Ya desde el título, «Yacanto» se postula como un disco de canciones urgentes. Y esa urgencia se hace carne en las letras y en la voz de Ale Kurz, en la energía desbordante de la banda y en el uso (y abuso) de los riffs in crescendo. Casi como una oposición al arte de tapa —intencionalmente opaco, rústico, de apariencia artesanal y reminiscencias prehispánicas—, El Bordo propone un disco intenso, que casi no da respiro.
Desde sus inicios, cuando todavía cursaban el secundario en el colegio Carlos Pellegrini, el quinteto mamó influencias del rock nacional (Los Piojos, Divididos), pero tomó como modelo, ético y estético, a La Renga. Ahora, casi diez años después, el influjo del grupo de Mataderos persiste, pero el paradigma parece ser otro. El Bordo apunta, ahora, a un sonido más internacional (llámese Pearl Jam, Audioslave o Velvet Revolver). Es cierto, El Bordo no se despega del rocanrol en estado puro (apenas una gaita y unos tambores que le dan un colorcito a «El carnaval»; unos arreglos jazzeros del «Pollo» Raffo en «Puerto Escondido»), pero lo ejecuta con una entereza conmovedora. Las letras de Kurz, apelativas, inteligentes, vibrantes, tienen el don de tocar una fibra emotiva e imprimirle un tono épico a la banda. «¡Esta es la última vez que vas a oírnos por primera vez!», ruge en «Guerreros del viento». Probablemente sea cierto. Yacanto suena a visagra, que acaso les abra el camino a la masividad.