Corvata cuenta cómo crearon «Basado en hechos reales», con un formato que los sigue mostrando como uno de los grupos más innovadores. También explica por qué se siente «más cantante que antes», y qué estructura tendrán los siguientes shows.
¿Qué hacer cuando ya editaste tu material en CDs tradicionales, en discos dobles, en vinilos y en DVDs? ¿Cómo sorprender a tu público después de haber girado por toda la Argentina y Latinoamérica, incluyendo puestas en escena memorables en estadios como el Luna Park? Carajo le encontró la vuelta a esos interrogantes, y otra vez dejó con la boca abierta a sus seguidores.
«Basado en hechos reales», su primer álbum en seis años, es un libro de tapa dura de 96 páginas. En él no se incluye el CD como objeto, pero sí un código QR que permite acceder a las catorce canciones en varios formatos, entre ellos el master sin compresión (96k/24bits), para oír la placa tal como el grupo en su estudio.
Dado lo novedoso del formato, Marcelo «Corvata» Corvalán (bajo y voz) se enfrentó con un pequeño inconveniente al registrarlo. «Fue algo interesante, porque era la primera vez que una banda sacaba un disco así -explica-. En la oficina, sobre la calle Moreno, el tipo me dijo: ‘Dejame ver, tenemos que hacerlo entrar a una categoría y entender qué es lo que realmente hicieron. No es un lanzamiento digital, pero por otro lado no existe el CD’. Terminó registrado como un disco tradicional, aunque también lo anotamos como digital. Si el día de mañana queremos inscribirlo como libro, es un trámite diferente. Lo importante era que quedara asentado como un lanzamiento oficial de Carajo».
-Lo interesante fue que crearon una «edición especial» sin que fuera necesario cumplir años ni festejar un relanzamiento. Sé que Andy Vilanova (batería) es coleccionista, y que miraron lo que habían hecho otras bandas antes. ¿Cuáles los inspiraron?
-Más que nada juntamos todas y vimos las realizaciones en sí, sin importar tanto los artistas. Pero encontramos una distinta, propia y original. La idea no era copiar ningún formato ni robarle a nadie, sino ver las opciones para analizar qué podíamos hacer. Así se terminó armando la medida del formato -21×21 cm- y que fuera tapa dura. Es un libro de rock, que tiene que ver con un disco y una banda que muestra su álbum nuevo. Lo distinto era hacer que eso viera la luz de esta forma. Por lo tanto vino bien mirar todas las ediciones, para más o menos imaginar algo propio. También sufrimos la realidad argentina de los precios y que esté todo un poco difícil. Nos hubiera gustado haber hecho un montón de cosas, como agregarle más contenido en el interior, pero no se pudo. Igual le dimos la dinámica que quisimos: hay fotos en una muy buena calidad de papel, escritos de puño y letra, y lo más novedoso, los QR. También hay distintos códigos que te llevan a ver videos, audios relacionados y demás.
-Gastón Montells, parte de la productora 300 y exdirector de La Tribu, los había ayudado a fundar el Club Carajo. ¿Cuán importante fue que colaborara ahora?
-¡Mucho! Es una persona que queremos, y confiamos en su óptica y la visión de cómo opina y trabaja dentro de los medios de producción. La verdad que fue clave, porque en la primera reunión le comentamos al idea y nos bajó a tierra: «Bueno, los libros se arman diferente a los discos». Nosotros estábamos acostumbrados a hacer el packaging y el booklet de un CD o un DVD, y nos puso en aguas de cómo realmente se diagramaba algo así. Y Laila Vilanova (la hermana de Andy) dirigió la realización. Ella armó el desarrollo: juntó las fotos, los videos, los textos y les dio una cohesión. Pero Gastón nos ayudó en esa primera etapa, porque queríamos que tuviera el lenguaje de un libro.
CAMBIANDO EL MÉTODO DE TRABAJO
-En los discos anteriores te tomabas un tiempo para escribir las letras, pero esta vez las hiciste en el día a día, mientras trabajaban en la música. ¿Eso fue buscado?
