Como paso previo a su establecimiento temporario en Brasil y a la grabación de un álbum en Estados Unidos, Charly García realizó en el Luna Park una despedida fastuosa, con la participación de los principales músicos del rock actual en la Argentina, y con el eventual reagrupamiento de Sui Generis y La Máquina de Hacer Pájaros. El “adiós” de García fue una hábil y oportuna reunión de músicos, que aseguró el éxito del recital, registrado en un álbum doble. La despedida fue la excusa para montar un grandilocuente, multimillonario espectáculo, que fue un concierto que recolectó todas las experiencias exitosas de García y sus amigos.
Rescate de una entrevista publicada en la Revista Pelo Nº91, diciembre de 1977.
Telefoneó a cada músico amigo, escribió cartas o los visitó para pedirles su presencia en el escenario. Consiguió lugar de ensayo y se encargó de los carteles. Habló con los responsables del Luna Park para ubicar una fecha. Charly García cuidó cada detalle personalmente. Probablemente, porque la intención era exponer su personalidad a través de sus distintas épocas, de su música, de sus amigos, en un encuentro masivo. La idea de García es viajar, conocer, entregar, recoger, transmitir, buscar. Pero antes tenía que dejar aclarada su desvinculación de La Máquina, como requisito previo para comprender sus planes, el motivo de su cambio.
¿Cómo llegaste a la conclusión de que La Máquina en vos cumplió su ciclo?
Ch. G.: Un día sentí que no tenía más ganas de tocar, que los shows me aburrían y me desgastaban, que el sonido que teníamos se iba empeorando, en la medida en que los instrumentos se iban arruinando. Empecé a ver lo mismo que, en un momento, vi en Sui Generis; es decir, vi abulia en mí hacia la música. Cuando entro en ese estado tengo que salir de él y reencontrarme conmigo mismo, porque sino comienzo a ser una persona destructiva.
Era conocida la estructura grupal que tenía, en la actualidad, La Máquina; sin embargo, en cuanto te fuiste, el resto se desbandó. ¿Eso prueba el fracaso de la experiencia grupal?
Ch. G.: Creo que sí, si lo pensamos fríamente. Cuando empezamos era Charly García y La Máquina de Hacer Pájaros, pero hicimos mucha fuerza para que sea La Máquina, porque donde íbamos a tocar nos anunciaban como al principio y se armaban unas podridas terribles entre nosotros. Parecería ser que yo era una especie de núcleo, no sé si el líder, y apenas me fui se desbandó todo el mundo. O sea que entre los demás chicos faltó un nexo como para seguir juntos, eso es lo más que te podría decir.
¿La Máquina significó para vos una experiencia nueva que no dio todos los resultados que buscabas?
Ch. G.: Sí, Lo que sentía era insatisfacción, pero, a pesar de todo me enriqueció a nivel musical y técnico. Si ahora toco un tema muy simple, lo voy a hacer con una técnica muy diferente de la que tenía hace siete años atrás; de alguna manera, son pasos que me aportan cosas. Lo que más me interesa de la música es eso: no es ponerme a pensar un arreglo, sino compartir vibraciones y sentimientos. Lo que pasó en Sui Generis es que la gente no tenía ganas de trabajar, en cambio en La Máquina todos estaban bien, pero el que estaba mal era yo. Lo que quiero es cargar las pilas y despejarme de lo que venía haciendo. La música se puede convertir también en una rutina, como la de una oficina. Si hubiera sido por mis padres, yo sería músico clásico. Si voy rompiendo barreras como esa, no quiero quedarme nunca en una rutina; la rutina es negativa para mí.
¿Cómo y dónde vas a cargar las pilas?
