Séptimo disco para esta banda porteña que decidió ponerse en manos del prestigioso Alejandro Vázquez y cambiar radicalmente su sonido, sin perder un ápice de garra y polenta.
Allí esta el hard rock que caracteriza al Bordo, pero con un sonido más alternativo, las guitarras, bases y voces procesadas y microfoneadas de otra manera.
Para estos amantes de Pearl Jam, Neil Young y Foo Fitghters, llegó la hora del cambio y recurrieron a Vázquez, responsable de los últimos discos de Carajo, Richard Coleman y Massacre, pero sin resignar su esencia, su ADN.
El disco abre de entrada con la poderosa «Existir» que comienza con unos rasgueos de guitarra y luego se mete toda la banda, con las violas bien alternativas y los teclados sobrecargando el sonido. Mientras tanto Ale Kurz cuenta una historia apocalíptica pero la abre con una pregunta que tranquilamente puede vincularse con los cambios, «podrán decirme si este es el momento de quitarnos los restos y así existir».
Inclusive el solo de «Existir» pasa por otro pedales y hay un intermezzo medio beatle, mientras que «Instinto» abre con acordes bien alternativos y se convierte en un medio tempo, donde los cambios se profundizan más, aparecen arreglos de teclados, pero el Bordo sigue sonando bien power, ya no hay yeites ni clishés, toda la ropa es nueva.
«Sobrio» abre impecable, con arreglos de piano y un beat, bien bailable y la canción recuerda a los brasileños de Legiao Urbana o a las Pelotas en su faceta más new wave, y a medida que todo el grupo construye la canción, esta se va convirtiendo en una de las más interesantes del disco. Una exquisitez.
La base integrada por el baterista Miguel Soifer trabajó con otro sonido en los parches, otras afinaciones, mientras que Pablo Spivak desde el bajo, puso el groove bien adelante para darle mayor expansión al sonido del grupo.
Desde las guitarras, los hermanos Ale y Diego Kurz trabajaron de otra manera, buscaron otros sonidos, pedales, micrófonos y son la clave del cambio sonoro, y Leandro Kohon en piano y teclados dejó de ser una figura decorativa y hoy su aporte es esencial.
Inclusive «Madre Tierra» que se vincula con la versión más tradicional del Bordo, suena diferente y Vázquez hizo un gran trabajo con el grupo para dejar plasmados en «Hermanos», muy buenos arreglos corales.
«Chico Invisible» abre rápido, con el groove al frente, las guitarras entrando y saliendo, y en su poesía Kurz convierte a Julito en el «Jeremy» argentino, pero la canción no recuerda a Pearl Jam, sino que el Bordo le da su propia matriz sonora.
«Lejos» abre bien americana, rockera, con bonitos acordes de la armónica, la base entrando con golpes suaves, precisos, y lo que parecía un medio tempo tradicional, se escapa por un camino más elaborado y trabajado, bien a tono con el nuevo disco.
«En mi locura» comienza con la acústica, con Ale Kurz cantando casi sobre el micrófono en un clima de gran intimidad, embellecida con hermosos arreglos de cuerdas, y al promediar ingresa el resto del grupo, con un piano, y la batería golpeada suavemente, como con escobillas, dándole cierto vuelo psicodélico.
«Hermanos» es una elegía a los proyectos en equipo, entre amigos, a la solidaridad colectiva, a la historia de El Bordo, con un gran trabajo instrumental, en especial de Spivak desde el bajo y Kurz cantándola con pasión, sin elevar la voz, para cerrar un disco de grandes canciones, arriesgado, y que quiere quedarse entre los mejores del 2014.