El rock local pos devaluación crece y crece, y, sin embargo, la aparición de bandas nuevas continúa pendiente. Panza se anota en el lote de aspirantes a pura singularidad. La voz flexible y potente de Mariana Bianchini -en algún lugar entre Gwen Stefani (No Doubt), Mike Patton (ex Faith No More) y Andrea Echeverri (Aterciopelados)- acapara la atención al instante. Pero Bianchini no sólo sabe cantar: interpreta melodías, personajes y circunstancias con vívida emoción. De una nena con demasiadas preguntas a una psicótica que cose a su amante a su cintura para que no la olvide. A su lado hay una banda comandada por la filosa y audaz guitarra de Sergio Alvarez, con ideas y mucha musicalidad. Infanticidio -el segundo álbum del grupo- ofrece cantidad de influencias: Zeppelin, King Crimson, Genesis, Alanis Morissette, Living Colour y Reeves Gabrels, entre otros, todas asimiladas en forma tan natural que difícilmente alguien pueda decir que Panza «suena a». El hard-rock ilustrado de «21 días», la balada inteligente «Sado», la adhesiva canción «Infanticidio» o el enjambre psicodélico llamado «Dominó» son algunos argumentos que explican por qué Panza sacó chapa de cosa seria. Quien quiera oír que oiga.