Los Ciudad Baigón forman parte de la nueva generación de tangueros con espíritu de rock. Elogiados por el Indio Solari, sumaron un nuevo desafío: autogestionar su propio espacio.
Un pasillo iluminado sobre la calle Cochabamba sugiere un camino posible –hacia adentro– entre tantos de la Ciudad.
Una bé enorme en la entrada.
Jóvenes que apuran su cigarrillo. La música que quiere salir a la calle.
Un galpón, un verdadero galpón con horizonte de escenario.
Una barra, mesas, sillones y sillas. Una Ciudad dentro de la ciudad es un refugio donde todavía se respira tango.
Una orquesta atípica toca y gestiona, desde este año, un nuevo escenario porteño: Ciudad Baigón y el Galpón B. Resignando viajes a Europa –donde suelen tocar– y horas de estudio –para tocar mejor–, resignados a sacar cuentas y esperar proveedores, once músicos de conservatorio se volvieron plomos de sus propios shows y anfitriones de otras bandas, no sólo de tango, que perdidas por la ciudad encuentran de pronto el pasillo en Cochabamba. Y entonces, ahí, la Ciudad cobra vida.
LAS CIUDADES INVISIBLES
En la vida de cualquier mortal, 8 años pueden significar muchos cambios. Pero para una movida, una generación, una camada musical que retoma el tango, se lo apropia y lo renueva, 8 años son apenas el comienzo de lo que se hablará cuando los libros de historia finalmente se escriban, el periodismo se despierte y los políticos se vanaglorien de que Buenos Aires sigue siendo la ciudad del tango.
Ciudad Baigón es una orquesta añejada durante 8 años, pero sus integrantes siguen siendo jóvenes: primos menores de la Orquesta Fernández Fierro, gestionan un galpón propio muy parecido al de la banda del Abasto, en otro barrio tanguero: Balvanera. “Ya hace 1 año que editamos el ultimo disco, Elogio de la oscuridad, y estamos produciendo los temas nuevos que van a formar parte del próximo disco”, cuenta Hernán Cabrera, su compositor. “Este año pusimos mucha energía con este espacio y hacer nuestro show, Antihéroes, que va a durar hasta fin de año. Tratando de expandir la movida y que la Orquesta se siga conociendo en Agentina y en el exterior. La idea es que aparte de que siga creciendo este lugar, siga creciendo la Orquesta, que son dos cosas que van en paralelo pero no son lo mismo”.
El Galpón B es el nuevo nombre del ex Teatro Goñi. Su relación con este lugar data entonces del 2011, como traslado de su otro escenario fijo que supieron montar durante años: la calle. De allí fueron corridos por el gobierno porteño y su teoría de que la música callejera es un “ruido molesto”. Mientras esta Ciudad los castigaba, alternaban con viajes a Europa, donde sí los valoraban. Así eran los Baigón.
Mientras en off revelan los quilombos que significa sostener un lugar propio, prefieren hablar de todo lo bueno y lo lindo que vivieron estos meses de Galpón B: “Lo lindo es organizar las fechas que uno quiere y tocar de la forma que uno quiere. Pasa por una cuestión de libertad. En nuestros shows hacemos las locuras técnicas que en otro lugar no podríamos hacer. Estás en contacto con montón de artistas y se conoce un montón de gente del medio: se genera un lugar de pertenencia, no sólo nuestro. Nosotros mismos atendemos la barra, haciendo luces, sonido, empezás a conocer un montón del ambiente y no solo del tango. La idea del lugar es expandir a otras músicas que también nos gustan. Tiene muchísimos lados felices, no es que vivimos mortificados. Nos encanta y estamos acá un montón de tiempo. Es nuestro búnker. Nuestra casa”.
VIVIR DEL AMOR
A pocas cuadras del Galpón B, el Teatro Mandril le hace compañía en un barrio todavía oscuro pero que amenaza con abrirse como otro polo de la cultura independiente porteña, así como la zona Abasto-Almagro creció en un par de años.
