Una tarde de domingo. Caminando mi avenida preferida de Buenos Aires, el viento me llevó a la casa de Fernando Goin, el mayor referente de blues rural en nuestro país, según me dicen muchos.
Entrar a la casa de Fernando provoca una sensación especial. Es uno de esos refugios en los cuales uno se siente confortable, y quisiera transcurrir allí las tardes de lluvia grises y frías, tomando mates y escuchando blues.
Y material no faltaría. Fernando se acerca con su mate y esa pava de acero inoxidable que apoya sobre el escritorio.
Y allí, enfrente, por todos lados: discos. Nunca imaginé una pared tan colmada de discos. Y más allá sus guitarras, y algún banjo que espera volver a ser tenido en cuenta. Fotos, de los maestros…tapizan la otra pared.
La voz de Fernando tiene cierto vibrato, una cadencia, un quiebre que dibuja el blues, hablando es como si cantara. Y su guitarra, puede decir más aún que todas sus palabras.
La silla frente a él me invitó a sentarme, y a empezar a charlar como dos viejos amigos que se reencuentran después de muchos años.
Hay bastante movida de blues acá en Bs As, no?
Hay un movimiento que hace diez años atrás no existía. Salieron una camada de músicos a partir un poco de la pequeña movida que hicimos con «Folk&Blues», ahí se generó cierto espacio. Nosotros tuvimos suerte en esa época porque tocábamos en el San Martín, que era un lugar gratuito en ese momento. Y se hacían eventos con bastante más continuidad y hubo mucha gente que se empezó a enterar, y de ahí se empezó a abrir un poco la cosa.
Y a gente a interesarte por tocar…
Si, mucha gente inclusive que estaba en el rock dijeron «ah, mirá el blues». Porque el patrón del blues es medio como B.B. King y Stevie Ray Vaughan en líneas generales, cosa con la cual yo no coincido mucho. Entonces cuando empezaron a ver cosas más antiguas, que tenían una cierta esencia y cierto magnetismo, se empezaron a interesar.
Acá hicimos un poco la tarea esa de mostrar. Como nosotros venimos escuchando ésta música desde muy chicos, en momentos en los que acá no existía la palabra blues prácticamente, era un género que no estaba considerado con una perspectiva más masiva.
Hay una camada de tipos que surgieron en los noventa bastante piola, pibes jóvenes…como Gabriel Gratzer, una cantidad más… Muchos alumnos míos que pasaron por acá. Después los Festivales de Jazz, que uno tocaba con el otro, ese tipo de interrelación, se hizo un poco de fuego así. Y eso me parece dio buenos resultados porque la gente empezó a escuchar otras cosas.
Igual, es una cosa bastante sectaria.
Claro, eso te iba a decir…y el público?
El público…hay gente joven y hay gente grande. Hay tipos jazzeros por ejemplo. Nosotros estamos haciendo country blues y cosas de jazz adaptadas a un estilo más de string band, y bueno, viene gente así que conoce de cosas de jazz y se interesa. Y también a los pibes les interesa, pero no es un público o grande o chico. Es una mezcla bastante rara en ese sentido. Pero está muy bien, porque me parece que es una especie de pincelada como para poder ir detectando que esta música no es tan complicada de ofrecer. No es una música intelectual, no se toca con la cabeza, sino con el cuerpo y con el corazón. Entonces es posible penetrar en distintas edades sin demasiados problemas.
Pero también alguna ayuda extra a veces serviría. El problema es que casi toda la gente que hace esto no pertenece a compañías multinacionales, todo ese esfuerzo de producción es independiente, de juntadas tipo festivales o lugares donde se congrega cierto público que accede a esto.
Pero está bien igualmente, porque por lo menos uno puede hacerlo. Hay lugares donde esto no existe. Por ejemplo en EEUU casi va desapareciendo. Porque las generaciones de tipos más nuevos se han perfilado más para el blues eléctrico, más fusión, más funky. Es decir, los estilos como estos que hacemos nosotros están desde hace mucho tiempo muertos en su esencia, lo único que hacemos es tratar de revivirlos con una inocencia absoluta y porque nos gusta la música.
