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Amanda Palmer: el arte de pedir

  • Redacción Rock.com.ar
  • 5 abril, 2014

Amanda Palmer explica por qué la industria musical está como está y, lo más interesante, cuál es la fórmula para vivir sin ella.

Amanda Palmer

Amanda Fucking Palmer encabezó la banda The Dresden Dolls y desde hace unos años viene publicando material solista y junto a otros artistas a través de su web. De hecho, su caso fue destacado en todos los medios de internet: recaudó 1.2 millones de dólares a través de KickStarter. Fue invitada a participar del ciclo de charlas de TED: «No hagan que la gente pague por la música», dice. «Déjenlos pagar». A continuación, la transcripción de su conferencia que, obviamente, también puede verse gratuitamente en video.

No siempre me gané la vida con la música. Por cerca de 5 años después de graduarme en una prestigiosa universidad de artes, éste fue mi trabajo diario: me autoempleé como una estatua viviente llamada la Novia de 2 metros, y me encanta decirle a la gente que hice este trabajo, porque todo el mundo siempre quiere saber quiénes son estos bichos raros en la vida real. Me pinté de blanco un día, parada sobre una caja, puse un sombrero o una lata a mis pies y cuando alguien venía y dejaba dinero, les entregaba una flor y un intenso contacto visual. Y si no tomaban la flor, ponía un gesto de tristeza y nostalgia mientras se alejaban.

Así que tuve los encuentros más profundos con la gente, especialmente con personas solitarias que parecían no haber hablado con nadie en semanas, y lográbamos este hermoso momento de prolongado contacto visual, hecho posible en una calle de la ciudad, y nos enamorábamos un poquito, de cierta manera. Y mis ojos dirían, «Gracias. Te veo». Y sus ojos dirían, «Nunca nadie me ve. Gracias a ti».

Algunas veces me hostigaban. Algunos me gritaban cuando pasaban en auto… «¡Conseguite un trabajo!». Y yo pensaba «éste es mi trabajo». Pero duele, porque me hizo temer que de alguna manera no trabajaba, que estaba haciendo algo injusto, vergonzoso. No tenía ni idea de la perfecta y verdadera educación que estaba obteniendo para el negocio de la música, en esta caja. Y para los economistas por ahí, les puede interesar saber que en efecto tuve un ingreso bastante predecible, lo que fue impactante para mí, dado que no tenía clientes regulares. Pero más o menos 60 dólares en un martes, 90 el viernes. Era constante.

Y mientras tanto, estaba de gira y tocando con mi banda, The Dresden Dolls. Finalmente, empezamos a ganar suficiente dinero como para que pudiera dejar de ser una estatua, y según empezamos a viajar, realmente no quería perder esa sensación de conexión directa con la gente, porque me encantaba. Así que después de todas nuestras funciones, firmábamos autógrafos, abrazábamos a los fanáticos, pasábamos el rato y hablábamos con la gente. Comenzamos a pedirle ayuda a otros artistas, para que se nos unieran. Yo localizaba a músicos locales y artistas que pasaban el sombrero y después se nos unirían en el escenario.

Y luego llegó Twitter, e hizo las cosas aún más mágicas, porque podía pedir al instante cualquier cosa en cualquier lugar. Que si necesitaba un piano para ensayar, una hora más tarde estaba en casa de un fan. Éso me pasó en Londres. La gente nos traía comida casera de todo el mundo y comíamos juntos. Una vez tuiteé «¿dónde puedo comprar en Melbourne un irrigador nasal?»… y una enfermera de un hospital trajo uno al café donde yo estaba y le invité a tomar algo. Nos sentamos a hablar de enfermería y de la muerte…

Y me encanta este tipo de cercanía al azar. Hago un montón de couchsurfing. En mansiones, donde todos los miembros del equipo tenemos una habitación propia, pero no hay wifi; y con okupas punk, todos en el suelo en una habitación sin baño, pero con conexión. Claramente, ésta es la mejor opción (risas).

Mi equipo una vez llevó nuestra camioneta hasta un barrio muy pobre de Miami y nos dimos cuenta de que nuestro anfitrión de couchsurfing para la noche era una chica de 18 años que todavía vivía con sus papás y todos en su familia eran inmigrantes indocumentados de Honduras. Y esa noche, toda la familia se fue a los sofás y ella durmió junto a su madre para que nosotros pudiéramos tener sus camas. Yo estaba acostada ahí pensando, estas personas tienen tan poco! ¿Es justo? Y en la mañana, su mamá nos enseñó cómo hacer tortillas y quería regalarme una Biblia. Me llevó aparte y me dijo en su pobre inglés: «tu música ha ayudado tanto a mi hija. Gracias por quedarte acá. ¡Estamos todos muy agradecidos!». Y pensé: ésto es justo. De éso se trata.

Una vez le pedí a una banda telonera si quería salir a pasar el sombrero entre el público, para conseguir algo más de plata. Pero uno de los integrantes de la banda que me confesó que él no podría hacerlo, porque sentía que pararse ahí con el sombrero era muy similar a rogar. Reconocí su temor. «¿Es esto justo?» y «Consigue un trabajo».

