Andrea Alvarez es una mujer de otro tiempo. En épocas de megaexposición e histeriqueo tecnológico, se sumergió en las oscuridades analógicas del histórico estudio ION y grabó su mejor trabajo hasta la fecha: «Doble A».
El submarino desde el que proyecta su mundo tiene pocos habitantes y un motor que empuja con power nuclear: al frente de su batería y cada vez más expresiva, Alvarez está acompañada por el guitarrista Mauro Quintero y el bajista Nano Casale.
La elección del productor Jim Diamond (colaborador en los dos primeros discos de los White Stripes, y también de Jon Spencer Blues Explosion y los Dirtbombs) no es azarosa ni intrascendente: Diamond llegó hasta buenos Aires para grabar Doble a en una resucitada máquina de cinta y luego lo mezcló y masterizó en Detroit.
En esta excursión ácida sobre vidas vividas, amores, desamores y las relaciones humanas en general, narradas con una visceralidad lacerante y conmovedora, la acompañan Ricardo Mollo (distorsionado, ruidista y volador en «Muerto») y Richard Coleman (de altísima performance vocal y guitarrística en «Aleluya».
El booklet fue diseñado a partir de las fotografías de Damián Benetucci, que registró el proceso de grabación. Esa instancia documental vuelve a disparar la certeza de que la melena más inquieta del rock no se conforma con tocar. También hace historia.