A mí me ha tocado estar en EEUU y buscar lugares para ver esto y ver que no existen. En general hay bandas eléctricas, que tocan fenómeno y todo lo que quieras, pero es muy raro el caso de algún tipo que haga esto. Si pasa por ahí en los lugares de menos población, no en las grandes ciudades. Pero el problema no es los lugares, sino que no ha habido generaciones de recambio. Por ejemplo, el hijo de Muddy Waters, que fue uno de los grandes blue-singers de Chicago, si escuchás los discos de este tipo a mí personalmente no me gusta…uno se cuestiona. Dice: «pero éste es el hijo de Muddy Waters?». Que raro no?. Haber tenido un padre que hizo lo que hizo…sin embargo están en otra corriente.
Y también pasa que todos estos aspectos que a veces se ven en manifestaciones medio multitudinarias como son los festivales de blues en Chicago, donde por ahí aparece «Honeyboy» Edwards tocando, que es uno de los viejos bluesingers del Delta que todavía viven, tiene como 90 años…es como una reliquia viviente el tipo. Pero es un caso entre 10.000, hay 10.000 tipos que están haciendo otra cosa.
El tema de la difusión, ¿cómo es acá…?
La difusión es una cosa totalmente de azar. Es decir: prácticamente no hay difusión. El sistema más piola es tocar y hacer listas de mails de la gente que va, y después publicitar tu show por internet. Pero en este momento pagar un aviso en el diario es imposible, hay muy pocos diarios que tiene espacios gratuitos, diarios de gran circulación digo, no?
¿Y las radios no les dan cabida?
Y las radios…yo no se muy bien, porque no me caliento mucho por eso en realidad, pero creo que no. Creo que si no ponés dinero no vas a parar a ningún lado. Lo cual no interesa demasiado, a los efectos que el perfil de esta música…yo tengo una idea: aquellas cosas que tienen mucho éxito en la Argentina son peligrosas, por una cuestión cultural. Todo lo que tiene mucho éxito o mucha difusión a mi me da un poco de miedo. Porque en líneas generales es como que la persecución es solo vender el producto y no ofrecer una chance de poder conectarse con cosas que casi ya no existen. Y eso me parece que atenta un poco contra la conservación de ciertas cosas. Que no tienen que ver con la música, sino con la actitud del músico respecto de la música que hace.
Se me ocurre eso, no? Tengo miedo a esas excesivas propagandas, excesivas publicidades e tipos que están tocando, y decís: Y ésto que es?
Por ejemplo, vino un coro de Estados Unidos ahora, de gospel. Una publicidad fenómena…un desastre era eso. Por ahí los tipos cantan bárbaro, no vamos a poner en duda eso. Pero ese gospel no existe, con respecto a lo que originalmente es el gospel, esa actitud de gospel, una cosa que debería tener una connotación de profunda humildad en la expresión…yo no soy muy religioso, pero digamos…un cierto contacto con la esencia religiosa de lo que se dice…una cosa así exuberante, una cosa así tipo Hollywood, muy comercial. Y bueno, eso tuvo mucha difusión acá. Fue un éxito, seguramente comercial…pero me parece que ahí quedó.
Contanos con quién estás tocando ahora…
Bueno, ahora estoy tocando con un trío de cuerdas, son dos guitarras y un bajo. Y estamos haciendo una presentación por mes habitualmente ahí en un bolichito en Boedo.
Para más o menos explicarte es una especie de compendio de lo que son las raíces de la música tradicional americana. Hacemos country blues negro, country blues blanco, hacemos blues grass, algunas cosas de western swing y algunas cosas de jazz.
Metemos todo eso en una pequeña bolsa, tratamos de darle cierto marco estético para que después de un country blues un tema de jazz no suene demasiado distante. La idea es que todo eso está unido, cosa que es así en realidad: todas estas músicas tienen un patrón esencial y después vienen desprendimientos que tienen distintos nombres por los estilos, pero en realidad es como un hilo que conduce desde los años 20 a los años 50 una cantidad de datos que intentamos tocar de la mejor manera posible.
Luis Taboada es el guitarrista y Carlos Rotondaro toca el bajo. Yo toco guitarra y ocasionalmente armónica.
¿Y banjo?
