El cantante de The Cult explica el futurismo de «Hidden City», habla sobre las peleas internas de la banda y se emociona por la gira sudamericana. Entrevista con Rock.com.ar.
«A fines de los ‘80, yo siempre me tiraba en contra de -el guitarrista- Billy Duffy, y era muy difícil. Él realmente disfrutaba de ser el típico violero de una banda de rock and roll, y del estilo de vida. Pero para mí, no era suficiente». La voz del otro lado del teléfono es la de Ian Astbury, una de las figuras más icónicas de la música británica.
A mediados de los ‘90, esas tensiones terminaron por destruir a The Cult, y el grupo pasó un tiempo separado. Pero hoy, viven uno de sus mejores momentos. En 2016 editaron «Hidden City», su décimo álbum de estudio, y su tercero consecutivo junto al baterista John Tempesta.
Gran parte del disco está basado en la muerte de las especies. «En ‘Dark Energy’ digo que los científicos no tienen idea ni del 5% de lo que está pasando. Los físicos estudian las partículas… ¡pero no saben bien cómo funciona la Máquina de Dios! Hay algo en el nivel subatómico que no pueden explicar. Con la vida pasa lo mismo: está la energía negra, la masa negra, y después una nebulosa –agrega Astbury-. Los animales actúan en defensa propia, y crean una guerra de especies. Los humanos somos iguales: el caos es parte de nuestra naturaleza. Cuando mirás arriba en la pirámide, ves sólo falsedad. Los líderes mundiales no hacen cosas para salvar el planeta: las hacen para dejar el planeta. Los humanos estamos extinguiéndonos, y las próximas generaciones la van a pasar peor».
-Sé que ese concepto, y las ideas de Francis Bacon, te inspiraron a escribir «Deeply Ordered Chaos».
-Sí. Es imposible tener un equilibrio total. Siempre hay fracturas, porque el caos es uno de los principales órdenes divinos. Lo loco es que mientras todo se acelera, vemos más miedo, más división y más ansiedad. Hasta las estrellas pop se están volviendo más plásticas. Parecen personajes de realidad virtual. Las viejas culturas realmente sabían de la vida: una vez que sentían que ya habían cumplido su «tiempo» en un lugar, se mudaban a otro. Va a llegar un momento en el que nosotros también digamos: «Ok, este mundo nos quedó chico». Pero también podemos cambiar nuestros comportamientos, y encontrar una inteligencia mucho más alta, que está en el interior. Eso se da a través de los sentimientos, la meditación y el arte. Galileo, por ejemplo, halló un montón de cosas con su intuición. Para este disco, leí mucho a -el escritor español- Federico García Lorca, especialmente su libro ‘Romancero Gitano’. Y hoy Alessandro Michele, de Gucci, hace diseños que se vuelven a conectar con lo esencial: las divinidades y la naturaleza. Antes no había polución ni tecnologías dañinas, sólo humanos pintando hermosos frescos, y plantando los jardines. Michele fue una de mis inspiraciones para crear en «Hidden City» algo que dejara símbolos y pistas.
AFUERA DE LA INDUSTRIA
-Apenas abrís el disco aparece un vehículo de alta gama, y en «No love lost» cantás sobre «un auto que se quema en la ruta». ¿Cómo se conecta con lo que planteás?
-¡Buena observación! Quería mostrar algo que fuera una reliquia en el futuro. Imaginé qué iban a encontrarse los extraterrestres si un asteroide rompiera nuestro planeta. Entonces elegí mi auto, un Ford Mondeo. Eso me recordó a las especies que se extinguieron, y que los humanos estamos por desaparecer. También me pareció que, en el futuro, ese Mondeo podría significar algo similar a un rey o una reina egipcios. Es la muestra de los objetos que intentamos «conseguir» sea como sea. Las publicidades y los medios nos empujan constantemente a una vida imposible de lujos. Todos creen que podemos mudarnos a las montañas, ser inmunes a la muerte o laburar en Hollywood. Así que en el futuro, un arqueólogo podría toparse con el Mondeo y averiguar cómo éramos los humanos de este siglo. Otra de las ideas de «Hidden City» es que, en la industria artística, todo depende del cuerpo, el look y las redes sociales. Nos clasifican por cómo nos vemos, y por si somos lindos, atléticos y estilizados. Raramente la gente se toma el tiempo de ver nuestro costado espiritual. Pero en los ‘80, con The Cult fuimos parte de esa maquinaria. Yo estaba probando distintas cosas.
-¿Como cuáles?
