Aquelarre regresa a la Argentina después de más de dos años en España, donde consiguieron colocarse entre los grupos más importantes. El primero en llegar a Buenos Aires fue Emilio del Guercio, un músico de larga trayectoria en el rock argentino. Mordisco lo entrevistó a los dos días de su llegada, cuando todavía llevaba pegado un poco del acento español. Habló sobre las aventuras del grupo en Madrid y Barcelona, sobre el panorama del rock allá, y sobre la próxima separación de Aquelarre. El cariño con que se refirió a sus compañeros de grupo deja traslucir que el intenso trabajo de siete años les reportó una gran madurez, y una clara visión de las cosas,
Hagamos un poco de historia sobre el viaje de Aquelarre…
—Tengo todos los datos en la cabeza. Nosotros salimos el 8 de septiembre del 15. Llegamos a Madrid y empezamos a r contactos, Tuvimos varios reportajes en programas de radio de mucha audiencia Después fuimos a Barcelona a escribir a! Hugo y D’. que es nu sonidisi que egaban por barco con los equipos, dor suerte llevamos todo, porque los equipos en España son carísimos, y no hubléramos polo comprarlos, En poco tiempo empezamos a tocar en Zeleste, que es una especie de café-concert donde se concentra lo mejor de la nueva música catalana, De allí grabamos un programa de radio y uno de televisión, siempre tocando en vivo. Todo parecía demasiado fácil, pero de repente se cortó, Porque los tipos en Barcelona luchan por la cultura de la música catalana —vos sabés que Cataluña es una de las regiones de España que tiene su propia tradición y su propio idioma—. Ellos quieren darle manija a todo lo que sea catalán, y tratan de que ninguna expresión no-catana sobresalga demasiado. Por otro lado, verdaderamente, los catalanes son los mejores músicos de España, Ese movimiento musical se expresa a través de la revista Vibraciones, que está muy bien hecha y la gente que escribe ahí sabe mucho, pero le manija al rock y la canción catalana fundamentalmente.
Nosotros veníamos de ser un grupo importante en la Argentina, y teníamos una manera de trabajar muy seria, que quizá la gente de Barcelona no entendió, porque para ellos éramos un grupo nuevo, Una vez, por ejemplo, grabamos un programa de radio, y no nos gustó cómo quedó. Les dijimos a los tipos que no queríamos que saliera así, que había que grabarlo de nuevo. No les cayó bien porque les pareció que estábamos en estrellas.
Quiere decir que todo el impulso que tenían al principio se empezó a frenar?
Sí, un poco por lo que te contaba. Las dos revistas de rock importantes de Barcelona nos negaron. Vibraciones por el asunto de defender la música catalana, y con la otra, Popular 1, tuvimos una anécdota terrorifica. Fuimos a hablar con el director, Jordi Sierra y Fabra, que tiene varios libros publicados sobre rock que se venden aquí también, El tipo nos dijo: «La cosa es así: si son dos hojas color, son 35.000 pesetas, son blanco y negro 25,000». Nosotros nos quedamos helados: ‘Ahí realmente me sentí como un pajuerano inocente. Nos agarró una amargura impresionante. Bajamos y nos sentamos en un umbral un largo rato en silencio, mirando a piso. No sabíamos qué hacer ni qué decir. Te aclaro que no toda la prensa allá se mueve así, pero ese tipo y esa revista sí. Y por eso está llena de artículos sobre los grupos chillones fabricados por el mercado: anglosajón.
Después de eso seguimos trabajando esporádicamente en la zona de Barcelona, hasta que nos salió un contrato para ira Ibiza a tocar durante seis meses en un boliche. Tocábamos nuestro material y algunas cosas de otros argentinos, como Luis Alberto.
Ibiza es hermosisimo. Vos estás al borde del mar y se ve transparente muchos metros para abajo, el cielo tiene un azul muy profundo, típico del Mediterráneo, y las casas son todas blancas. Allí, fuera del aspecto musical, ya que no era el lugar ideal para tocar, la pasamos muy bien.