Ch. G.: Voy a alquilar una casa en Brasil, cerca de Río de Janeiro: ahí voy a tener sol, mar. Tengo varios contactos con músicos brasileños que me interesan mucho. Voy a llevarme todos los equipos —pianos, sintetizadores, etcétera— y voy a preparar un long play que, seguramente, grabaré en Los Angeles, en los estudios Record Plant. Mi contrato con la compañía grabadora argentina termina con los álbumes que pienso sacar de la grabación en vivo del festival del Luna Park. A partir de ahí, quiero empezar una cosa nueva, empezar a grabar para afuera. El contrato surgió a través de un amigo que estudia en la Universidad de Música de la Berklee, que conoce a la gente de la grabadora y es amigo de Michael Gibbs y Lalo Schifrin. Voy a ir allá, alquilaré el estudio y grabaré. Lo voy a producir yo, no me va a llevar nadie. Desde ahora en más, cada cosa que haga va a salir de mi propia iniciativa. Me interesa toda la cuestión armónica: la gente que hace música en el norte de Brasil me atrae, como antes no ocurría. Y ese contacto pienso que le va a dar, quizás, el toque que le falta a mi música, que es muy rica armónica y melódicamente pero a la que quiero cargar de ritmo.
Me interesa no sólo el contacto con los músicos conocidos de Brasil, sino con los de la calle. No voy a buscar el músico erudito, siempre me importó la vibración que hay en el ambiente, para reflejarla en mi música, No solamente la de Brasil, toda la música latinoamericana me interesa muchísimo. De ahí tiene que salir una música para proyectarse afuera. No me propongo ir a Estados Unidos a competir con los músicos yanquis, ni tocar su música. Pienso hacer una recorrida por Latinoamérica para después ver si mi música puede funcionar allá. No quiero hacer una carrera brillante afuera, lo que quiero, como primera medida, es enriquecerme, aprender. Estoy en una nueva etapa de aprendizaje. Y de Brasil me interesa, sobre todo, Milton Nascimento porque es la única música que no viene de Estados Unidos o Inglaterra, que tiene una impresionante carga de sentimiento, al mismo tiempo que un nivel musical progresivo. Con respecto a la Argentina, Brasil es lo más cercano e importante, en Latinoamérica, pero, también, reconozco que en nuestro país hay músicos muy buenos y no en todo el continente se los encuentra de su nivel. Es decir, que no reniego de las experiencias que hice o de la gente que conozco, porque mis intenciones actuales se dirigen a conocer gente y lugares nuevos, tocar otros instrumentos, pero sé de dónde vengo y en ningún momento voy a negar mi raíz argentina. Me ha pasado que he mandado cintas a Estados Unidos y otra gente escuchó mis composiciones, y le parecieron originales, que no son copia y, además las asociaron con el tango. A los norteamericanos les faltan compositores, están ausentes de letras y melodías nuevas, pienso que están saturados de técnica. Parece una fantasía, que incluso la comparto con algunos músicos, pero creo que la música del futuro va a salir de acá. En Latinoamérica todavía nos equivocamos como los chicos, pero eso es preferible a ser muy viejo y estar rodeado de aparatos y técnica, y no saber qué componer. Esto surge de lo que últimamente ha provocado muchos cambios en mi: tengo las ganas de equivocarme muchas veces, pero sabiendo que puedo aprender.
¿Qué significó el recital que organizaste, personalmente, en el Luna Park?
Ch. G.: Antes de hacer el viaje a Brasil y después a Estados Unidos, quise darme un gusto. Toda mi vida he sido muy solidario con los músicos, amigos y no tan amigos; siempre que me han llamado para grabar o para que les alcance un tema, he estado presente. Entonces quise que, por una vez, ellos se solidaricen conmigo para hacer un concierto donde la gente pueda escuchar todo lo que tiene ganas de escuchar. Más allá de lo que cada uno quiso intelectualmente dar o mostrar, no fue un recital para presentar temas nuevos sino para tocar para la gente, para que saliera como si hubiera comido cinco platos de milanesas. Empecé a llamar gente y el eco que tuve en mis compañeros fue extraordinario: todos se anotaron. En una primera parte, toqué los teclados solo, después con David (Lebon), Gonzalo (Farrugia), José Luis (Fernández) y el “Golo” (Alejandro Cavotti), algunos temas de David y otros míos, nuevos, Toqué con Nito las canciones viejas de Sui Generis, y los dos, con Juan (Rodríguez) y Rino (Rinaldo Rafanelli), la última parte de Sui Generis, Estuvo Porsuigieco, y toqué y canté con algunos de mis amigos más cercanos: estuvo Gustavo Santaolalla, Pino Marrone, Anibal Kerpel, y un montón de músicos más, De alguna manera, es una mirada para atrás de todo lo, que he hecho, sin ningún tipo de preferencias. Quise dar todo lo que tengo adentro. Quise convertir el Luna Park en mi casa.