-Surgió así, y un poco lo fui manejando a propósito. Tenía mucha ansiedad de no tardar y de llegar a tiempo con todo, porque a veces las letras terminan siendo lo último. Por ahí estaba casi completa y me miraban como esperando, onda: «¿Y, loco?». A veces terminaba las letras mientras grababa las voces, y corregía sobre la marcha. Entonces dije: «Vamos a tratar de arrancarlas antes, y que puedan tener tanto desarrollo como la música». Me animé a tirar ideas y a escribir ahí mismo, apenas salían las primeras canciones. Fue interesante, y le dio el nombre al disco. Se llama «Basado en Hechos Reales» porque eran las cosas que pasaban durante esos días, y las charlas o frases que iban quedando, como el concepto de «La locura de los genios», que fue el disparador para esa canción. Y «Fin al dolor» es una historia muy fuerte, escrita en base a un viejo seguidor de la banda que se suicidó. Fue muy triste. Eso se juntó con las cosas cotidianas o las ideas más sociales, como «Advertencia» u «O.D.I.O.», que en realidad es una sigla para «Otro Día Intentando Olvidar». Ahí hablamos de lo fuerte que está el día a día, y de lo difícil y convulsionados que están los ánimos, con el enojo y la impotencia que sentimos como sociedad. Todo se alimentó en el momento, y fue un ejercicio para encontrar nuevas maneras de inspiración.
-Y además, imagino que escribirlo así te permitió hacer catarsis, en lugar de que las ideas quedaran encajonadas varias semanas.
-Sí, y en el caso de Lucas también tratamos de tomarlo con respecto. La historia suya fue un disparador, pero la canción trata de abarcar el suicidio en general, con la angustia de una persona que lamentablemente toma esa decisión. Casualmente, mientras estábamos con esa idea nos enteramos de las tragedias de Chris Cornell y de Chester Bennignton. Dijimos: «¿Qué está pasando?». Porque no se trataba de personas de bajos recursos ni pobres, sino que podía pasar en todos lados, con gente de todo tipo. Eran personajes exitosos o famosos, que jamás hubiéramos imaginado que podrían tomar esa decisión. Queríamos abrirnos a muchas ideas, hablarlo de una forma más global y no sólo desde la historia de Lucas.
-Un autor que te abrió la cabeza fue el brasileño Augusto Cury, que declaró que el suicida en realidad «quiere vivir más que nunca», y que lo único que desea es matar el dolor que siente.
-Sí, fue lo primero que se me vino a la cabeza. Había leído mucho de él cuando mis hijos eran chicos. Es un psiquiatra y psicólogo que se puso a escribir de grande y con un costado espiritual. Tiene mucho conocimiento de lo físico y del alma, y creo que, de tanto estudiar, dio en el clavo y explicó que a veces se lo juzga al suicida como una mala persona o que está re loco, pero es un acto desesperado por vivir. ¡No se quiere morir, sino todo lo contrario! Más bien siente que no hay otra salida. Espero que la canción pueda ayudarle en un futuro a las personas que pasen por una situación parecida.
-Imagino que les interesaba conocer la respuesta de Vicky, su novia. ¿Hablaron con ella después de escribirlo?
-Sí, obvio. De hecho yo tuve más contacto desde que pasó. Fui al velorio, al entierro y viví la tristeza del día a día. Lógicamente le conté y me agradeció, y se puso contenta porque nos acordamos de él. Le dije que no quería hacer nada que a ella le pareciera mal, y le mostré el primer boceto de la letra. Ella la aprobó, y vio las frases como muy ciertas. Por ejemplo, lo de las cosas que él «se había guardado» y que «no exteriorizó». Me sentí aliviado al hacer algo que fuera bien recibido por la gente que lo conocía, y por aquellos que pasaron por una situación parecida con familiares o amigos.
-Es muy loco que no podamos expresar lo que nos pasa, porque supuestamente estamos más «conectados» que nunca, pero a la vez más recluidos. ¿Creés que ese factor influye en la tristeza general?
-Sin dudas que sí. Hoy es más difícil compartir o comunicarnos, y parece mentira que con tantas redes sociales y medios el ser humano esté tan metido en su mundo y no comparta sus relaciones, y que no conozca a la gente. Pero creo que es lógico, a veces la evolución trae cosas que se pierden en el camino. La parte humana es la que primero se ve afectada: la tecnología avanza, pero lo demás no.
-En «A cara de perro» también parecés hablar de lo que sucede en las grandes ciudades.
-Sí, porque en esos lugares se sale a buscar el mango, y se endurecen las personas y los corazones. Tiene ese lunfardo o lenguaje más callejero, basado en el día a día y en la gente justiciera que sale a buscar lo suyo como sea, y está la ironía de que son unos perros con collares de mascotas. Jugué con esa idea principal, porque a veces uno está muy preso del sistema y pretende salirse con la suya. Y no siempre sucede. Eso de «A cara de perro» es una metáfora de tratar de ganarse un lugar a la fuerza, y de mirar a todos con desconfianza.