Los Baigón están forzando el efecto arrastre hacia estas otras zonas más tirando al sur, que históricamente han sido sedes tangueras y se codean con barrios que tienen sus propios micromundos del género, como Almagro, Boedo y San Telmo. Hernán Cabrera, pianista y compositor, compara: “En los últimos 5 ó 6 años aparecieron un montón de lugares de estas características, casas recicladas y centros culturales, gestionadas por músicos. La diferencia con el Galpón B quizá es el tamaño y el escenario”. El trasfondo del Galpón B, cuenta el violinista Gabriel, “es una consecuencia de años de gestionar un proyecto que nos dio la espalda para poder bancar un teatro”.
El Galpón tiene un tamaño mayor a la media porteña, lo cual representa a la vez una ventaja y un desafío: es de esos lugares considerados “intermedios” que hacen falta en Capital, a la vez que no se le anima cualquiera que no esté seguro de llevar más de 60 personas. Los Baigón se enorgullecen de llenarlo cada mes, y hasta han tenido que viajar a otras sedes cuando la cosa se desborda, con un pico en 2014 de 500 personas en la fábrica recuperada IMPA, con la presentación de Elogio.
Detrás de su concepción, y más allá de las amplitudes, el Galpón persigue las mismas lógicas que encarnan muchos centros culturales porteños que se abren espacios a machetazos: “Está hecho por músicos, por pares. Es diferente a un bolichero que se puso un local. La cosa pasa por otro lado y eso la gente lo percibe: desde dónde se hacen las cosas. Los precios, la energía; es el lugar al que nosotros nos gustaría ir”, sintetiza Cabrera.
Además de abrir el juego, la gestión de espacios por los propios músicos es a esta altura una forma nueva de eso llamado “vivir de la música”. Gabriel apunta: “no está pensando desde un punto de vista económico. Obviamente, estamos tratando de que nos rinda, que funcione, de poder dedicarle tiempo y que ese tiempo que es mucho, nos rinda. Si en un momento tenemos que invertir en algo para que el lugar mejore, lo vamos a hacer”. En lo que más invierten, revelan, es en el propio escenario: equipos de sonido, luces e iluminación. Sigue Gabriel: “Pero no es que estamos esperando forrarnos por esto. Somos músicos y nos queremos dedicar a la música, queremos seguir con nuestras vidas de músicos”.
CIUDAD BAJÓN
Ciudad Baigón es, además de esta orquesta, la última canción del primer disco solista del Indio Solari, El tesoro de los inocentes, el verdadero alma mater de esta generación ricotera que devino tanguera, y que estira el concepto de esa ciudad oscura, casi infernal, en sus letras y melodías. “La idea fue crear una ciudad ficcional y empezar a armar ahí adentro qué pasaba, como una forma de hablar de nosotros mismos, de lo que vivimos, de esta ciudad y muchas otras que son así. Es una excusa para empezar a tejer historias”, dice Gabriel, el letrista de Baigón.
En su último disco, Elogio de la oscuridad, las letras ocupan un lugar central a diferencia de sus dos anteriores, donde el paisaje melódico iba llevando la prosa. Esta vez las letras están más desbocadas y van construyendo, no un mensaje, pero sí otra crónica turbia de esta Ciudad Baigón donde los locos, las putas, los indigentes, los tumberos son los protagonistas.
El concepto del disco es algo que a la Orquesta le importa ir limando, como parte de un juego estético cuidado, que conlleva hasta dibujante propio: “Teníamos un bagaje de temas que encuadraban dentro de un discurso, algunas cosas más buscadas que otras, que le daban el concepto final del disco”, cuenta Hernán. “Hablamos de cosas que nos conmueven y siempre hay un lugar pesimista del entorno, siempre tiene eso de describir una ciudad que está todo peor de lo que se cree. Elogio de la oscuridad fue el summum de eso: un abanico de situaciones trágicas que son difíciles o duras de ver”.