A poco de terminar el concierto, con un Luna Park desbordante, Charly García habló con Pelo con respecto a sus impresiones del recital, sus viajes y los músicos que habrían de acompañarlo. Quizás, con la intención de saldar la deuda con el público que lo siguió, organiza ahora un concierto similar, al aire libre, que se concretaría en el mes de diciembre. “Lo que sucedió en el Luna Park fue algo bastante definible; recién hacia la mitad del concierto sentí que la gente se relajó. Se había creado un suspenso sobre qué era lo que, exactamente, íbamos a tocar. Pero todo salió muy lindo. Tanto que los musicos que participaron me llamaron para decirme que habían disfrutado mucho del recital, lo que es poco frecuente porque, generalmente, después de tocar, todos se van a sus casas y punto. Ahora estamos pensando en hacer otro concierto pero al aire libre y para, más o menos, veinte mil personas, porque quedó mucha gente afuera. Eso prueba lo lindo que fue, ya que organizativa y, si querés, económicamente, fue muy positivo, además de lo musical que partió de los propios músicos. En el Luna Park, todos los músicos cobraron un ‘cachet’ muy alto, porque se les pagó por subir al escenario y no por la cantidad de canciones que hicieron. Pero el concierto que preparamos para hacer al aire libre, quiero hacerlo para que ningún músico cobre, ni siquiera yo, y las entradas sólo sirvan para pagar los gastos: la organización, un buen sonldo, por ejemplo, Del recital del Luna Park va a salir un álbum doble, con lo que termina mi contrato con la compañía grabadora que edita mis temas. En enero voy a ir a Brasil a componer mi nuevo material, que espero tener listo para el mes de marzo, y después poder viajar a Estados Unidos para grabar el álbum con esos temas. Por el momento, este proyecto es individual, pero de todos modos pienso irme con algún músico de acá, porque sería tonto irme a Brasil a buscar músicos, si los argentinos son muy buenos. Por lo pronto hablé con David (Lebon), quien, seguramente, me acompañará. Esto pienso arreglarlo, definitivamente, cuando me vaya, porque no quiero cortarle el proyecto a nadie, sea José Luis (Fernández) o Gonzalo (Farrugla). El viaje también significa una necesidad de vacaciones y de conectarme con los músicos de allá, y además de ver los ofrecimientos que me hacen. Si todo se da bien, quizás grabe en Brasil y vaya a mezclar a Estados Unidos. Eso en cuanto a mis planes, pero volviendo al recital del Luna Park, creo que hubo tres momentos de participación del público: “Rasguña las piedras”, con Nito, Rinaldo y Juan; “Mañana campestre”, con Gustavo (Santaolalla), y “Volver a los 17”, de Violeta Parra. Después comentábamos con Nito que gozamos más que en otras ocasiones con lo que hicimos, como quizá no ocurrió en la despedida de Sui Generis. Pienso que lo de Sui sonó muy bien, además de que no nos fue molesto, como antes, hacer los temas de Sui Generis. En cuanto a ‘Mañana campestre’, teniamos ciertas dudas; Gustavo me decía antes de salir a tocar que se preguntaba si la gente se iba a acordar del tema. La prueba estuvo en que fue uno de los temas que el Luna cantó junto a nosotros con más intensidad. Y de “Volver a los 17 sabiamos que alguna gente no iba a entenderlo, además de que lo tocamos con una guitarra muy desafinada. Pero, fundamentalmente, elegimos lo que nos gustaba. De todas maneras, no guardo un mal recuerdo de ese tema.”