Son los autores de «Veneno», el tema que de la mano de La Renga recorrió todo el país. Tienen 10 años tocando en Buenos Aires y continúan generando historias devenidas en canciones.
Vagando por Córdoba nos encontramos con Adrián Mancini (guitarrista) y Marcelo Ferrari (voz y bajo), ambos integrantes de La Negra. Nos sentamos en un escalón de la ciudad y comenzaron a relatarnos los comienzos de su locura.
Recorriendo su historia hay un dato que nos llama poderosamente la atención: se conocieron gracias al servicio militar hace 10 años por intermedio de un amigo. ¿Cómo sale un roquero de la milicia? «Entre picados de fútbol vino la pasión roquera. Salis más roquero todavía. No salí tan tranquilo como pensaron, salí peor», afirma Marcelo entre risas.
Regla general de under es la independencia, esa autonomía que permite a los músicos del subsuelo hacer lo que les place, pero también los lleva a tener que buscar en la superficie algún modo de supervivencia a veces difícil de armonizar con su arte: «Cada uno tiene un trabajo diferente y tratamos de organizar los recitales nosotros, aunque sean chiquitos. Un poco es como que necesariamente tenés que trabajar para poder hacer lo que te gusta. De esa manera lo compensamos», nos dijo Marcelo.
Conscientes de que vivir de la música es un sueño que pocos alcanzan, juegan con la idea de algún día lograrlo: «Si es imposible esta bueno pensar que se pueda. Apostamos a eso, a que la música sea nuestra forma de vida…que nos de el sustento», afirma Adrián.
Sus letras muestran un trabajo de elaboración importante, pero lejos de considerarse predicadores señalan que su único mensaje es la música y que simplemente tocan y tratan de «tirar la energía y el placer» que les da la música.
La Renga inmortalizó uno de sus primeros temas, Veneno, el cual compusieron después de un viaje por las sierras del noroeste. Mientras el sol se iba alejando, Marcelo nos contó: «Pintó una letra con una historia y había una melodía dando vueltas que encajaba con la base. Fue uno de los primeros temas que compusimos y nuestro acercamiento al genero canción».
Vivieron algo similar a lo que sucedió en su momento con Las Manos de Filippi luego de que Bersuit grabara Señor Cobranza: «a la gente que está en el palo del rock» no tuvieron que aclararles nada porque ya sabían que el tema era de ellos, pero cuando tocan frente a otro tipo de público se ven en la necesidad de contarles que el tema es de La Negra. «Pero esta todo bien», afirman, «porque gracias a la canción le prestan atención a la banda. Es impresionante, increíble, es como el sueño del pibe hecho realidad. Para nosotros La Renga es una de las mejores bandas del país y están entre las que más nos gustan, y tenemos la suerte que Veneno se haya hecho un lugar en la gente. Estamos profundamente agradecidos a Veneno, a La Renga y a la gente por la oportunidad que nos brindan».
El tema llegó a las manos de Chizzo gracias al «Pelado Charly», ex saxofonista de la banda y amigo del cantante de La Renga: «Como estábamos armando las melodías del saxo se llevó un cassette con las canciones. Casualmente había una versión de El rito de los corazones sangrando que parece que le gusto al Chizzo y le presto atención a la cinta. En ese momento La Renga para nosotros eran Los Beatles. Cuando nos preguntaron si la podían tocar en vivo, no lo podíamos creer, después si la podían grabar, la gente cantando y el resto de la historia es conocida», nos cuenta Adrián.
Sin embargo la historia no termina aquí. La Negra siguió trabajando y por estos días está terminando lo que será el sucesor de «La Negra R.N.R.», un disco con 10 canciones que esperan estrenar en el 2004 donde quedarán plasmados los nuevos aires que aporta el baterista Diego Cardozo, reemplazante Ariel Ocampo.
Seguir remando en contra de la corriente, continuar dejando la vida en el escenario y mantenerse firme en el camino de la música; es algo que la banda atribuye a lo más profundo de su ser y que por estos días se ha convertido en parte escencial de sus vidas. Así, entre proyectos y recuerdos, se despidieron de Córdoba y regresaron a Capital, donde los espera la sala de ensayo y la guitarra enchufada, lista para seguir construyendo «un mundo dentro de una calavera».
