Los ex integrantes de Hermética (menos uno que todos saben) se juntaron para celebrar los 26 años de un disco que marcó una época y a una banda inigualable. Desbordaron el Teatro de Flores donde demostraron que los clásicos no tienen fecha de vencimiento y las ausencias son ausencias no más.
Por Sergio Adrián Corpacci.- Entre El Tano Romano y Claudio O’Connor falta alguien. En el Teatro de Flores no entra un alfiler. Una ausencia entre casi dos mil personas se siente, pero nadie estás dispuesto a dejar de celebrar.
Ricardo Iorio, hoy más cerca de la polémica que de la música en sí, mantiene su sitial en el podio imaginario, pero falta en la velada. Se lo extraña, pero no es extraño. Diferencias insalvables con la voz de grupo alejaron hace décadas la chance de un acercamiento. Nadie grita «sólo te pido que se vuelvan a juntar». Es más, sobre el final apelan al clásico «una más y no jodemos más».
Lo que alguna vez fue Hermética más Karlos Cuadrado en bajo recrearon ese disco clásico y señero que en 1991 irrumpió en la escena metalera para quedarse.
Desde las 21 horas de un sábado primaveral, en la tercera cita con las huestes metaleras el tributo a «Ácido Argentino» fue desandándose sin prisa y sin pausa. Sin prolegómenos ni preámbulos. Acá nadie quiere escuchar más que «Robó un auto», «La Revancha de América» «Memoria de siglos» «Vientos de poder», «Gil Trabajador» y todas esas canciones que hicieron y son historia.
Antonio Romano es una máquina de tocar, lo fue y lo seguirá siendo. Es «el» sonido Hermética, tanto como Claudio, siempre flaco y últimamente teñido, la voz de una banda y de una generación atravesada por el menemismo, la desocupación, el desaliento, las privatizaciones. Y por qué no, las privaciones. Una clase trabajadora y obrera que, suda, transpira y brota metal por los poros, vasos de cerveza, de fernet en mano y ese grito en cuello de letras que los contienen, que los recrean, que habla por ellos y de ellos.
Desde los parches El Pato Strunz sostiene tanto como Cuadrado mete dedos en el bajo. Abajo, el pogo, el descontrol, la fiesta interminable que sí termina cuando anticipan que «Si se calla el cantor» calla la vida.
Una vida que, sin Hermética, sin «Ácido Argentino» no es ni hubiese sido lo mismo.
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