-Participamos del Top of the Pops, y laburamos con productores y promotores comerciales. Nos decían que teníamos que hacer 150 shows por año, y sacar cosas a cada rato. Teníamos a Beggars Banquet en Europa, y a Sire y a Reprise en los Estados Unidos. Nunca me sentí bien siendo parte de esa estructura, y con Billy nos distanciamos uno del otro. El auto que se quema en la ruta también simboliza al The Cult que ya fue. La banda que éramos en el siglo XX pertenece a ese tiempo. Nos veían como commodities, y como un valor financiero. En 1984 estuve en el Live Aid, en el Estadio de Wembley, y vi mucha controversia. Era un concierto para los que se morían de hambre en Etiopía y en Sudán, y en los camarines tenían un Hard Rock Café para comer hamburguesas -se ríe a carcajadas-. Pensé: «¿Qué es esto? Acá no hay altruísmo. Es simplemente marketing para las propias celebridades». Me di cuenta de que mi industria grandificaba eso.
En ese momento, Ian Astbury sintió aún más repulsión, porque venía de una clase trabajadora. «Mis papás eran el último eslabón de la rueda, y laburaban para que los de arriba se enriquecieran. Me identifiqué con muchos de esos aspectos… Por ejemplo, de chico inmigré a Canadá, pero no tuve ningún privilegio por haber sido inglés. Todo lo contrario. Me trataban peor, como a un outsider«.
-Sé que escribiste «Black Sun» -del disco The Cult (1994)– inspirado en el bullying que sufriste ahí.
-Buena observación. Ese tema refleja cómo es ser distinto, y cómo responde la gente. Todos le tienen miedo al que viene con ideas poco comunes. Mi mamá era escocesa, y mi papá era inglés. Así que en Escocia me llamaban piggy –equivalente a «cerdo»-, y en Inglaterra me decían jock –equivalente a «estúpido»-. A los diez años me pinté la cabeza, para identificarme, y los de la escuela me mandaron a casa. Mi mamá fue una genia, porque me llevó de nuevo y les dijo: «¡Hey! Es un chico, tiene que poder expresarse». El problema con la mezcla de culturas continúa aún hoy.
-Para «Sweet Soul Sister» -de «Sonic Temple» (1989)- te habías inspirado en la americanización de los europeos, y en «Deeply Ordered Chaos» volvés a eso. Es muy loco cómo «Hidden City» se conecta con los ideales que siempre tuviste.
-¿Puedo ser honesto con vos? En el 90% de las entrevistas que hago, ni me consultan por el nuevo disco. No están interesados en el arte de tapa, ni en el laburo. Quieren hablar del pasado, y listo. Así que realmente aprecio tus preguntas. Para «Deeply…» me inspiré en «The Passenger», de Iggy Pop, en un tipo que solamente toma el tren para ir a trabajar y comprarse más lujos. ¡Y todos somos así! La cultura americana, de hecho, es una refinación de la europea. Los franceses y los italianos no crearon su propio Hollywood, sino que vinieron al de los Estados Unidos. Los aborígenes ya estaban en USA, y de ellos imitaron la forma de gobierno, por ejemplo. El gran problema de hoy, es que todo es blanco o negro. En la naturaleza no ves esos dos colores, salvo en una cebra (risas). La idea de Bacon y su «orden del caos» abarca la religión, la filosofía y la cultura. Un montón de gente está vomitando cosas negativas, y no tiene sentido. Así que… ¿por qué no dejás de tomar ese vómito, y salís a caminar con tu música favorita? Hacelo rápido, porque el cuerpo es frágil. Pensá en Chris Cornell: él era parte de esa industria de la que hablábamos. Hoy en muchos trabajos tenés que tener una enorme capacidad física y mental, hasta que llega un punto en el que te quemás. Con Chris estábamos hablando sobre viajar a la India en 2018, porque ahí yo había experimentado una gran catarsis: me habían dado energía, y se había re-despertado algo que tenía adentro. Pensé en hacer un intercambio cultural, y ellos se habían copado. Pero no sé qué va a pasar.
EL TÍTULO DEL ÁLBUM, CASI EN ESPAÑOL
«Al principio, en vez de llamarlo ‘Hidden City’, quería ponerle ‘Ciudad Oculta’», explica Astbury sobre el disco, que recibió 4/5 estrellas en The Guardian y fue producido por el veterano Bob Rock. «Pero me pidieron que estuviera en inglés. Al limitarnos con un idioma, nos perdemos de un montón. El lenguaje es cultura. Hoy se hablan muchas palabras, pero se dice muy poco. Un día vi a Carlos Tévez jugar para la Juventus, y cuando hizo un gol, mostró una remera que decía ‘Ciudad Oculta’. Me puse a buscar qué era, y descubrí que no significaba ‘soy el mejor’ ni nada de eso. Representaba su barrio, su familia, su amor por la Argentina. Me pareció increíble. Era como si dijera: ‘Mírenme, soy Carlitos. Salí de este barrio pobre, y aunque esté arriba de todo, me acuerdo de dónde vengo’».
