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Saturado de Pettinato

  • Diario La Nación
  • 15 diciembre, 2000

En un año en el que se afianzó como una de las caras exitosas de la TV, el ex saxofonista de Sumo volvió a los estudios y reclama un lugar en el mundo del rock nacional con El yo saturado, su primer disco solista. La entrevista a cargo de Sebastián Espósito, para el Diario La Nación.

En realidad, toda la vida fui un músico que trabajó de otra cosa, porque es imposible vivir de la música, tener una familia y pretender que todos coman comida caliente», asegura Roberto Pettinato, dando muestra del oficio ganado en tener siempre la mejor réplica a mano.

En este caso, está empeñado en gambetear su fama de conductor televisivo para centrarse en su regreso a un estudio de grabación después de 17 años, donde acaba de terminar la mezcla de El yo saturado, su primer disco solista, que saldrá a la venta en los próximos días.

«Por favor, sólo hablemos de música», insiste.

Tras la muerte de Luca Prodan, en diciembre de 1988, el saxofonista de la barba dividida emprendió un viaje a España, donde formó el extraño team de Pachuco Cadáver con Guillermo Piccolini y Willy Crook como invitado permanente y después, la historia que la mayoría conoce, su faceta de conductor televisivo y bufón intermitente con la que se aseguró un lugar en la pantalla chica (ver aparte).

Sin embargo, asegura: «Jamás me fui de la música. El año pasado formé Los Nuevos Nerviosos, una banda de jazz, pero fue muy poca gente a vernos. Yo entiendo que la televisión influye negativamente en tu trabajo musical, porque son mensajes contrapuestos y la gente no sabe en qué creer. Pero lo importante es que a uno no le preocupe».

Convencido de su lugar, durante la entrevista rescatará una y otra vez su papel junto a Prodan («estuve con él siete años» ) e, incluso, asegurará que Divididos también le debe, en parte, su existencia.

Coherentemente, cuenta que en el origen de su disco sólo tuvo algunos esbozos de temas: «Al principio, sólo pensé pasar en limpio algunos temas, pero bajo un sistema muy novedoso que me dio un excelente resultado. Me quise juntar con músicos que compartieran mi concepto musical, pero no necesariamente que fueran virtuosos. Eso lo aprendí de Luca, porque así empezó Sumo. Antes de que entrara Ricardo (Mollo) y antes de que Diego (Arnedo) tocara tanto, Sumo era un grupo de gente que no tenía mucha destreza pero sí mucha cabeza, intención y actitud».

La premisa de Petti era entrar en el estudio con gente a la que le gustara lo que él denomina rock inteligente. «Hablo de los Vaselines, de Syd Barret, de Elliot Smith y una larga lista. Gente que le guste la Velvet Underground y no Lou Reed. Pero nunca nos escuchamos los unos a los otros. Me empecé a conectar con ellos hasta que les dije tal día a tal hora nos juntamos en el estudio y ahí fue donde nos conocimos las caras. Aún hoy no sé sus nombres.»

En cuatro extensas sesiones, el saxofonista y cinco músicos prácticamente desconocidos dieron forma a lo que él dará en llamar El yo saturado, el EP que derivó en un disco de poco más de 40 minutos. «El primer día hicimos partes de temas que yo tenía, que se los iba pasando en el momento, pero en el segundo y en el tercer día empezaron a salir las zapadas y las locuras de todos.»

Para Pettinato, hacer un disco raro es la única manera de mantener su fidelidad a Sumo. «No iba a hacer un disco de humor, ni tratar de meterme en las FM, porque hubiera sido vergonzoso para mi tradición musical. Tampoco me saldría hacer canciones como Lerner o Páez. Yo tengo incorporada la cultura del rock y para mí eso es Pink Floyd, Barret, la Velvet, Bowie… Esa es la cultura verdadera del rock, su motor generador.»

De esa cultura, Pettinato asegura que se formó el caldo de cultivo para los delirios de Sumo. «La banda dio para varias gamas, una de destreza, que hoy podrían ser los Divididos; una gama de la cosa más tranquila y lánguida, propia de Traslasierra, que es Las Pelotas;y en el medio quedaría lo mío con Pachuco Cadáver, lo más experimental, ese Sumo de la psicodelia de poder hacer un tema de 9 minutos o de 45 segundos. Yo tenía ganas de incluir en este disco Sharap Mark o Estallando desde el océano, pero jamás tocaría Mejor no hablar de ciertas cosas. Lo que logramos con este álbum está dentro de esa tradición y algo muy de afuera también. Porque mi gran orgullo es que no parece un grupo nacional, no sólo porque canto en inglés, sino porque no tiene nada que ver con lo que se hace acá.»

-Tampoco lo parecía Pachuco Cadáver y su existencia fue muy breve.

-Sí, porque me metí en la televisión. Pero a mi siempre me salen cosas que no tienen mucho que ver con el rock de acá, porque estuve siete años en una banda atípica. Por eso digo que todos los que después hablaron bien de Sumo, la megaestructura del rock, eran los tipos a los que les parecíamos un aborto de la naturaleza. Claro, todos cantaban como Cerati, todos eran derivados de Spinetta. Y Luca era la antiderivación, era una mezcla de Ian Durie con Jim Morrison. Después se murió Luca y empezaron a darnos bola. Pero, en realidad, cada vez que estábamos por dar el gran paso salía alguien, como Soda Stereo, Virus, Los Twist, hasta Los Helicópteros tuvieron su cuarto de hora. Nosotros llenamos dos Obras y terminamos haciendo el último show con Los Violadores en la cancha de Los Andes para 100 personas.

