Axel Krygier, el multinstrumentista ex Portuaria, ya está decididamente embarcado en su proyecto solista y hace un repaso de su carrera artística.
¿Es tan cerrado el mercado argentino que muchas veces se mira más hacia afuera a la hora de editar un disco?
Yo lo hice acá porque fue lo primero que se me ocurrió. Pero después, con Javier Tenenbaum (director del sello Los Años Luz), nos hicimos un viajecito y nos fuimos a España a dejarlo por distintos lugares. Y a través de un amigo, Pablo Guadalupe, me acerqué a una especie de colectivos de DJ’s a través de una disquería y trabé relación vía mail con David la Fox, que se copó con que hagamos el disco.
Fue Buscado y a la vez accidental. Que se yo… hace poco me llegó un mail desde Japón de una señora que quiere licenciar el disco allá y está a cargo de un sello que se llama Bomba Records; cosas rarísimas.
Hablando de proyectarlo afuera. ¿Allá son más abiertos? Al menos pensando en tu música.
No sé. De una manera siento que las personas que vivieron cosas parecidas a las que viví yo, compatriotas, van a ser los que más entiendan los guiños y vivencias, o por ahí no. Para la gran mayoría no da resultado algo extraño; los más cercanos van a entender como vienen las cosas. Para los europeos o americanos por ahí tiene algo simpático eso del folklore local, algo exótico, porque muchas cosas tienden a ser posibles de consumir en mucho lugares. Ante una película de Hitchcock, no te planteás las barreras culturales. Te atrapa y listo. Existe una cultura occidental bastante globalizada que permite el consumo de compatibilidades, digamos.
¿Cómo te sentís siendo solista, ya que ahora estás expuesto como Axel Krygier y no como músico de banda?
Lo que encontré a partir de hace esto fue un perfil de artista; mi visión de las cosas. Más allá de que la palabra solista es más fácil usarla para alguien que arenga de su persona. Que se yo…los cantautores… gente que baja línea. Si me querés llamar solista, me llamo solista, pero era algo que necesitaba desde hace mucho tiempo, porque siempre grabé mi propia música, participe en bandas, pero no pudendo llevar mis cosas al vivo. El hecho de trabajar solo me echó bastante atrás, por una cuestión de modestia o timidez. Antes de sacar el disco pensé muchas variables, como cambiarme el nombre, o algo así. Disfrazar para envalentonarse y sacar tu producto.
Una cuestión de exposición
Sí. Frente a esa exposición, ver que es lo que te pasa. Es algo que para mí fue necesario, como sacarme un peso de encima.
Si ya tenías canciones desde hace bastante tiempo. ¿Porque tardaste tanto en editar algo?
Siempre hice temas, pero a partir de tener la computadora y un programa que me permitía editar, las canciones me empezaron a satisfacer más. Siempre me fue difícil componer con partitura, porque tiendo más a ser un improvisador, como trabaja un pintor sobre la tela. Tengo esa relación con el material: amasar. Y con la porta me quedaban temas cortos o mal grabados. A partir de la compu logre un sonido más limpio, así que me resulto más fácil componer. Mezclo, saco y voy haciendo un licuado, cosa que antes no podía. Por ejemplo el disco, es un laburo muy artesanal.
¿Cuánto hay de improvisación en Axel Krygier?
Casi todo (risas). Hay mucho que trabajé improvisando y después seleccioné las partes que me gustaban, las convertía en frases. Les pego las frases y las convierto en un riff. Eso me pasa bastante.
No sos para nada estructurado, como los cancionistas.
Claro, pero voy en busca de eso, Siento que es algo que tengo que aprender: a armar mejor las canciones. Pero para eso me queda un largo trecho todavía.
¿Y en vivo?
Trabajo mucho sobre las formas de los temas para poder ordenarlos, con muchas reducciones de voces u otros sonidos. El vivo es algo más «acusticón».
Y se encuentran otras texturas…
Claro, sí, sí. Mirá, a mí me gusta más lo que pasa con los temas en vivo. Es como que tengo una elipse, que por ahí plantéandola sola con arreglos en el disco, no llego a sentirla del todo. La variación es algo que le da riqueza. En estudio uso bastante repetición, y eso ayuda. Trato de ir armando una especie de cosa no periódica.
