David Lebón es un músico que, pese a ser conocido y respetado por la mayoría de la audiencia, nunca tuvo un gran poder de convocatoria, acaso porque jamás se dejó envolver por los trucos promocionales o simplemente porque siempre se preocupó más que nada por su música y no por la respuesta que ésta pudiera tener. Sin embargo, a partir de «Desnuque» la situación varió, y la propuesta de David no sólo pasó de ser conocida a ser consumida sino que además su show ganó en potencia y atractivo. Y es curioso, porque «Desnuque» no es lo más brillante del guitarrista. Pero el camino al éxito suele tener esas curvas de difícil explicación.
En Obras, con tribunas repletas de energía, Lebón y su banda ofrecieron un show como para creer que en Argentina aún se pueden lograr espectáculos de jerarquía. Con una organización sencillamente perfecta, una cuidada puesta en escena, buen sonido e iluminación y una música seductora, Lebón y compañía atraparon a la audiencia. El guitarrista decidió jugarse el todo por el todo y se arriesgó a salir con dos de sus temas más fuertes, de esos que suelen guardarse para el final: «32 macetas» y «No confíes en tu suerte». Una movida arriesgada, porque el público estaba lógicamente frío. Sin embargo, David y los suyos lo hicieron entrar en calor de inmediato. De ahí en más, el interés de la audiencia se mantuvo vivo y fervoroso durante todo el concierto pese a que Lebón corrió otro gran riesgo: hacer una extensa tanda de temas lentos, algo que suele enfriar al público en los grandes estadios. Pero el ex Seru Giran fue lo suficientemente inteligente como para agregarle a los temas un condimento especial. Así David pasó de la guitarra al piano y de allí a la batería, cantó a dúo con su hijo «El tiempo es veloz», rescató un viejo éxito de Seru («San Francisco y el Lobo»), formó una soberbia dupla con Alejandra Martin en «Hacelo hoy conmigo» (con escenografía romántica incluida) y renovó el arreglo de algunas canciones. Un buen modo de mantener las expectativas tema tras temas.
Cómo era previsible, el final fue a todo ritmo, con la arrasadora sucesión del «Rock de la cárcel», «Rock de los chicos malos», «Oye Dios, qué me has dado» y la obra cumbre del David rockanrolero’ «Suéltate rock’n’ roll». Para entonces, la fiesta ya era total y el público cantaba y bailaba sobre las butacas, mientras Lebón hacia gemir a su guitarra en cada solo. Es probable que en la Argentina haya cien guitarristas con más técnica que él, pero difícilmente se encuentre alguno que lo supere en feeling. Es que David tiene una característica muy especial que en Obras desnudó plenamente: él no toca con las manos, toca con el corazón. Y su música es justamente eso: música del corazón.
Osvaldo Marzullo