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Nos vamos poniendo simples

  • Diario Diario La Voz del Interior
  • 27 agosto, 2006

Gustavo Cerati, Fito Páez, Charly García e incluso Spinetta han dejado de lado las metáforas, los relatos, la citas y los versos insinuantes en las letras de sus últimas canciones. ¿Simplificaron su mensaje, cambiaron de actitud o buscan un público más joven?. La nota de Carlos Schilling, para La Voz del Interior.

La misma persona que hace dos décadas cantaba: “Rayos del sol a la hora del sol/ Ella estaba en cualquiera/ En cualquier estación esperando una fatalidad,/ o un llamado del cielo…” ahora canta “Lo importante no es llegar/ lo importante es el camino/ Yo no busco la verdad/ sólo sé que hay un destino”. La visión urbana y apocalíptica de la vida de una chica en Ámbar violeta se ha transformado en una receta de autoayuda en Eso que llevas ahí, el primer corte de difusión del nuevo disco de Fito Páez, Todo cabe en una canción, aún sin fecha de lanzamiento.

Una mutación parecida se manifiesta en las canciones del último disco de Gustavo Cerati, Ahí vamos, si se las compara con las que integraban Signos o Doble vida, de 1986 y 1988 respectivamente. En Corazón delator (título que alude a un cuento de Edgar Allan Poe) cantaba: “Un señuelo/ Hay algo oculto en cada sensación/ Ella parece sospechar/ Parece descubrir/ En mi debilidad/ Los vestigios de una hoguera”. Mientras que en Crimen esa sutil semiótica de los sentimientos se convierte en una queja resignada: “La espera me agotó/ no sé nada de vos/ dejaste tanto en mí/ En llamas me acosté/ y en un lento degradé/ supe que te perdí”. En una entrevista concedida a La Voz del Interior en abril de este año, Cerati reconoció que sus nuevas canciones “son más directas, como todo el sonido del disco. La idea de Ahí vamos era centrarse más, no dispersarse. No metaforizar demasiado. Tampoco quería recurrir al paisaje o las descripciones”.

Los resultados son más o menos similares si se contrastan las letras de Charly García de la década de 1980 o antes y las actuales. Si bien la distancia que media entre Rock and roll yo (2003) y Parte de la religión (1987), por ejemplo, no es tan pronunciada como en los casos de Páez y Cerati, hay toda una serie de recursos que Charly ha dejado de emplear en sus letras. Ya casi no cuenta historias, no le importa demasiado que las rimas sean convencionales, y antes que esa atmósfera de circo enloquecido que se desprendía de canciones como Rap del exilio, Raros peinados nuevos o Filosofía barata y zapatos de goma prefiere mezclar el español con el inglés y hablar en obsesiva primera persona.

El caso de Spinetta es más complejo. Sus letras siempre abundaron en imágenes, metáforas y alusiones a lecturas literarias y filosóficas. Sin embargo, en una reciente conferencia de prensa en Mendoza, el músico reconoció que su último disco, Pan, “está absolutamente comprometido siempre con una idea estética más o menos simple. Es mi pan espiritual. Reunir canciones muy simples, letras –algunas de ellas– muy sencillas que no parecen provenir de mi pluma…”.

¿Por qué cambiaste?

La pregunta que se impone es a qué se debe esta simplificación, voluntaria o involuntaria, en las letras de las canciones de las grandes figuras del rock vernáculo. ¿Es un cambio de actitud o un empobrecimiento del lenguaje? ¿Las referencias culturales del público ahora provienen de la televisión y no de la literatura? ¿Es un efecto del rock chabón que domina la escena desde los ‘90 en la obra de los clásicos nacionales?

Para Sergio Pujol, autor de Rock y dictadura, esos músicos “no están ajenos a lo que podríamos llamar una nueva poética del rock argentino”. “Si bien no es recomendable generalizar, pareciera que la Argentina contemporánea demanda modos más directos de interpelación, y esto afecta también al discurso poético del rock”. En ese mismo sentido, Gustavo Álvarez Núñez, poeta, ex editor de la revista Inrockuptibles, autor de Antología poetas rock, señala: “Vivimos en la época de la ‘literalidad al palo’, en la era de las respuestas rápidas. Hasta las emociones que vivían en las canciones se encuentran sometidas al delivery consumista y previsible de hoy en día. En ese punto, el rock es parte del mundo que nos toca vivir”.

Para Claudio Díaz, autor de Libro de viajes y extravíos: un recorrido por el rock argentino (1965-1985), el fenómeno forma parte de un aplanamiento general. “Me parece que hay un empobrecimiento bastante fuerte en el plano musical como en lo poético. Si pasás de los últimos trabajos de los Redondos de Ricota para adelante, notás ese aplanamiento: las letras son cada vez más tontas, la música es cada vez más tonta”, dice.

De aquí y de allá

No todos los consultados están de acuerdo en los motivos y los alcances de esta simplificación de la lírica del rock nacional. Alfredo Rosso, conductor del programa La casa del rock naciente en la FM Rock&Pop, opina que “el rock es un sentimiento, una forma de vida, una expresión de libertad, y dentro de esa expresión de libertad, hay diferentes caminos y formas de expresión”.

Rosso cree que hay que leer el fenómeno de la complejidad o la simplicidad de la letras en un contexto más amplio y apunta que autores indiscutidos como John Lennon fueron extremadamente cambiantes a lo largo de los años. “ Los Ramones, por ejemplo, que son idolatrados en la Argentina, tienen canciones que dicen cosas como “I wanna be well” (quiero estar bien)”.

Pujol sugiere que desde una perspectiva histórica de 40 años, el rock nacional puede sentirse liberado para “escribir como se le canta”. Según el autor de Rock y dictadura, desde ese ángulo, el rock “ya no necesita legitimarse como forma artística, ya no necesita rendir examen de cultura general, y ahora puede dialogar fluidamente con el tango, la balada y hasta la cumbia”.