Uno de los temas nuevos, “Nuestra humanidad”, es una letra que rememora la represión que en el hospital Borda sufrieron los internos por parte de la Policía Metropolitana. “Disparen, disparen a matar”, reclama la voz que canta, mientras la orquesta pinta la melodía de un color rojo sangre. El autor, por única vez en el disco, es el propio Hernán Cabrera, cuyo tío fue fundador de la radio La Colifata que funciona en el Borda y conocido guitarrista del ambiente. En el show muestran además el clip que filmaron en el hospital, con los primeros planos de esos locos lindos que también dieron nombre a uno de los shows que presentó la Orquesta anteriormente: “El juicio de los dementes”.
Hablan, entonces, de una Ciudad que es ésta ciudad, pero no la ciudad nostálgica que supo proponer el tango: “El tango fue siempre la historia de una persona individual que tenía algún tipo de sufrimiento y contaba sus penurias: víctima de la mujer, del tiempo. Esto es más general, tanto desde el sonido de la orquesta, es mostrar un mapa de cosas que están pasando en muchos lados en esta época. Son letras que las podés cantar en cualquier ciudad del mundo y tienen sentido”, dice Gabriel.
Hernán: “El tango muchas veces habló del pasado: lo que no se tiene, la vieja que ya no está, y en realidad las letras también tienen un espíritu futurista. El tiempo verbal también cambia y ya lo hace diferente a lo que era una estética de tango: hablamos más del futuro que del pasado”.
EL ELOGIO DEL INDIO
Mientras ajustaban estos conceptos, ya en el tramo final del disco, Hernán reflotó una vieja conversación que habían mantenido con su padre espiritual: el Indio Solari.
Fue el propio Indio el que los había contactado vía mail, manager y sus famosos mensajes bíblicos a partir de la intervención que la Orquesta Ciudad Baigón hizo en el Festival de Tango de Buenos Aires en el 2010. En aquella oportunidad, los Baigón se corrieron de su repertorio para versionar algunos temas de la ex banda de Solari, Patricio Rey sus Redonditos de Ricota, en formato tango. El éxito fue tal que el público agitó como en un recital rockero, los videos explotaron en las redes y la noticia, se ve, llegó a Parque Leloir. “Él se contactó con nosotros hace varios años cuando hicimos un show de temas de los Redodos versionados para orquesta, para mostrar que el tango seguía vivo y que los pibes ricoteros podían hacer y escuchar tango. Se contactó agradeciendo, tirando un par de ideas y cuando estábamos terminando la producción de este disco le escribí a ver si quería hacer algo. Nos mandó las letras al otro día”.
Elogio de la oscuridad incluye así dos letras de la pluma del Indio que fueron musicalizadas por la Orquesta: Una forma difícil de imitar un gallo y Las ventajas de rezar solo. “Afortunadamente, esas letras también encajaron en la estética de lo que iba a ser el disco, que era un poco el miedo de él: que no resaltaran”.
Las letras, si bien tienen el sello inconfundible de Solari, se mimetizan con el resto de las letras en un juego que era previsible de antemano. Los Baigón sintetizan: “Nos sacamos un gran gusto”.
LOS PARCHES
El gesto del Indio fue una mano del lado del arte versus el desierto del apoyo y el fomento estatal a proyectos musicales. Cuentan los chicos: “Hay subsidios que tratan de subsanar un vacío, pero no llegan. Debería haber un poco más de presupuesto. No hacen falta millones para subsidiar el tango”.
Hernán tiene una teoría: “Cuando el Estado se pone a producir cultura como si fuera un bolichero, si le da propaganda o no, entra en un problema. El Estado es el que le debería mostrar a la gente lo que hay en igualdad de condiciones: para eso es Estado. Y ni ciudad ni nación tienen ese espíritu de lograr que muchos artistas que la están peleando hace mucho tiempo disparen sin ser simpatizantes de su partido político. Es así la movida y uno no se tiene que desanimar porque ya sabemos para dónde pateamos”.
Gabriel: “Hacer un teatro es parte de esa ausencia. Cuando nos vamos de gira afuera tocamos en teatros de película, nos contratan, nos dan alojamiento. Nos gustaría que se pudieran hacer esas cosas acá”.
En resumen: “Va a llegar por trayectoria y no porque hagamos lobby”.
Baigón no se calla, y sigue tocando.
Fotos: Lina Etchesuri