Entrándole a la noche más desde un principio sobrio o un final agradable que desde un clímax desbordado, Juanse recopila canciones no muy ratonas en un disco en el que nos recuerda que no había nadie más prolijo y a la vez más reo para grabar que los mismísimos Rolling Stones. El cantante paranoico aborda su linaje blusero desde el orden, y logra inocularle su espíritu noctámbulo y excedido a un rocanrol con la marca de ací/DC en el orillo como «Dinamita», pero también a una bonita balada acústica para disfrutar al amanecer («Algo se esconde»). Moviéndose libremente dentro del eclecticismo controlado que le legaron Jagger y Richards, parte del discostone oscurito y sensual («Bailongo»), pasa de refilón por la new wave más dura («Psicodelia») y aterriza en la clásica canción mid-tempo rutera («Energía») manteniendo siempre la elegancia esquinera que hizo de él uno de los más destacados rockstars vernáculos. Junto a un ejército de colaboradores (Vitico, Richard Coleman, Alfredo Toth, Pablo Guyot, su hijo Dalland), Juanse redondea un disco devoto y eficaz que reafirma que la credibilidad no está en la brutalidad y el desdén, sino en el auténtico amor al rock n’ roll.