Por ahora no. El año pasado estuvimos con algunos músicos ensayando algunas cosas, unos músicos amigos…un Dobro, y teníamos idea de hacer unas cosas de blues grass…pero después no resultó. Porque yo tendría que ponerme a estudiar muchísimo para tocar el banjo. Y lo abandoné un tiempo en realidad porque tampoco tenía el tiempo para dedicarle. A veces toco, pero así…acordes, que se yo. Pero bueno, si escuchás a algunos banjoístas preferís callar (risas).
¿Y qué guitarras tenés?
Yo tengo tres guitarras acústicas, tengo dos Gibson J45, una de ellas es la que está acá en la tapa (del CD). Esa es una Gibson J45 del año 43, que es una guitarra extraordinaria, esa es la guitarra que estoy usando ahora en vivo. Después tengo esta otra, esta es 67. Y tengo una Martin D18, de 1956, que es una de las mejores guitarras que toqué en mi vida. Y esas son las guitarras con las cuales estamos ahora grabando, Luis tiene también una Gibson L5 y Carlos tiene un bajo semiacústico Ecco, italiano. Es muy lindo, tiene sonido de bajo eléctrico pero como tiene caja tiene un sonido acústico también.
Y después tengo otras guitarras, tengo una eléctrica, tengo una Fender Stratocaster y tengo una Supro que es una guitarra (14:33) para tocar lapstill hawaiana. Y una de 12 cuerdas Ecco.
Contanos de tu colección de discos, cómo empezó…
Bueno…empezó hace siglos…(risas). Yo empecé a comprar discos de blues por casualidad. Tenía algunos antecedentes. En realidad sabía mucho de rock & roll de la década del 50 porque yo era, y sigo siendo, muy fanático de los Beatles y de Bob Dylan, que son para mi los artistas más importantes del siglo XX a nivel popular. Y fueron los tipos que me llevaron al pasado a mí, a través de las reinterpretaciones que ellos hicieron en covers de una cantidad de temas que no eran compuestos por ellos.
Por los Beatles supe quién era Curt Perkins, quién era Little Richard, una cantidad de tipos que hicieron los fundamentos del rock & roll en la década del 50, y del rithm & blues también.
Teniendo el primer disco de Bob Dylan, él hacía un par de covers de Bukka White y de Blind Lemon Jefferson. Quién será el tipo ese, decía yo en esa época. No sabía quién era.
Entonces una vez, en el año 68 o 69, caminando por la calle Corrientes, entro en una librería que se llamaba Pigmaleon…ya no existe más…en Corrientes y San Martín. Esta librería me llamó la atención porque había libros de arte en la vidriera, lindos libros…y me metía ahí no se por qué. Y empecé a revisar, y veo que al fondo había un cartelito que decía «discos» y una flecha para abajo.
Y ahí abajo de la flecha había una escalera. Y me metí, bajé la escalera y ahí me encontré con una cantidad de discos que nunca en mi vida había sospechado ver, ni sabía qué eran…de blues.
Resulta ser que esa gente, los dueños de esa librería eran alemanes, y eran importadores, vendían discos y libros importados.
Ellos traían el sello Biograph, uno de los primeros sellos que hicieron en vinilo revisiones de contry blues, y había discos del sello Origin Jazz Library, o JL.
Y ahí empecé a revisar, y porque me gustó la tapa había un disco que se llamaba «They song the blues», era una antología de varios intérpretes. Me gustó mucho la tapa porque tenía un dibujo de un negro que iba caminando por un camino y había una cabaña al costado, un dibujo hermoso era. Me gustó mucho eso, y el título. Me compré ese disco que valía fortunas, porque en esa época un disco importado era como medio sueldo, era muy caro. Pero me gustó tanto eso que me lo compré.
Y en ese disco había un tema de Mississippi John Hurt, bueno…de varios artistas de country blues, que me parecieron fantásticos, dije «estos tipos que fenómenos». Sonaba todo…eran over draps del 78, (19:00) así que había ruido a púa, eran grabaciones del año 28 en líneas generales.
Y ese fue el primer disco de blues que me compré, de blues rural.
Y a partir de eso, que me enteré que existía esa casa empecé a concurrir en la medida que tenía guita.
