Pese a la disciplina que promete su nombre, «Hija del rigor» es macanudo, moderadamente alegre, perfecto para regalarle al «tío piola», ese cuarentón que usa chombas y maneja un Mégane. Si creáramos el subgénero «cantante femenina madura de pop rock argentino», éste sería el disco arquetípico: un puñado de canciones denodadamente radiales que en su mayoría versan sobre los golpes lindos y feos que nos da la vida mientras pasa. El objetivo es acompañar sin sobresaltar, y Fabi lo cumple mediante estructuras sencillas, arreglos tímidos que mandan al frente a las melodías y las letras y, sobre todo, Una voz eternamente juvenil que le saca el jugo a la corrección que da el oficio. Amor perdido («Mago en prosa»), amor encontrado («Una tregua»), amor filial («Zamba para Totó», dedicada a su abuela) y amor ¿psicópata? («lo voy a llamar veinte veces por día», amenaza en «Obelisco»): todos van dejándole a la autora los magullones que muestra en la portada, y ella, en vez de lamentarse, los transforma en un pop no exageradamente ganchero, amigable al fin. Cierto es que en la traducción se pierde sorpresa, pero cada uno sabe dónde busca lo que busca: lo que hay por aquí es música de fondo para cualquier viaje en auto animado. Y si es con aire acondicionado, mucho mejor.