-Durante mucho tiempo, quizá por tu trabajo en tele, dejaste que la memoria de Sumo fuera sólo propiedad de los ex que hoy están en Divididos y en Las Pelotas…

-Mirá, yo escribí La jungla del poder, que es la primera parte de mis memorias sobre la banda. Me pareció piola sacarlo, antes de que lo escribiera Polimeni o gente que no estuvo adentro. Porque, te guste o no, yo estuve ahí. Yo entiendo que a la gente se le mezclaba La noche del domingo con Sumo, pero lo que me parece que hice bien fue seguir cierto lineamiento de Luca: no vivir de la pata de los muertos. Yo me fui a España e hice lo mío y siempre digo que si pudieran borrarme de los discos lo harían, no sé si mis compañeros de la familia Sumo, pero si otros.

-¿Qué fue lo primero que hiciste tras la separación de Sumo?

-Justo, a eso iba. Nadie sabe que con Ricardo (Mollo) formamos Divididos, por ejemplo. Luca se murió en diciembre de 1988 y en enero y febrero del 89 nos fuimos con Ricardo a la quinta de mis viejos, en Marcos Paz y empezamos a componer. Le dije a Mollo que el grupo se tenía que llamar Divididos por la felicidad, como el disco de Sumo. Además, como nos dividimos de los otros, que se fueron a Córdoba, era una buena idea. Y empezamos a componer temas, de los cuales yo escribí algunas letras, como la de La mosca porteña y Haciendo cosas raras para gente normal. Después me fui a España y un día me llamó Ricardo para ver si le dejaba el material porque iba a seguir con el grupo. Ya se había juntado con Diego y se lo regalé. Eso está bien, pero lo que me molestó es que no se haya dicho cómo fue la historia.

-También pensás que hoy, cuando se habla de Sumo, se te coloca en un segundo plano.

-Exacto, como si sólo hubiera tocado un poco el saxo. Yo fui el tipo que hizo las tapas de Sumo, el que inventó el logo del grupo. La gente escucha No sé lo que quiero pero lo quiero ya y no sabe que la letra es mía; escuchan Los viejos vinagres y no saben que también la letra es mía, como parte de las músicas. Es increíble, pero todos se preocuparon por no nombrarme nunca. Yo también estuve siete años con Luca. Y a las entrevistas íbamos los dos porque los demás no hablaban.

-Volviendo al disco, al principio pensaste en llamarlo Bye bye harmony.

-Sí, es el nombre de un tema. Pero se va a llamar El yo saturado, que es una situación psicológica muy extraña. Me gustó la frase. Yo tengo realmente el yo saturado, saturado de Pettinato. Me decís Pettinato y se me ponen los nervios de punta. En la tapa va la foto de un gallo que parece estar en esa situación, totalmente agobiado el pobre.

Hace casi dos horas que Pettinato se abocó a hablar de su disco, de su pasado; en definitiva, de dar su versión de una historia que a muchos le interesa. Falta poco para que en el estudio de grabación lo agasajen con un asado y aún hay tiempo para repasar su vida.

Roberto Pettinato, el saxofonista, el músico, el conductor de televisión, el típico porteño capaz de aceptar cualquier desafío sin apichonarse, tuvo una de esas adolescencias típicas, rodeado de discos antes que chicas, refugiado en Frank Zappa y algunas de sus frases, comoTodos los chicos son víctimas desafortunadas de las mentiras en las que ustedes creen. «Son las cosas que me marcaron, como Vandergraft Generator, las letras de Hammill, las de Spinetta, como hoy en día los Redondos marcan la educación psíquica de una amplia gama de la juventud.»

-Sos de los que se refugiaban en El Flaco para escapar de la dictadura.

-Sí, su poética fue la gran muralla contra cualquier dictadura, era la coraza necesaria para defenderte de cualquier mal de este mundo. Me parece que ese tipo de poética era tan poderosa como La marcha de la bronca o Apremios ilegales (ambos de Pedro y Pablo). Pero no soy de los que añoran viejos tiempos y piensan que en democracia el poder del rock se desinfló. Creo que las democracias, a veces, son bastante parecidas a las dictaduras, pero sin armamentos ni torturas. También te censuran y es peor, porque se supone que estás en libertad, pero no demasiada, porque las superestructuras de los gobiernos y los Estados son las mismas, y más en este país, donde los 30 mil desaparecidos no aparecieron y los 20 mil torturadores aparecieron y no les pasó nada. Es un país maldito, es la sonrisa del Guasón.»

-Y el rock, qué lugar ocupa en todo esto.

-Bueno, creo que debería volver a lo pequeño, a las cuevas, a ese lugar donde uno quiere ir a ver a un grupo de rock y estar entre su gente. Por eso creo más en El Otro Yo, en Suárez y en los Redondos de los primeros discos.

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