Mi banda fue creciendo y firmamos con un sello importante. Nuestra música es una mezcla entre punk y cabaret. No es para todo el mundo… bueno, ¡tal vez es para ustedes! Como sea… firmamos un contrato y vivimos toda esa algarabía que precede a nuestro siguiente disco. Sale y vende unas 25.000 copias en las primeras semanas, pero en el sello lo considera un fracaso.

Yo les dije, «25.000, ¿no es mucho?».

Me contestaron: «no, las ventas están bajando. Es un fracaso». Y se borraron.

Poco después, en medio de una firma de autógrafos e intercambio de abrazos luego de un recital se me acerca un chico y me da un billete de 10 dólares. Me dice: «Lo siento, copié tu CD de un amigo» (Risas). «Pero leí tu blog, sé que odiás a tu sello. Sólo quiero que aceptes este dinero».

Esto empieza a suceder todo el tiempo. Me convierto en el sombrero después de mis propios conciertos, pero tengo que estar ahí parada físicamente y aceptar la ayuda de la gente. Y a diferencia del chico de la banda telonera, realmente tengo mucha práctica estando ahí de pie. Gracias.

En ése momento decidí que comenzaría a regalar mi música gratuitamente online siempre que sea posible. Es como Metallica por allá, Napster, malo… Amanda Palmer por acá. Voy a alentar los torrents, las descargas, que compartan… pero voy a pedir ayuda, porque veo que funcionaba en la calle. Así que salí de mi sello y para mi siguiente proyecto con mi nueva banda, la Gran Orquesta del Robo, recurrí al crowdfunding, con esas miles de conexiones de había hecho. Le pedí a mi público que me ayudara. La meta era de 100.000 dólares. Mis fans me apoyaron con casi 1.2 millones, que es el mayor proyecto de crowdfunding de música hasta el momento. Y en la web se puede ver cuánta gente es: son cerca de 25.000 personas.

Los medios me preguntaron «Amanda, el negocio de la música está cayendo y vos fomentás la piratería. ¿Cómo hiciste para que todas esas personas pagaran por tu música?». Y la verdadera respuesta es: «no hice que pagaran, se los pedí». Me había conectado con ellos, y cuando eso pasa, quieren ayudarte. Es algo contrario a la intuición para muchos artistas. No quieren pedir cosas. Pero no es fácil, no es fácil pedir. Muchos artistas tienen un problema con esto, porque pedir te hace vulnerable.

Además, empecé a recibir muchas críticas online después del éxito en Kickstarter. Continué ofreciendo a músicos aficionados que se unieran a nuestro show para algunas caciones a cambio de amor, entradas y cerveza. Y aparecieron críticas muy dolorosas, hay gente diciendo que no tengo permiso para pedir este tipo de ayuda. Me recuerda realmente a los que me gritaban desde los coches «consige un trabajo». Porque no estaban con nosotros en la vereda y no podían ver la conexión que se formaba entre mi gente y yo. Un intercambio que fue muy justo para nosotros pero ajeno a ellos.

Así que esto es algo ligeramente inseguro para el trabajo. Al final de una fiesta en Berlín me desnudé y dejé que todos dibujaran sobre mí cuerpo. Ahora, déjenme decirles que, si quieren experimentar la sensación visceral de confiar en extraños, les recomiendo ésto. Especialmente, si los extraños son alemanes borrachos… Se trató de una conexión ninja, porque lo que realmente estaba diciendo ahí era «confío tanto así en ustedes… ¿Debería? Muéstrenme».

Durante la mayor parte de la historia de la Humanidad, los músicos, los artistas han sido parte de su comunidad, no estrellas intocables. Ser una celebridad hoy en día se trata de un montón de gente que te ama a la distancia. Pero el contenido que podemos compartir libremente en internet nos lleva al pasado. Se trata de unas pocas personas que te aman de cerca. Y con esas personas es suficiente. Así que muchos se confunden con la idea de no tener un precio concreto. Lo ven como un riesgo imprevisible, pero las cosas que he hecho, en Kickstarter, en la calle, tocar el timbre… no lo veo como riesgos. Los veo como confianza.

Ahora están llegando las herramientas online para hacer el intercambio tan fácil y tan instintivo como en la calle. Pero ni las herramientas más perfectas van a servirnos si no podemos mirarnos unos a otros y dar y recibir sin miedo. Pero, más importante, pedir sin vergüenza.

He pasado mi carrera musical tratando de encontrar personas en internet de misma la forma que lo hice parada arriba de esta caja. Así que bloguear y tuitear no sólo sobre las fechas de mi shows y mi nuevo video, sino sobre nuestro trabajo, nuestro arte, nuestros temores y nuestras resacas, nuestros errores… Y nos vemos unos a otros. Creo que cuando realmente nos vemos mutuamente, queremos ayudarnos unos a otros.

Creo que la gente se ha obsesionado con la pregunta equivocada. «¿Cómo hacemos para que la gente pague por la música?». Qué pasaría si empezamos a preguntar «¿cómo dejamos que la gente pague por la música?»

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