Cuando terminó el contrato recibimos ofertas para volver a Barcelona; pero decidimos ir a Madrid para que no se repitiera todo lo que nos había pasado antes.
¿Y cómo les fue en Madrid?
—Allí fue donde llegamos a trascender realmente a nivel nacional. Tocamos en lugares donde estuvieron Premiata y Soft Machine, y nos empezó a ir cada vez mejor. La gente y la prensa nos reconocieron como uno de los grupos importantes.
¿Qué impacto causó Aquelarre como representante de la música argentina?
—Cuando llegamos a España, el noventa por ciento de los pupos cantaban en inglés, a vez que teniamos oportunidad de hablar con los músicos les decíamos «Che, loco, ¿cómo puede ser? «. Hace un año que casi todos han empezado a componer en castellano, y no creo que sea una exageración decir que nosotros tuvimos mucho que ver en ello. Los tipos no cantaban en castellano, porque están increíblemente influenciados por el mercado inglés. Todos los grandes grupos del mundo tocan allí, llegan las revistas, etc. España está en Europa, les llega todo. Eso los ahoga un poco. Los músicos locales no pueden competir con eso. A la Argentina, por ejemplo, nunca llegan los grandes grupos, y eso es un perjuicio en un sentido, porque uno no puede ver a «Pepito», que le gusta mucho, tocan» do en vivo. Pero, aunque haya falencias de tipo tecnológico, aunque estemos flojos de equipos y todo eso, hay una conciencia y un bagaje musical propio que no existe allá.
¿Musicalmente los españoles no tienen una línea?
—No, salvo algún grupo catalán y uno que utiliza el flamenco. Todavia ahora, la música que hacen en castellano suena un poco «traducida», como aquí hace diez años.
¿Hay más equipos al alcance de los músicos, allá?
—Sí, es impresionante. A pesar de que son caras las cosas, un grupo mediano ya tiene un camioncito Mercedes Benz frontal para hacer las giras. Y se compran equipos. Una vez en la Plaza de Toros de Benidorm teníamos 4,800 watts, y 400 de retorno.
¿Cómo suenan los grupos argentinos con respecto a los españoles?
—Acá estamos pobres en ese sentido tecnológico que te decía antes, pero hay más madurez. Allá hay grupos que suenan impresionantemente por los equipos, pero lo que hacen no vale nada. Todavía no encontraron su lugar dentro del rock mundial. Cualquier argentino con un equipo de esos revienta todo.
¿Por qué volvieron?
—Mira cuando nos fuimos lo hicimos porque tanto tiempo se había hablado de mostrar lo nuestro afuera, de hacer trascender la música argentina, que llegó un punto en que dijimos: «Bueno, vamos!». Después de dos años y medio allá, cuando llegamos a tener un lugar importante, nos empezó a tirar fuerte el recuerdo. Recibimos muchas cartas de la Argentina, de gente del interior, porque Badía dió nuestra dirección por radio, y nos dimos cuenta que no podíamos faltar tanto tiempo. Además mi mujer tuvo que venirse por un probiema familiar, y después de seis meses de estar solo, ya no aguantaba más. Entonces dijimos: es la hora de volver y tocar para la gente que nos estuvo llamando y que nos obliga moralmente a devolverles ese cariño, y que el grupo termine su carrera musical, después de siete años, de la mejor manera posible. Fueron muchos años de trabajo musical en los que logramos llegar a la gente en la Argentina y trascender afuera con nuestra polenta. Decidimos entonces volver, y dar un recital en el Luna, y hacer una gira por el interior. Hugo no puede venir porque la mujer va a tener un bebé en cualquier momento, y no la dejan viajar así. Así que pondremos un tecladista que toque sus partes, aunque Hugo es irremplazable. Lo mejor es cerrar la historia del grupo en un buen momento, antes de que el desgaste y la rutina le uiten la vitalidad.