El tercer disco de Vicentico es una excelente continuación de su obra, acompañado de una gran banda y muy buena producción.
Para su tercer placa solista Gabriel Fernández Capello no tenía urgencias acorralándolo: su carrera solista se encuentra sólidamente cimentada por dos discos que fueron gratamente recibidos por la prensa y el público, sus recitales gozan de una convocatoria importante y es casi imposible que la orquesta que lo acompaña (Daniel Buira en percusión, el bajista Daniel Castro, los teclados de Leandro Bulacio, las guitarras de Gringui Herrera, Valentino y Marcelo Muir y en vientos Juan Escalona, Alejo Von der Phalen y Ervin Stutz) lo deje a pie. «Los Pájaros» es uno de los discos más sanguíneos y percusivos que hayan surgido de este lado del Río de La Plata en 2006 y sirve como un excelente continuación de una obra capaz de pisar fuerte en todas las FMs latinoamericanas.
«El árbol de la plaza» es el track inaugural y parece haber sido compuesto para conmover a un público multitudinario bajo un chaparrón veraniego. La letra de esta cumbia que constituye el primer corte de difusión del álbum habla de problemas ecológicos y cuando llega al estribillo se transforma en una danza de la lluvia. La cadencia rítmica continúa en «El baile», donde se destaca la base de un bajo que retumba en la panza y hay ciertas connotaciones políticas («vamos a festejar/ el perro que robaba se tuvo que guardar»). El tercer tema está sacado del repertorio tanguero de Daniel Melingo, quién aparece como invitado junto a Flavio Cianciarullo, en una versión orientada al ska mid tempo latino. «Si me dejan» cambia el perfil del disco: la banda suena como una orquestita rocker y Vicentico desenrolla una canción dolorida en la que se pone en la piel de un croner con el corazón atormentado. Los aires latinos vuelven en «Felicidad», una salsa suave y abolerada presentada junto a Andrés Calamaro. «La deuda» es otra balada limpia, que habla sobre «un río que estaba acá» y que el cantante quiere volver a ver; da la sensación que está hablando sobre nuestros desaparecidos. Allí llega «Desapareció», donde se exhibe una esencia funky & soul que hasta ahora no se podía encontrar en la obra del ex Cadillac. Ahí llega otro bolerazo portuario titulado «Las hojas» donde se pone en la piel de un hombre que tiene que abandonar una tierra y un amor e inevitablemente hace recordar a los Fabulosos. «El fantasma» es un corridito mexicano donde se explaya a gusto la sección de vientos. El punto final lo pone «Las manos», un ritmo oscuro con algo de ceremonia voodoo.
Estos cuarenta minutos se pasan muy rápido y esa es una de las grandes virtudes del álbum. Vicentico se soltó de la mano de Afo Verde (productor de «Vicentico» y «Los Rayos») y se animó a entrarle a la consola él mismo. En «Los Pájaros» demuestra ser un excelente cocinero (nada de cheff) que sabe como no ponerse salado ni caer pesado. Su mano conoce cuales son las dosis exactas de ritmo, textos y melodía, y con su receta prepara una salsa que le cae bien a los niños y hasta las abuelas. Para mojar el pancito: panza llena y corazón contento.