Después de tocar para grandes audiencias, como con La Portuaria y Soda, ¿Cómo balanceas ahora esos estados?
Bueno, lo de La Portuaria fue primero un trabajo; agradable, pero un trabajo. Yo toco desde los trece años en vivo y siento que es expresión pura. Pero después todos volvemos a casa, prendemos la tele, leemos un libro o grabamos un tema: Yo prefiero quizás leer un libro.
Pero no todos son Axel Krygier…
Debo reconocer que de alguna manera sentía un poco de pudor, ya con el hecho de sacar un disco. Algo tipo: «¿Que es lo que este tiene para decir?». Pero la gente con la que trabajé me tiró mucha onda, como Gustavo (Cerati). Y creo que esa exposición ayuda a que digan: «ah, este es el músico de tal…». Eso te da un mínimo de credibilidad que creo me vino bien.
¿Te molesta que se te nombre como un «ex Portuaria»
No, porque es así. Para el público es así. Si algunos me recuerdan de La Portuaria, está bien. Y no puedo hoy en día identificarme totalmente con lo que es La Portuaria; sí con algunas de sus partes. Pero como la banda tuvo varios estadios, comodidades e incomodidades, puedo renegar pero nunca del todo. La Portuaria me dio de comer, aprendí mucho y la pasé muy bien.
¿Qué disposición tenés cuando haces música para films?
Bueno, aborrezco esto pero a la vez reconozco que te da muchas satisfacciones, porque estás forzado a crear y al final… ¡¡¡te encontrás con tu muñequito!!! (risas). Es tu criatura. Vos la mirás y tiene tus ojitos (risas). Pero me cuesta más adaptarme a temas que no me atraen y no me agradan, por eso agradezco que mis discos me den algo de vida artística o personal, porque es lo que me gusta. Creativamente hablando, es mucho más saludable.
Bueno, pero tan mal no lo debes hacer porque te siguen llamando para que compongas para films
No, no, yo lo acepto porque aprendo. Tener que terminar la música para una película, aunque sea hipotética, es como «hacerse cargo». Tiene su encanto y tiene su bajón, pero siempre trabajo en casa, lo que me da comodidad.
¿Lo sentís como una obligación?
No es que no me guste, pero es como el despertador. Trabajo desde la mañana hasta a la noche, porque si no, no llego, y eso es lo que no me gusta, porque me quita libertad, la haraganería, el vivir sereno. Pero imagino que le debe pasar a la gran mayoría. Por ahí el artista que se consagra y puede vivir de lo suyo es un tipo que hace lo que le gusta y puede vivir de esa realidad, y yo estoy en el medio. He trabajado jornadas de 30 horas seguidas, pero vuelvo con una sonrisa en la cara, y no la estoy pasado mal, pero…
¿Qué cosas te quedaron del folklore?
Y, mi música tiene mucho de homenaje a esa época, porque fue un período donde nos matábamos ensayando. Era como un compromiso con la performance en vivo muy fuerte, aunque al final no tocábamos casi nunca (risas). Tenía trece años y los tipos con los que tocaba me ensañaron a hacerlo con swing. Horas de ensayo, aprenderse temas larguísimos…, eso fue increíble. Era folklore, pero de proyección «pre Vitale», rasposo.
¿Y como pasaste al rock?
Fue en el año ’83, Yo escuchaba la música que traían familiares en Europa, como Talking Heads, Laurie Anderson. Y por otro lado seguía con el grupo de folklore, reaccionarios a esa movida (risas). Tenía el pelo largo hasta la mitad de la espalda, pero iba al Stud a ver a Clap, a Los Redonditos, a Fricción. En el ’85 me corté el pelo y decidí que camino seguir. El tema del folklore vs. Rock era como hippies vs. modernos. Me parecía que el cambio era lo más divertido. Creo que la discriminación por las cuestiones estéticas es como cruzar de un lado a otro. Respeto a las otras corrientes del arte, por más reaccionarias que sean.
Y se ve en la mezcla de tu música.
