De nuevo, Juan Ravioli recurre al título que Robert Schumann eligió para bautizar su obra básica para noveles pianistas. Adiferencia del genio romántico, el orquestador del detalle impone el rigor serial luego de sorprender a distraídos y enterados con un debut de corte atemporal, minucioso, inspirado… Si la idea rectora de «Volumen I» fue ensamblar las canciones como pequeñas catedrales de arreglos, la segunda entrega llega aun más lejos: temas que parecen suspiros y no logran superarlos 50 segundos, libertad para internarse en tempos lentos o detenerse en algún movimiento perdido entre Invisible, Aquelarre y el Pez más progresivo. Todas estas travesías del músico de voz tímida podrían quedar reducidas a una simple demostración de aptitudes si detrás de las paredes de imaginación, dominio instrumental e ingeniería sonora no abrigaran una canción. Como dicta el manual del buen romántico, Ravioli cuida la frágil criatura sin enviciarla con certezas poéticas ni obligaciones de seducción instantánea.