Los Espíritus logran una estética original en «Agua ardiente», su tercer disco. Maxi Prietto nos acerca pistas para adentrarnos en el imaginario del sexteto.
Hay un viejo axioma que sostiene que si sos capaz de reconocer en pocos segundos la banda que está sonando, es porque esta encontró una identidad y su punto de maduración. No una maduración relacionada necesariamente con la experiencia o la reflexión, sino más bien como la de un fruto, bien jugoso, que pide ser comido en el momento. Y, como entonan ellos mismos en uno de los puntos más altos del disco, «hay tanto jugo por aquí».
Desde el comienzo marcial, con el wah wah al frente y la voz de Maxi Priettoreverberando sobre la base, uno sabe lo que está escuchando. En «Huracanes», que abre el disco y uno espera que sus próximos conciertos, se encuentran esas dos características que han distinguido su obra desde los comienzos con Prietto Viaja al Cosmos con Mariano. La insistente presencia del tradicional pedal de filtro lo sitúa en una línea histórica junto con el Pappo de «Algo ha cambiado», con Nacho Smilari –guitarrista de Piel de Pueblo y Cuero– y, sobre todo, con Edelmiro Molinari. «Edelmiro es una superinfluencia, siempre me gustó mucho su estilo. Y los discos de Color Humano me parece que siempre estuvieron un poco desvalorizados. Para mí, tienen un sonido único, no solo las guitarras sino las composiciones, la duración de los temas, las partes instrumentales, cómo están pensados y tocados«, se entusiasma Maxi en la reivindicación que, en los últimos años, ya han hecho Los Natas y Carca.
Prietto agrega que «incluso el wah wah es la influencia directa de Jimi Hendrix, es como el profesor de esos sonidos locos que se pueden sacar de las cuerdas«. Si bien predomina en el resultado, sería realmente injusto reducir el logro identitario de la banda a la utilización del pedal. Su contrapunto en la guitarra, Micky Mactas –tecladista de Yataians y productor en los discos de Rolando Bruno en su Estudio 7–, abrió el abanico al agregarle con sutileza trémolo y delay, refinando los arreglos sin perder contundencia.
Una convicción que reafirman en sus shows en vivo, donde construyeron una sólida base de seguidores que encuentran un bálsamo en sus presentaciones. Con la gira «Hacele caso a tu Espíritu» recorrieron México, Colombia, Chile, Uruguay y gran parte de nuestro país, usando los tiempos muertos para terminar las composiciones de este disco. Y Prietto reconoce que algo de todo ese polvo acumulado pudo colarse en el resultado final: «Creo que de esos países el que más influencia tuvo fue Colombia. Flasheamos mucho con la música de allá, además de haber ido con el Pipe –baterista de la banda, nacido en Medellín–, con Henry Fiol, Willy Colon, Hector Lavoe«.
La línea de tres conformada por Pipe Correa, el percusionista Fer Barrey y el bajista Martín Ferbat aprovecha en Agua ardiente ese calor que emanan los discos del mítico sello Fania Records. Pero ellos tres no son los únicos integrantes que acusaron recibo de la exposición a la salsa y el latin groove: «También empezamos a pensar mucho las canciones más desde el ritmo que desde un punto de vista melódico. No sé cuánto se llegó a meter en el sonido porque en definitiva es un disco de rock, pero sí nos cambió a todos la cabeza y la forma de tocar«.
Una admiración por el ritmo, el movimiento y, por qué no, la danza, que parece ser el secreto de su éxito entre una juventud quizá hastiada de la languidez a la que nos malacostumbró cierta facción del indie. No es tarea sencilla registrar en un álbum ese clima reinante en sesiones multitudinarias donde ellos ofician de médium ante una audiencia que se entrega extasiada.
En el intento de capturar fielmente ese ectoplasma modificaron el proceso de grabación utilizado en Gratitud, su anterior trabajo. Prietto explica que «tratamos de registrar lo que sonaba en la sala. Teníamos ganas de grabar como lo hacían los grupos que nos gustaban a nosotros. Hay discos antiguos de blues y rock en los cuales nos parecía que el sonido era medio confuso y eso les daba un misterio que estaba bueno. Después, en la práctica, el sonido que quedó no tiene nada que ver con eso, pero el camino que emprendimos sí. Vimos cómo se grababa en otra época, y por eso decidimos hacerlo en cinta. Y tratamos de que todo esté regulado desde los dedos, de nuestra interpretación«.
Aun cuando Los Espíritus bajan las revoluciones, como en la rutera «Perdida en el fuego» de Santiago Morales (voz y guitarra acústica que cierra la formación), conservan esa vitalidad y desplazamiento. En la contemplativa «Luna llena», donde cantan a dúo, y la brillante «Esa luz» pareciera abrirse la puerta para explorar nuevas modalidades dentro del estilo de la banda.
Esa estética propia que Los Espíritus consolidaron en Agua ardiente excede el plano musical. Las letras de Prietto y Morales alcanzan esa autenticidad tan buscada a la hora de abordar la cotidianidad urbana, pero que suele entregar magros resultados. La sensibilidad para evitar lugares comunes o figuras recurrentes los sitúa a mitad de cuadra entre Javier Martínez y Pity Álvarez. Según Prietto, «las letras tienen que ver siempre con la cotidianidad, hay cosas por la calle que te dejan… qué se yo… Vas caminando por Paternal un día de lluvia y ves un chabón arrastrando un monstruo gigante de cartones y no podés creer que esa sea la realidad de una persona. Me acuerdo también en Quilmes: una señora que debía tener setenta años y estaba arrastrando siempre estos carros, no sé cómo seguía trabajando y haciendo eso. Esas cosas te afectan de alguna forma. Después, sí creo que en las letras que tienen esto del entorno que puede llamarse a veces político se corre el riesgo de hacer una canción poco interesante o caer en un lugar medio feo. Pero ojo, que también se da en otros tópicos, en todo. Si hacés una letra de amor, puede salir muy bien o puede salir un desastre«.
Nota: Martín Garrido
Foto: Micaela Masetto