Hay dos caminos que se presentan para pensar en este long play. 1) Qué existen ciertas pautas reiterativas, o 2) Que se trata de afirmación, conciente y meditada, de una forma de cantar y componer que nos sorprendió a todos con el primer álbum y probablemente a ellos también. Preferimos esta segunda opción. Y probablemente sea la más cercana a la realidad. Una cosa, con todo, queda clara: Sui Géneris se ha desprendido en forma terminante de una imagen producida por «Canción para mi muerte». La bofetada para quienes se engancharon únicamente con ese tema olvidando la obra del grupo es total. Todo está mejor que en el primer álbum: las voces, la composición, los arreglos. Las letras siguen conservando esa ironía mordaz y reventante y esa poesía tan fantástica por ser tan dolorosamente real. Charlie se arriesga más en sus viajes musicales y Nito está cantando indudablemente más sereno y mejor.
Tapa: Buenísima: clima de hadas y encanto, pero de un encanto pintarrajeado de varieté, que es un poco la crueldad de la poesía de Sui Géneris. Un trabajo técnico excepcional.
Síntesis: la aparición de Sui Géneris abrió un rumbo en la proa de este barco que es la música contemporánea argentina. Metieron sus aguas de creatividad sorpresivamente y a la fuerza. Quizás no había otra manera.