Cabezones está de vuelta con un nuevo disco y con la tranquilidad de haberlo dejado todo en la composición y en la producción. La nota de Sebastián Espósito, para La Nación.
Debe tratarse de una convención de árbitros o, simplemente, de unos tipos que aguardan por ingresar en un velatorio. Quizá son cinco curas discutiendo amablemente sobre cuestiones de su credo. A media cuadra, estas conjeturas son posibles, pero llegando a la esquina de Brasil y Defensa las dudas se disipan: son los cinco Cabezones conversando entre ellos, tan distendidos y seguros de su nueva criatura como quien sabe que dejó todo lo que tenía para dar y ahora se permite relajarse un poco.
Suele decirse que el último disco es el mejor, pero esta vez habrá que creerles a César Andino (voz), Gustavo Martínez (bajo), Alejandro Collados (batería), Esteban Serniotti (guitarra líder) y Leandro Aput (segunda guitarra). La banda conformada por cuatro santafecinos y un mendocino (Aput, hermano de Diego, bajista de Karamelo Santo) se encerró durante meses y ahora sale a la superficie a mostrar su creación, el flamante «Jardín de extremidad», que será presentado el 24 del mes próximo en La Trastienda.
«Estamos pasando un excelente momento en lo grupal y, gracias a eso, hoy tenemos un disco del que estamos orgullosos -comenta César-. Creo que este álbum es un resumen acabado de lo que es Cabezones.» El disco en cuestión es el cuarto de la banda, tras «Alas», «Eclipse (sol)» y el acústico «Intraural». Producido de principio a fin por el guitarrista Esteban Serniotti, transita entre las melodías nü metal y la descarga adrenalínica. En el medio se cuelan sus clásicas atmósferas darkies y unas delicadas bases electrónicas. ¿La producción puertas adentro? Un gran acierto. «Como toda génesis -teoriza César-, el comienzo fue conflictivo porque cada uno tuvo que ubicarse en lo que mejor hace. Y está bueno conocer las limitaciones propias y saber delegar. Eso es lo que hicimos, decidimos que la producción la encarara Esteban y él se puso a manejar el barco aun con la presión extra de saber que le estábamos confiando todo el trabajo del grupo. Y fue lo correcto, porque en «Eclipse» se hizo cargo en la recta final y no fue lo mismo.»
Las comparaciones con el pasado de la banda son recurrentes y la conclusión del quinteto no admite disidencias: la madurez llegó justo a tiempo y de ahí surgen las doce nuevas canciones. «Con «Eclipse» no tuvimos el tiempo de producción suficiente -asegura Esteban-. Este lo grabamos de a poco y nos dio la posibilidad de darle a cada tema lo que necesitaba.»
Atípica, Cabezones es una banda que dejó su Santa Fe natal y tres discos caseros editados en el radio de acción de la provincia, por un prometedor contrato con Sony. Con la producción de Zeta Bosio asomaron a la gran ciudad en 2001 con «Alas» y en medio de la explosión local por el nü metal decidieron emigrar a México. Fueron diez meses y una experiencia que enriqueció al grupo, pero que los hizo retroceder un par de casilleros en el plano local. Otra vez a remarla, a sacar un álbum («Eclipse») en condiciones poco favorables y, más allá, a sorprender gratamente con un acústico («Intraural» ), al estilo The Cure, como decía César por aquellos días. Ahora es la hora del despegue y eso no significa más chicas esperando por un souvenir. «Nos están arengando mucho -dice César- y eso no tiene que afectar nuestro ego. Pero venimos de Santa Fe, luchamos desde siempre y disfrutamos de todo lo que hacemos. Estamos listos para lo que venga.»