Si, en muchos casos son casi manifestaciones de este pensamiento. Puedo usar con naturalidad los ritmos porque tengo simpatía con lugares remotos.
¿Hasta cuando seguiste con los folkloristas?
Hasta los 17 años. En esa época fue que conocí a Luca, Lo digo porque fue como un primer paso dentro de los que era el rock y un reconocimiento personal, si se quiere.
¿Dónde fue?
En el Programa Tom Lupo Show. Yo llevé mis temas una vez y Lupo perdió el cassette. Me pidió que vuelva y cuando fui estaba Luca. Y a partir de eso se me abrieron miles de historias. Cada vida es una puerta, ¿no?. Ahí me puse a hacer temas que tenían que ver más con el rock, quizás por algunas pretensiones de músico. Hice cursos y estudie música contemporánea, aunque sean ambientes super reaccionarios también.
¿Lo seguiste viendo a Luca?
No, tiempo después se murió. Lo que sí me pasó, post mortem, fue que un año después apareció una entrevista en donde él me mencionaba con una de las personas que más le gustaban, y eso para mí fue… imagináte. Pero en realidad, no sé si fue tan bueno, porque en algo me traumó.
Y eso que no era un tipo que regalaba elogios…
No, no, fue muy fuerte. Mucha gente que no me saludaba lo empezó hacer y esas cosas, pero por otro lado me costó asumirme como ‘persona con nombre’. Siempre preferí la parte de atrás en lo que es el show bussiness. A mí me gusta tocar… aunque conducir una banda es algo difícil. No me siento con la pasta que necesita un líder para salir adelante. Y ahora…me tengo que hacer cargo (risas)
¿Extrañás ser un músico de banda?
No. Lo que extraño a veces es tocar ‘música’ en banda. Es sí lo extraño. Pero por otro lado a mí no me gustaba salir de gira y esas cosas. Ya en La Portuaria me costaba bastante estar con buena predisposición. Lo tomaba como una especie de válvula de escape
¿Y cual era el conflicto?
Y, ya eran años de ocupar un lugar como músico accesorio de vientos, y eso me rompía las pelotas. Si tenía una idea, no podía ser por la cuestión que fuera. Entonces, siempre la ‘cuestión’ estaba en manos de otros. Los músicos invitados de la banda nos fusionábamos bastante, éramos parte importante del show. Inclusive yo cantaba un tema y en las giras yo tenía mi tema. Pero en los discos, al menos en Huija, que fue el último, ya hubo un paso atrás. Volvimos a ocupar el lugar de los caños, todo se enrareció y en parte agradecí que se terminara.
¿Te molestan las giras?
Depende. Lo que pasa es que en esos años empezó la malaria. Luego de grabar «Huija», – viviendo en Nueva York y pasándola bárbaro-, lo último que hicimos fue un viaje a Barcelona para un festival que ni se hizo. Un argentino lo organizó. El tipo esperaba a 50.000 personas y fueron tres. Lo presentaba David Byrne y toda la bola.
¿Qué pasó?
Había otros festivales, números de músicos gratuitos y cosas excelente, y la ciudad quedó vacía. No había nadie, nadie. Entonces se suspendió y ahí que se separó La Portuaria. Entonces después de lo de Soda, dije «Basta, nuca más me voy de gira».
¿Cómo ves hoy al rock argentino?
¿Cómo lo veo? (silencio largo). Me parece que debe haber más cariño hacia el rock como lugar donde confluyen muchas estéticas y donde no se niega el ritmo como un valor. Hay muchos músicos que sacan muy buenas cosas, pero que no fluyen hacia el gran mar del rock. Falta un poco de riesgo; como el pensamiento punk, pero fino. Eso, le falta fineza y furia. Lo que veo con furia, lo veo falto de trabajo y viceversa. Tiene que nutrirse mas de esas cosas. Y sus cultores más puros por ahí estudiar un poco más (risas).
¿Y vos dónde estas parado?
Y, mi música es como un mueble de oficina, un objeto decorativo. Si le sirve a alguien como alimento para generar algo que sea abra a estéticas sin ser comido, bien. Pero lo mío es algo chiquito.