Y así me fui comprando algunos discos y fui investigando…hasta que esa casa cerró y no había otros lugares acá. Entonces empecé a escribir cartas a las direcciones de estas grabadoras que estaban en las contratapas de los discos, y me empezaron a mandar catálogos. Y así empecé de a poquito darme cuenta que había montones de discos de esos y que había forma de comprarlos a través del correo.
Y así durante un par de años estuve tratando de hacer mi pequeña colección de esa manera.
Después hubo una época donde se liberaron los precios, se abrió la importación y empezaron a venir discos. Ahí había tres o cuatro disquerías que traían algunos discos de blues, porque como eran tipos que vendían en distribuidoras, compraban paquetes, no compraban determinada cantidad de discos por artistas.
Y ahí como ya estaba mas contactado con los tipos por carta, empecé a tener más datos como para poder localizar en dónde había que localizar ciertos discos. Bueno, después viajé, y ahí aprendí mas y me di cuenta que iba a llevarme toda la vida esto…porque la cantidad de discos que hay en este género es infinita.
Y después tuve la suerte de conocer a Max Hoefner que es otro coleccionista, que es hijo de Guillermo H. ya fallecido, que fue uno de los primeros tipos que acá en la Argentina en la década del 50 tenía muchos discos de jazz, pero también traía discos de blues a través de un contacto que el tenía en EEUU.
Lo conocí a Max también de casualidad, nos hicimos muy amigos y él me prestaba sus discos y yo los míos, y así fuimos alimentando los datos. Y nos pusimos en un orden de cómo encarar el tema de una colección, que es bastante complicado, porque es muy ecléptico…se puede comprar country blues, rithm & blues, blues de Chicago, había tantas cosas para comprar…y bueno, más o menos se fue organizando así.
Pero bueno, todo esto son 20 años, no? Es una síntesis que te hago, pero en realidad fueron 20 años de estar siguiendo los discos, tratando de buscar los mejores precios, tratar de conseguir las ediciones originales por las calidades del vinilo o de las tapas…en fin. Fue un laburo de mucho placer, pero también de mucho sentido de voluntad.
Paralelamente a esto vos empezabas a tocar…
No, yo ya estaba tocando.
Pero, ¿te influencia todo eso que vos ibas descubriendo?
Si…me influenció todo lo que escuché en realidad. Como músico te debería decir que a mí me influenciaron tanto los Beatles o Bob Dylan, como Mississippi John Hurt o Blind Lemon Jefferson, con distintas características cada uno.
Pero en la formación musical mía todo hizo un gran impacto en mí. La música country americana también, por ejemplo. Hank Williams, la familia Carter. Una cantidad de grupos que estaban haciendo en el siglo XX una cantidad de cosas alucinantes en condiciones bastante precarias. Pero funcionó eso de tal forma que esa gente cimentó una manera de hacer música, se hicieron canciones extraordinarias que después fueron reinterpretadas por un montón de gente importante.
Vos calculá que la versión que hacen los Beatles en 1964 de «The mach box», la versión original es de Blind Lemon Jefferson y está grabada en el año 1927. Y los Beatles no la escucharon por Blind Lemon Jefferson, escucharon la versión que hizo Curt Perkins en el año 54. Así como este hay montones de otros ejemplos que hablan de que toda esta música está más que conectada. Es muy didáctico saber eso para un tipo que toca. Porque vos tenés la forma de poder comprobar tres interpretaciones distintas de un mismo tema, en su versión original, en sus recreaciones…y de alguna forma vos vas a hacer una versión que se va a parecer a las tres pero que no se va a parecer en algo, vos le vas a agregar algo.
Yo a mis alumnos trato de enseñarles estas cosas en este sentido: lo que uno reinterpreta no necesariamente tiene que estar ligado al esquema original en su perfección, sino que ya en la actitud de reinterpretar algo por ahí tenés la posibilidad de poner algo tuyo. Y eso genera que esta música siga estando viva a través de tantos años. Si no, no hay otra explicación.
Cuál es el disco más raro que tenés?
El disco más raro que tengo me llegó hace poquito, es un 78 de un solo lado…
Disco?
No, en CD… ojalá tuviera el disco, vale como U$S 3.500…(risas).
Para mí uno de los blusingers más extraordinarios es Tommy Johnson. Y hace poco se descubrió el primer demo que hizo, en el año 28. Y eso hace 15 días que lo recibí.
