Cinco años después, Spinetta Jr le pasa el trapo al hop-hop nacional.
En el rap nacional, Dante Spinetta Zalazar nunca consiguió respeto. Hay gente que lo odia. Lo atacan porque nunca puso a prueba su free-flow en una ronda de improvisación (pero fue jurado en batallas de MCs), lo envidan porque su señora baila krump en la zona, porque le dieron el apellido antes de que probara su talento… Pero siempre fue así: sin Dante no hay escena. Dante es la única celebridad de la doble h argentina, el único rapero local que puede almorzar en la mesa de Mirtha. Y nunca hizo tanto rap, nunca respondió tanto por el género, por sus ideas y su visión, nunca habló tanto de sí mismo como en este disco: su pieza maestra. El apagón es el álbum negro del hip-hop argentino. “Algunos guachos siguen cuestionando mi talento/ Porque mi apellido, porque no lo merezco/ Una vez más, les digo que me la chupen/ Y están los que se la tragan y los que la escupen (…) IKV no creo que vuelva/ así que no pregunten más y pásenme la yerba”. Julieta Venegas lo interrumpe en “Olvidalo” para gritar el nombre del tema. El hit. Dante ya no traduce al spanglish. Está en la suya, muy lejos de su pasado en Illya Kuryaki y de la traducción “arembi” de Elevado. Desde ahí, escribe su primer booklet de rimas completo. Tiene catorce tracks para burlarse de la métrica y lo hace con violencia, destreza, sinceridad… Su flow ya no es básico. Dante terminó de aprender a rapear. Los versos de esta obra contienen skills de la esquina que nunca habían estado en su boca. Consigue describir y representar un universo (paco por crack, pañuelo nigga y PNT para Nike, un recurso que aún era virgen en nuestro rap) que le resulta propio. Y lo hace con tanta precisión como lo hizo en Chaco (1995), uno de los discos que le dio al hip-hop latino su proyección regional.
Desde «Elevado», su debut solista, pasaron cinco años. ¿Qué clase de artista resiste eso? En medio, su proyección internacional quedó en stand by, la compañía (Universal) le devolvió el contrato y se endeudó componiendo, grabando, mezclando y -ante la negativa de los sellos- editando este demorado disco, independiente, por su flamante compañía: Moncho Recordz. El disco empieza alto (“En la mía”) y encalla en el barro del tercer track (“Mis presidentes muertos”), un reclamo que subió a último momento. Pero el audio empuja: los beats son un infierno. “Olvidalo” y, después, un cumbietón deforme de silbatos, violines, bocinas con el dembow de Tony Touch sobre el acordeón: “El fogueo”. Eso corona la lista de feats; y el sonido urbano, la sección final de la obra: “El apagón”, “La guerra del audio”. Y vuelve a empezar con el corte “En la mía”… Dante le regala el apellido a un movimiento siempre mal vestido y resentido. Le pone épica y gen argentino (cita a Gardel, Maradona, Ginóbili), saca una foto familiar (Brando De Dios, su hijo, mete voces) y erige su merecida dinastía. Raperos pelagatos pueden hablar de “old school” o “new school”. Pero al lado del Dante, hasta con la luz prendida son de High School.