«La Pentalpha», segundo trabajo como solista de Christian Basso y sucesor de Profanía, es un disco que requiere una escucha atenta: sí uno se atreviese a ponerlo como mero ambiente se estaría perdiendo de toda su riqueza. El mérito es de su autor. El ex bajista de La Portuaria se revela como uno de los espíritus más inquietos de su generación, alejándose casi por completo del formato rock para ofrecer una suerte de música global en la que todo está permitido.
Canzonettas; chanson francesa; la voz de soprano de Eva Paludi; hot jazz; temas que huelen a desierto al mejor estilo Calexico, Morricone en plan spaghetti western o Ry Cooder Paris, Texas; instrumentales en la tradición del gran Nino Rota; un piano nocturno con un vaso de whisky al lado, humo de cigarrillos y los últimos parroquianos del bar (en “Drusila”); orquestaciones de cuerdas y bronces tocadas por músicos de carne y hueso (aquí la palabra sampler suena como un insulto)… Ese es el universo por el que se mueve Basso, suerte de director de orquesta que disfruta de componer (no hay ningún tema que suene a improvisación) y tocar. Como buen ex estudiante de antropología, Basso sabe de manera perfecta que “toda clasificación es una forma de simplificación”. Y por eso se niega a quedarse en un solo lugar. Enhorabuena: este sistema ambicioso le permitió registrar uno de los mejores discos de este año.