ni miro las propagandas de coches con desesperación, ni en dinero me interesa en especial, pero la verdad que se vive mejor teniéndolo que no teniéndolo.
Pero quiero seguir además conservando algo que he logrado conservar, que es una cierta dignidad en todo lo que he hecho hasta ahora. O sea, la verdad que me vendía bastante poco. Así estamos…(risas). Debería haberme vendido un poco mas…dignamente claro. No tengo la apetencia ni el apetito desenfrenado en dinero, ni del poder, ni de ser el mejor guitarrista del mundo…pero quiero seguir tocando, seguir haciendo mis cosas, y viviendo. Porque realmente la vocación fundamental que he ido encontrando a lo largo de estos años es la vida…lo más interesante es vivir.
¿Tenés una banda armada allá?
No, allá no existe eso. Allá existen las bandas de rock y de pop jóvenes… jóvenes… digamos hasta 30 años, son bandas. Después todo lo demás funciona en bases a asociaciones muy puntuales. Si a mí me sale un trabajito ponele para el mes que viene, para la semana que viene, yo tengo cuarenta amigos a los que puedo llamar, los cuales tocan todos bien, de los cuales además veinticinco son argentinos, o treinta. Llamo a un bajista, le digo: «¿podés tal fecha?»… «Sí»… venga. llamo a un baterista, y así armamos, todos conocemos más o menos el repertorio. Si es un lugar interesante lo invito a Ariel Roth, o invito a Calamaro, a Leo Sujatovich que fue pianista de Spinetta Jade. Llamo a los que están ahí y les digo: «che tenemos un show tal día, ¿les interesa?»… «Sí, claro, ¿qué vamos a tocar»… «este blues, este otro, este tema y el de más allá», y se arma para tocar. Además te digo, a partir de una determinada edad el hecho de asociarse en un conjunto es más difícil que casarse. Es más fácil encontrar pareja, que encontrar músicos con los cuales formar un grupo. Porque los músicos por esencia somos gente muy individualista y egoísta. La gente se confunde, cuando escucha a un grupo y siente que hay groove, dice: «Qué lindo, como los músicos se entienden… y que bien que se llevan…» Y resulta que lo que uno tiene es profesionalismo, y entonces uno consigue juntarse bien, a pesar de uno. Porque yo conozco músicos que se están mirando entre sí y están pensando: «que cabrón ese, que hijo de puta… cuándo va a terminar ese solo, siempre hace lo mismo… Uh, ahora viene el solo de batería…» (risas). Y ese tipo de cosas, o gente que se odia porque uno levanta más minas que el otro… esas boludeces.
Pero yo hoy en día ni sueño con tener un grupo. Y tener un grupo fijo a mis órdenes en la realidad que se vive en España no tiene sentido. Aquí la falta de trabajo hace que la gente aquí tenga tiempo, se reúna y diga «vamos a llevar adelante un proyecto en conjunto». Y lo hacen. Allá hay mucho trabajo, entonces nadie tiene tiempo de decir «el martes ensayamos»… «no, el martes no puedo porque tengo que ensayar con fulanito, tengo una fiesta…»: hay trabajo. Es una cosa que es desconocida aquí, te tiene que ir muy muy muy bien. Acá tenés que decir «ensayamos tres veces por semana». Allá no se puede porque tenés que ensayar otras cosas, porque hay trabajo.
¿Cómo es la Escuela de Música de allá?
Es una escuela de música actual en general. Fue una de las escuelas que nació con el espíritu un poco de Berkley, en finales de los ’80, sobre todo con una tendencia jazzística. Y después a partir del momento que entré yo que se abrió hacia todo. Hay blues, hay jazz… hay materias comunes que estudia todo el mundo. La armonía que va a tocar alguien que va a tocar blues, alguien que va a tocar jazz, o que va a tocar bolero, es la misma. Armonía, entrenamiento auditivo, combos… no importa cuál es tu especialidad. La especialidad va a ir desarrollándola. Con el profesor de instrumento vas a estudiar específicamente el lenguaje que te interesa.
