Y te fuiste una noche,
cuando nadie te miraba.
Lo hiciste a escondidas,
casi sin pensar en nada.
Olvidando todo lo hecho,
dejando lo que pasaba.
Dejando a toda la gente
sentada en su butaca.
¿Dónde estás y con quién andarás?
Sin tu voz, ¿quién te manejara?
Adonde quiera que estés,
Pancho: ¡vuelve a casa!
Éramos buenos amigos,
aunque nunca me hablabas.
Siempre te tenía en cuenta,
te cuidaba, te lustraba.
Te sentaba en mi rodilla,
para que algo me contaras.
Y era una maravilla,
lo bien que yo la pasaba.