¿Qué es lo que te ofrece este estilo como modo de expresión para que vos lo hayas elegido?
Eh…(silencio). Mira la pregunta que me hacés…(risas).
Mira, yo tengo esta idea…que no es mía, en realidad la dijo Oscar Wilde hace muchos años. El arte tiene que estar por delante del artista. El artista casi no va a existir demasiado. En la medida que el arte esté primero y el artista después, la posibilidad de perdurabilidad del arte existe. Y esa es la actitud que yo tengo con esta música: para mí esta música está por delante mío. Es muchísimo más importante que mi persona en este sentido. Por eso intento permanentemente tratarla con el mayor de los respetos.
Entonces yo creo que esta música está por delante de nosotros, siempre. Y es una música muy difícil de reinterpretar, pero no porque sea difícil la música, sino porque es difícil tener la actitud que tenían estos tipos cuando estaban haciendo esto. Vos pensá que por ejemplo Blind Lemon Jefferson o Charley Patton eran tipos que tocaban en las calles, eran casi bagabundos en algún sentido, tenían una idea de grabar un disco que era solamente conseguir unas monedas para tener un mango en el bolsillo.
Pero las actitudes que tenían estos tipos eran muy misteriosas, vos a veces escuchás cosas y decís: «cómo tocaban esto?». En esa época…qué guitarras usaban…tantas veces nos hemos preguntado: qué cuerdas usarían estos tipos?
Hay una tapa de uno de los dos LP que salieron de Robert Johnson está dibujado el momento en el que el tipo estaba grabando en el Hotel de San Antonio, Texas, y que está en un rincón, con un micrófono…se le ve una botella de licor saliendo del bolsillo…Yo me acuerdo de ver esa tapa de ese disco y pensar: este tipo, en estas condiciones…en una pieza de hotel está tocando, porque lo grababan ahí en un hotel. Grabó mucha gente en ese hotel…que grabarían en las mismas circunstancias, arrinconados ahí por una cuestión acústica. Y vos escuchás lo que el tipo estaba tocando y te imaginás esta película: el tipo ahí en el rincón, tocando todas esas obras que hicieron que cambiaron la naturaleza de una cantidad de músicas…
Entonces, la música está por delante de uno (al menos esta música, para mí). Y eso es lo que yo siento que esta música me ofreció. Me parece que es una especie de (me parece espantosa la palabra pero no me sale otra) es una lección: qué aprendiste de estos tipos, de estos «negritos». Bueno…(risas)…esto aprendí: que son recontra importantes, que son mucho más importantes que yo, y si yo quiero tener la idea de tocar alguno de los temitas que ellos hacen, me tengo que poner con mucha humildad a hacerlo. No tratar de hacer demagogia con eso: «yo soy pionero del country blues»…todas esas boludeces que a veces dicen, no me interesan demasiado.
La música esta genera emociones que son difíciles de explicar en palabras, pero que al ser difíciles de explicar involucran que algo te está pasando. Porque aquello que no te es fácil explicar con palabras a nivel emotivo es porque algo fuerte debe haber ahí atrás.
Y yo saco cualquiera de los discos que tengo en mi discoteca y digo: «pará, vamos a sentarnos un rato, porque esto es más fuerte de lo que parece». Por ahí vos agarrás la guitarra y decís: «esto está en Do…ah, si…finger picking…ah, listo…no acá van con slide, es afinación abierta…». Todas esas boludeces ya está, eso ya lo conocés porque uno es músico y lo conoce. Pero después de todo ese armado, vos te sentás a tocar arriba de un escenario y que salga coherente todo eso…coherente desde el punto de vista respetuoso, no que salga algo exagerado. Es buscar ese término medio.
Esto me parece a mí que pasa con todas las músicas, y con los tipos que recrean otras músicas.
Y la charla siguió aún, entre mates y risas…afuera la tarde empezaba a morir. Sentí que este blues ya debía culminar, así que en un Do novena cerramos y volví a las calles de mi avenida preferida. Volviendo a ningún lugar, y con los gestos de Fernando desfilando en mi mente, de sus manos y sus ojos, me fui tarareando sus palabras.
Me fui tranquila, sabía que alguna otra tarde nos volvería a encontrar.