¿Vos con quién estudiaste?
Mas que nada escuchando discos, sacando solos y mirando a la gente tocar… que tampoco había nadie a quien mirar tocar… Fuimos dos que nos iniciamos en la misma época yendo de la casa de uno a la del otro, fuimos Pappo y yo. Yendo a la casa de Pappo, Pappo viniendo a mi casa, nos pasábamos yeites, nos copiábamos los yeites… escuchábamos… había otro que era Kay Galiffi que era el de Los Gatos que también tocaba blues… Pero tocábamos poco todos, no tocábamos muy bien, ninguno de nosotros.
El tema de la armonía lo estudié cuando fui a Berkley, ya de mayorcito. Yo me fui a Berkley en el ’76, yo tenía 27 años ya. Ya hacía varios años que vivía en Brasil. Ahí me enteré de los siete acordes de la escala diatónica, por qué una escala funcionaba con esos acordes…Ahí estudié armonía, y después me especialicé porque me gustó. Pero aquí llegué a tener en un tiempo dos o tres clases con un pianista de jazz que se llama Santiago Giacobbe, que ahora vive en España…uno de los grandes pianistas de jazz de aquí…pero dos o tres clases. O sea, me enseñó cómo se formaban los acordes mayores, los acordes menores, y la última clase que fui me enseñó cómo se formaban los disminuidos.
El vivía muy lejos, y yo empecé a actuar con Manal, entonces ya…Fui una vez a conocer a Oscar Alemann, a ver si tomaba clases con él, y me trató tan mal que no tuve ganas de estudiar con él. Me dio un ejercicio destructivo, y me dice: «hasta que no lo hagas no vuelvas». No volví. El estaba en una mala época, después lo redescubrieron y le empezó a ir muy bien. Ya sus últimos años los pasó como redescubierto Oscar Alemann, pero en esa época estaba viviendo en una especie de camarote de barco en una galería del centro, con su mujer, en la indigencia, muy pobremente. Entonces yo fui, y le daba bronca que un pibe de 20 años surja y todo eso, y me trató mal. Me dijo «bueno, vamos a tocar un blues». Empezamos a tocar un blues, yo empecé a estirar cuerda y todo eso, y me dijo: «¡No! Eso no sirve». Y yo dije…bué.
Así que realmente en el instrumento yo no tuve ningún profesor. Lo que sí después en Berkley aprendí armonía, y la armonía es lo más importante que ay que aprender. Junto a la técnica del instrumento, pero yo la técnica del instrumento la aprendí solo. Por eso tengo técnica, pero no tengo una buena técnica. Tengo una técnica suficiente para expresar todo lo que quiero, pero no soy un virtuoso como algunos que han surgido, por decir a alguien Pino Marrone, Lito Epumer, hay tipos que tocan heavy impresionante…en fin. Yo tengo una técnica propia que me basta para ciertas cosas, pero no es una gran técnica. Y llegué a lograr un poco de velocidad, pero tampoco soy un velocista. Y hoy en día ya no me importa. Lo que yo quiero es tocar lo que se me da la gana, sin trabucarme, sin pararme, pero la parte de Fórmula Uno ya no me interesa más (risas). Y si…es que si uno a los 55 años sigue con la Fórmula Uno…
El tiempo se nos acabó: llegó su padre a buscarlo para ir a almorzar. Me fui satisfecha de allí, no esperaba encontrarme con menos. La amplitud de ideas que reflejaba en sus palabras yo las aceptaba con una leve sonrisa y asentimiento de cabeza, ese gesto que hacemos cuando pensamos «…yo sabía…».
Me quedé pensado mucho en lo que relataba sobre ser músico en España y en Argentina. En España «no hay esas preocupaciones que hacen que haya una necesidad de crear tan potente como hay aquí»…
¿Será entonces una desgracia con suerte la nuestra?
¿Vivir de las ilusiones… cagarnos de hambre… nos hace más creativos y apasionados…?