Las cosas ocurren de repente. Las frutas caen por su propio peso. El crecimiento ha sido largo, pero el desprendimiento es sólo un instante”, escribe Juan Carlos Mono Fontana en el libro interno de éste, su primer disco como solista. Con una vasta trayectoria como tecladista histórico de Madre Atómica y de diferentes bandas de Luis Alberto Spinetta, entre otros grupos, Fontana eligió la metáfora del Ciruelo para indicar que este disco es el maduro fruto del trabajo de tantos años.
Para la ocasión, el Mono armó un trío que completan el violonchelista Martín lannacone y el percusionista Santiago Vázquez. ¿Cómo definir la música de Fontana? No es nada fácil resumir esa heterogénea colección de paisajes sonoros en los que cada pequeño elemento, cada timbre, tienen su importancia. Fontana crea una música eminentemente introspectiva, cerebral, que podría asociarse con la improvisación del jazz, con la búsqueda interior de la new age y con los momentos incidentales de la música para cine. Si hubiera que encontrarle parientes, algunos trabajos de Lyle Mays podrían servir como referencia, aunque no del todo exacta. No hay momentos explosivos en la música del Mono, que parece construirse sobre la base de la acumulación de matices. Así es este Ciruelo, un trabajo interesante pero árido, cuyos frutos requieren una degustación lenta para poder apreciar su extraño sabor.