En tanto Pablo Plotkin, crítico de la revista Rolling Stone, sostiene: “Cerati siempre fue un tipo de letras más bien básicas, con un uso netamente estético de las palabras, y creo que eso no cambia en el último disco. Spinetta siempre se repartió entre la poesía críptica y la canción rock más directa”.

El cantautor Pablo Dacal (13 grandes éxitos) considera que “son personas bastante particulares que están en el foco de la atención hace muchos años y las canciones para ellos dejaron de ser una cosa comunicativa con un pueblo en particular o con una tribu”. En su opinión, estos músicos empezaron a trabajar más sobre sí mismos. “Spinetta siempre hizo eso, aunque es difícil decirlo porque su interioridad parece infinita. Fito se dedica las canciones a sí mismo. Charly hace como haikus, tiene pequeñas ideas que son geniales y momentos muy raros. Depende de la carrera y de las etapas de cada uno de ellos”.

Comprame, nene

En su libro El rock perdido, Sergio Marchi sostiene que con la explosión de Los Redondos a fines de los ‘80 y principios de los ‘90, casi todos los referentes del rock nacional fueron perdiendo su impacto en el público adolescente. La postura crítica del Indio Solari respecto a la televisión y la farándula y el rescate de las vivencias inmediatas de los barrios, la tribuna y la calle por parte de 2 Minutos, Los Piojos o La Renga, transformaron a figuras como Fito Páez o Gustavo Cerati en dinosaurios o directamente en enemigos.

Así, la búsqueda de un nuevo público joven y el deseo de mantenerse en el centro de atención del mercado habrían dejado huellas visibles en el modo de componer y de escribir de algunas de estas figuras. “Las carreras personales de algunos músicos parecen más enfrascadas en servir a los planteos de la cultura del entretenimiento (el sponsoreo, la prensa mainstream) que a las búsquedas de la cultura rock”, opina Álvarez Núñez.

Claudio Díaz piensa que en los casos de Cerati y Páez el tema del mercado también incide: “Me parece que hoy tratan de ponerse en sintonía con otra clase de demanda. Están vendiendo esta cosa más chata que es lo que la gente consume. Cerati, después de la desaparición de Soda Stereo, quedó como una especie de figura mítica, pero de hecho no vende más discos. El caso de Fito es igual. Después de lanzar El amor después del amor, el tipo no vendió más discos”.

Tele, sí; libros, no

Uno de los aspectos en que coinciden es en el cambio de referencias culturales que ha vivido la sociedad argentina, y particularmente los jóvenes, entre las décadas de 1970 y 1980 y el período que arranca con el menemismo, a principios de la década de 1990. Claudio Díaz señala que “este aplanamiento del rock es parte de un fenómeno general de empobrecimiento que tiene que ver con un cambio en las coordenadas culturales del rock y de la sociedad toda”.

Díaz sostiene que el rock de los ‘70 hasta los ‘80 “estaba fuertemente anclado en lecturas literarias, poéticas y filosóficas, de una impronta muy vinculada a las vanguardias. Eso ahora no está. El mundo de referencias culturales, desde que se impone como dominante eso que se llama el rock chabón, es el barrio, el fútbol, la cerveza. La preocupación estética por la lectura desaparece”. No obstante recuerda que en cierta zona del rock “siempre hubo una especie de corriente antiintelectualista”. El problema es que esa “corriente hoy es dominante, mientras que en los ‘70 y los ‘80 no lo era”.

En esa dirección apuntan las palabras de Álvarez Núñez: “El rock en su momento fue un puente a otros saberes. Es más, vivía ‘contaminado’ por saberes varios, que operaban como referencias hacia otros universos: una pintura de Escher en la cubierta de un disco de Vox Dei, el disco Artaud, de Pescado Rabioso…”.

Pujol también piensa que “el marco de referencias culturales de hoy no es el mismo que el de hace 20 ó 30 años” y explica: “Spinetta nos introdujo a Artaud en el contexto de una sociedad con apetencias literarias tal vez mayores a las actuales”.

Dacal opina que el factor decisivo de este cambio en la poesía del rock se debe a la importancia que ha adquirido la imagen mediática en los últimos 15 años. “Al adquirir tanta importancia la imagen, la forma de conectarse del cantante con la canción es diferente. El cantante pasó a ser un personaje de esa canción”, dice.

Verdad y consecuencias

¿Qué importancia estética y cultural tiene esta simplificación de la poesía del rock en los clásicos nacionales? Alfredo Rosso sugiere que podría haberse operado una especie de reducción orwelliana del idioma y se pregunta si, en una época en que el lenguaje de los medios es más reducido ¿es necesario que las letras obedezcan a ese canon?

Pujol piensa que “el realismo poético –si es que de eso se trata– no es una limitación. Y en este sentido, una canción como La casa desaparecida es más realista que muchas de las que hablan del barrio, las minas y el laburo”. En cambio, Álvarez Núñez tiene una opinión más definitiva: “La crisis de hoy en día no es otra cosa que comodidad burguesa (‘si total a los pibes no les importa nada’) e incomodidad gerontocrática (‘el tiempo pasa y nos vamos poniendo viejos’)”. Apela a Sigmund Freud para explicarlo: “El rock vive la pulsión de muerte como pocos estadios del arte, y como ciertos artistas se ven alejados de ese caudal de energía y sin sentido que es la juventud, terminan a la merced de una necesidad que los sobrepasa y angustia. Y para no perder el carro, ‘descarrilan’ haciéndose los ‘pendex’. Ahí está la mirada irónica de los Decadentes en Pendeviejo”.

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