ENTRE EL BAJO Y EL CANTO
-En «Denso», Andy grabó con tres baterías distintas. ¿Hubo algún tema en el que vos hayas cambiado tu instrumento en la mitad? En los «Video Garage», por ejemplo, se te vio con un Rickenbacker…
-No, pero para cada uno busqué el sonido adecuado, que sí tenía que ver con diferentes bajos. Es algo que hicimos siempre, y hoy por suerte tengo muchos más bajos que antes (risas). Ese Rickenbacker era de Pepe -Céspedes-, de la Bersuit, y justo Andy estaba ensayando con él para un homenaje de la Sole al rock nacional. Así que lo agarramos y dijimos: «¡A ver esto, por favor!». Era un tornado, terrible. Lo llamé, se lo pedí y me dijo que sí, que le parecía un honor. Era el sonido que necesitábamos, pero en mi caso no cambié de bajos dentro de una misma canción. Con las guitarras sí pasó: en algunas introducciones limpias preferíamos unas Telecasters, y en las más pesadas Tery -Langer- usaba sus violas Valoy.
-Hace un tiempo contaste que te costaba considerarte «un vocalista con todas las letras», y analizaste lo que hacía Sting: en general, él canta cuando no toca, y viceversa. ¿Cómo fuiste combinando esas dos destrezas con los años?
-Sí, siempre pongo lo de él como ejemplo. Yo trataba de estudiar la técnica de algunos bajistas que tocaban y cantabqn, como Geddy Lee, de Rush; o Lemmy, de Motörhead. Y me di cuenta de que cada uno armó su impronta según el estilo y las canciones, porque todos eran diferentes. Eso me ayudó a entender que cada uno trata de ir al lugar que le sirve. Después de intentar tocar un riff re difícil y cantar arriba, dije: «No, esto es imposible. ¿Por qué voy a componer algo así, si me voy a arrepentir toda la vida y a llorar?» (risas). Lo importante para mí fue siempre que la melodía se conjugara con la canción. Lo mismo me pasa cuando una banda me invita a colaborar: muchas veces digo que no, pero cuando acepto, intento que nos pongamos de acuerdo y que vayamos al mismo lugar. En los primeros discos de Carajo resigné mi labor de bajista y me concentré en servirle al tema, más allá de aprender a cantar bien. Yo antes hacía coros, rapeaba y gritaba -se refiere a su etapa en A.N.I.M.A.L.-, pero esto era otra cosa. Ahora me siento un poco más cantante, aunque reconozco mis limitaciones.
-¿Sí? ¿Como cuáles?
-No puedo hacer todo lo que tengo en la cabeza, porque no me sale. Con mi instrumento es distinto, porque me siento un bajista y me animo a tocar con cualquiera, lo que sea: reggae, punk y metal. Salvo jazz, fusión o alguna cosa más extrema en la que no tenga tan clara, obvio. Toda mi vida fui bajista, y lo otro apareció en los últimos años. Todavía estoy ahí, terminando de perfeccionarme. Aparte nacemos con una voz y nos tenemos que acostumbrar y aprender a usar nuestras propias facultades. Es distinto a un instrumento, que lo cambiás, lo afinás y lo ponés en un equipo o en el otro.
EL PRINCIPIO DE TODO
Cuando una banda edita nuevo material, en realidad recién comienza un ciclo lleno de presentaciones, entrevistas, giras y videos. Pero sobre todo, llega el asentamiento del álbum en el público. Por eso, Carajo cambió el esquema de sus futuros show: en vez de tocar el disco completo -como en sus giras previas-, van a ir probando el material de a poco. «Fue para hacer algo diferente, y porque nos dimos cuenta de cómo son los tiempos de la gente hoy. Antes salía un álbum, lo compraban y lo escuchaban a full. Había más mística, mientras que hoy pasa un poco desapercibido -agrega-. A mí me pasa con bandas muy grandes, que sacan sus discos y me entero al tiempo, cuando veo los videos. De hecho, hace poco grabamos los clips de ‘Cenizas’ y de ‘Haciendo historia’, que van a salir próximamente. La idea también es sumar ‘O.D.I.O.’. Entonces nos propusimos enseñar las canciones de a poco, e ir probando las novedades».
Esa lógica seguirán los próximos shows de Carajo, entre los que se encuentran la presentación en Groove del sábado 1º de junio y en Enigma Club de Quilmes, el 15 del mismo mes. «Quizás más cerca de fin de año hagamos otro show en Capital, en donde nos concentremos en las canciones nuevas. Y calculo que para 2020 habrá algo importante, como un Luna Park o un Malvinas Argentinas -finaliza Corvata-. Este año no haremos ninguna apuesta grande en cuanto a convocatoria, porque estamos viendo cómo se asienta el disco, y analizando la economía y los ánimos de la gente. Para Carajo, ese termómetro es muy importante».