Para Ian, fue una demostración de amor. «Pocas personas entendieron su mensaje. Pudiendo ir a cualquier lugar del mundo, él elige su barrio. Quizás, yendo de país en país, también se sintió discriminado, como un argie -agrega Astbury-. Y Tévez me mostró que podía ser más sensible. Antes era bastante cínico, e incluso se armaban problemas con mis amigos. Los sentimientos son difíciles de articular».
-¿Creés que vas a ir al barrio de Ciudad Oculta?
-Capaz. En Río de Janeiro fui a Cidade de Deus, pero no me metí demasiado, porque me dijeron que no era muy seguro. Para mí, la idea de «Hidden City» también coexiste en otros ambientes. Los Ángeles, por ejemplo, tiene muchas capas. La gente conoce Beverly Hills, los medios y los Kardashian, pero más que nada hay latinos laburantes.
-Sé que hace unos años tuviste una cirugía de cadera, que desencadenó en una fuerte depresión. ¿Cómo te recuperaste?
-Cuando era más chico me atropellaron dos veces, y me dejaron una herida en el lado izquierdo de la cadera. Después, por haber corrido un montón y haber hecho pavadas sobre el escenario, empeoré. Más tarde tuve un accidente de moto, y me destruyó. Así que los cirujanos me cortaron el hueso y le pusieron titanio. Eso cambió mi contextura física. La prensa me tildó de «viejo choto», y me criticaron. Fue muy difícil, y entré en una depresión severa. Hasta que un día vi un gimnasio de boxeo en Manhattan, llamado Mendez Boxing, y les pedí ayuda. Físicamente estaba muy mal, y mentalmente no tenía inspiración para nada. Fue muy difícil, pero de a poco reencontré mi camino. Mi esposa fue una inspiración increíble. Me pateó el culo y me dijo: «Ok, ya sé que pasaste por unos años difíciles. Pero ahora ponete a punto». Así que empecé a entrenar un montón, y volví a meditar. Eso se dio durante el proceso de «Hidden City», que fue muy catártico. Después de grabarlo, me sentí mucho más fuerte.
Parece que tanto esfuerzo dio frutos. La revista Mojo lo eligió como uno de los álbumes de 2016, y destacó el trabajo del bajista Chris Chaney (de Jane’s Addiction) en la mayoría de los temas. El disco también se metió en los ránkings de casi todos los países europeos, y cierra perfectamente la trilogía que arrancó con «Born Into This» (2007) y siguió con «Choice of Weapon» (2012).
SUDAMÉRICA, AHÍ VAMOS
The Cult tocó por primera vez en la Argentina en 1991, en el Estadio River Plate. «Ceremony» recién había salido, y la banda estaba en la cúspide de su fama. Ahora, no se van a quedar atrás: entre septiembre y octubre de 2017 van a dar más de una decena de shows en Latinoamérica, incluyendo el Luna Park, Rosario, Córdoba y Mendoza. Su última visita fue en 2011.
«Como ‘Hidden City’ está basado en Carlos Tévez, este tour es una forma de cerrar ese círculo -agrega el vocalista-. Mi idea era arrancar en la Argentina, y sumarle Miami y La Habana. Todos me dijeron que era un desquiciado, y que nos iba a costar mucha plata. Les respondí que se fueran a cagar con la guita, porque el público argentino entiende de lo que hablamos, y son los más pasionales. Ahora, que la gira ya se anunció, estoy ansioso. Puedo mostrarles a mi banda, al management y al sello que yo tenía razón. Aunque el tour finaliza en Santiago, estoy muy entusiasmado por Buenos Aires».
«En Sudamérica vamos a tocar nuevas canciones –dice-. Hay cuatro o cinco que ya hicimos en otros lugares, como ‘Deeply Ordered Chaos’, ‘Birds of Paradise’, ‘Hinterland’, ‘G O A T’ y ‘Sound and Fury’. Algunas que rescatamos son ‘Gone’, ‘Love’ y ‘Honey from a Knife’. Y obviamente no van a faltar las clásicas, como ‘She Sells Sanctuary’, ‘Rain’, ‘Fire Woman’ y ‘Wild Flower’».
-¿Por qué demoraron tanto tiempo en volver a Sudamérica?
-Voy a ser honesto con vos. Antes nos habían ofrecido ir como teloneros de otras bandas, pero les dije: «No, no vamos a ir a Buenos Aires para tocar quince minutos». Financieramente nos conviene ahora, porque vamos a llegar hasta Brasil con The Who. Es una hermosa oportunidad, pero también queríamos hacer nuestros propios shows y conectarnos con nuestros fans. Esto causó problemas dentro de la banda, mejor dicho entre Billy y yo. Juan Azulay, nuestro director de arte, es argentino. Y en el video de «G O A T» aparece un entrenador de allá. Así que existe una conexión especial con ustedes. No sé lo que es, pero lo siento.