Viajé y no me paré en su silencio.
Tenía tantas cosas para hablar
que cuando me despierto estoy en casa,
me pego, me levanto
y no me puedo mirar.
Cambiando figuritas de colores
por nuestro nombre en los televisores.
Preparo, lentamente, en la taza
en café del más amargo para desalinear
los números de mi cuentagotas.
Hay algo que golpea desde adentro
y lastima en el pecho cuando te quiero mirar
Y siento que las horas no se pasan,
me cuelgo de la aguja y se retrasa
mientras soñás que estamos acostados
(que es lo que pasa afuera
y no lo imaginas)
Sacando tu perfume de mi almohada.
Queriéndome quererme más normal
y aunque no esté en tus portaretratos
me imagino de a ratos qué pasa si no estás.
La noche misma de esa madrugada
dormí igual que como madrugabas.
Hablando de juguetes del 80′,
de dibujos del 90′,
de mis jóvenes papás
que hoy día pasan los 50.
Viajé y no me paré en su silencio.
Tenía tantas cosas para hablar
que ahora que lo pienso
me arrepiento de no haberlo disfrutado
para poder mirar tus ojos.