Arbol edita su tercer álbum, «Chapusongs», producido por Gustavo Santaolalla. Su música es tan ecléctica como el origen de los integrantes del grupo. Por Sebastián Espósito, para La Nación.
El hombre ya se hizo la fama y bueno, actúa en consecuencia. Para su tercer disco, la banda de Haedo le envió a su productor, Gustavo Santaolalla, nada menos que 55 temas. «Tuvo que decirnos basta, porque nosotros no parábamos -comenta Eduardo Schmidt, el cantante y violinista que hace rato cambió sus días de conservatorio por Arbol– . Ojo, fueron 55 canciones terminadas, primero demeadas y después bien grabadas.»
Lo que para el ideólogo de Surco -junto a Aníbal Kerpel- es una exigencia, para Arbol es un motivo de orgullo. «Compusimos, incluso, muchas canciones más – agrega Sebastián Bianchini, bajista-. Lo que pasa es que fuimos haciendo preselecciones y después le pasábamos a Gustavo lo mejor.» Para el quinteto de Haedo, la clave de esta excesiva producción está en los más de tres años que pasaron entre su anterior álbum y éste, Chapusongs , que llegó esta semana a las disquerías y que también se editará en Chile, Uruguay, México y los Estados Unidos. «El disco es una síntesis del período -advierte Eduardo-, pensá que en el medio pudimos haber sacado un álbum más. Igual, somos de los que creen que la calidad se encuentra siempre en la cantidad. Si pretendés encontrar la canción perfecta en el primer demo, no pasás de la primera estrofa. Esto siempre lo tuvimos como consigna para todo, por eso en este tiempo nunca paramos de tocar.»
Como toda banda que se hizo bien de abajo, Arbol disfruta de lo que consiguió hasta aquí. Pero los pibes se relamen por lo que estiman que vendrá. Tienen en sus manos un muy buen disco, con un mínimo de cuatro cortes potenciales (de esos que se pasan hasta el hartazgo en radios y sus videos rotan hasta más no poder), como De arriba, de abajo , La vida , Esperar y Dale vida . Su sello, es decir, la heterogeneidad, alcanza aquí su mejor forma. Aires de cumbias, polkas ( La nena monstruo ), un rockito sinfónico ( Esperar ) y hasta una banda de pueblo, con vientos pomposos y machacosa percusión ( Chapusongs ), conviven con el hardcore de siempre ( Cosa cuosa ), con aires camperos ( Cáscara máscara ), con baladas ( Ya lo sabemos ) e incluso con un latin rock que, de tan amplio, reconoce coincidencias con Café Tacuba, Red Hot Chili Peppers o, para no alejarnos tanto, Catupecu Machu y los uruguayos La Vela Puerca.
Con la gimnasia de tocar hasta morir, en los últimos tres años Arbol no paró. En 2000 hicieron una gira por México y Los Angeles y, entre 2001 y este año, tocaron en el interior y en el circuito de antros de Capital y conurbano. Una multinacional los edita, pero ellos no se olvidan del pago, es más, este domingo tocan en la Plaza de los Españoles de Castelar, en el festival gratuito La Minga (a las 16). «La verdad es que nos las ingeniamos bastante bien durante este tiempo. No esperamos que las cosas caigan del cielo, nos movemos nosotros. El grupo empezó siendo muy under, salíamos a pegar carteles para que supieran cuando tocábamos y nunca esperamos que el trabajo lo hicieran otros. Y ahora que tenemos el apoyo de una compañía, buenísimo. Fijate que tenemos un productor como Santaolalla, pero hacemos 55 canciones. Otros pasan un esbozo de tema y dejan que el productor haga todo lo demás.»
Cinco chabones que vienen de lugares muy distintos. Así se definen los Arbol. «Hay de todo -se apura Hernán Bruckner, guitarrista-, tipos de formación autodidacta, Eduardo, que viene del conservatorio, y gente del palo del jazz.» Eso sí, todos coinciden en que portan fuertes personalidades. «Eso nos llevó muchas sesiones de terapia -admite Eduardo-. Ahora notamos que estamos logrando una coherencia grupal, tanto abajo como arriba del escenario, donde se potencian muy bien las individualidades.»
De evolucionar se trata y en eso anda el quinteto. «La realidad del país es decadente, entrópica, pero seguimos generando cosas. Mucha gente no soporta estar dos meses y medio de gira en las situaciones más disímiles. En lugar de abrir la verdulería Arbol, estas cosas nos fortalecieron. Nunca paramos de laburar y por eso la salida de este disco es especial para nosotros. Ya es especial poder sacar un disco en la Argentina de hoy, que es como comer un asado en Bosnia. En medio de esto, que la convocatoria y que nuestra estructura crezcan, es increíble.» En realidad, más increíble sería lo de la verdulería.