A quince años de la aparición de su álbum «Orquesta», con el legendario tecladista Carlos Cutaia (y a doce años de su disco con Los Encargados), Daniel Melero sigue esquivando las etiquetas como si se tratara de un reflejo natural. Su último paso había sido un trabajo exquisito llamado «Rocío», cuya edición le mostró las virtudes económicas de una buena venta indie. Sin embargo, esta vez no repitió el esquema y cruzó nuevas barreras y fronteras —literalmente-: sacó a la venta dos compactos, Daniel Melero 1 y 2, simultáneamente… ¡en Chile!
«No considero definitivo que haya que viajar a Chile para comprar mis discos», dice, «pero lo concreto es que allá ya salieron. Y si ninguna compañía se interesa aquí al menos por el álbum de piano (el 2), pienso editarlo yo mismo. También estoy considerando la idea de poner una webpage que incluya un sitio de venta de varios álbumes independientes; no solamente míos sino también de otros; por ejemplo, los músicos electrónicos Leandro Fresco y Estupendo. Sé que en el interior del país se compran muchos discos a través de la red informática, incluso cumbias, así que es el rock el que está atrasado.»
Tan fuerte como la pasión de Melero por la música es su interés por la ciencia contemporánea: de chico tenía el clásico laboratorio en el fondo de su casa, y ahora no para de buscar información por Internet.
«Veo que los científicos avanzan sin objetivos claros; por ejemplo, con la genética. Todo el tiempo sus acciones nos proponen problemas morales. ¡Pensar que de eso antes se ocupaba el rock, en los tiempos de los hippies o los punks!»
Los pasos anteriores a Daniel Melero 1 y 2 fueron bastante erráticos. Una primera idea comenzó a tomar forma hace más de un año, tras las actuaciones del músico en la discoteca Gong y en la Fundación Proa. Cuenta Melero: «Mis amigos empezaron a insistir en que debía editar un álbum con mis presentaciones en vivo y, como soy una persona muy influenciable, mi primer plan fue grabar esas versiones para vender el disco a la salida de los shows.»
Durante un viaje a Chile para producir a un grupo, algunas personas le preguntaron a Melero cuáles eran sus actividades y contó ese proyecto, con tanta suerte que no sólo le dijeron que les interesaba, sino que le dieron dinero para concretarlo.
«En realidad», asegura Daniel, «me había tomado el 97 para reexaminar mis cosas, porque había comenzado a ganarme la idea de que vivimos demasiado anestesiados como para recibir la música. Creo que estamos en guardia todo el tiempo; hay una sensación de falta de sorpresa y demasiados pre-supuestos. Empiezo a ver el agotamiento de las ideas de la música, particulamente del rock; ya no representan un poder para modificarte la vida, En medio de la grabación del álbum fui mutando y comencé a trabajar en lo que ahora es el disco 2, que tiene el material de los shows que monté con Diego Vainer en el hotel Bauen: fui a los estudios Panda, lo grabé y llevé todo a Chile cuando entregué el disco 1. ¡Y dijeron que también les interesaba, y lo editaron!».
Ambos trabajos resultan opuestos, pero logran combinarse sin conflictos: 1 es bien tecno, explosivo, con mucha edición y trabajo de estudio, mientras que 2 es una performance seudonaturalista, acústica, donde lo que se escucha fue tocado realmente en el estudio, sin empalmes ni edición posterior. «El poder de las canciones pasa a través de cualquiera de los dos sistemas», subraya con orgullo. «Y eso es lo que me atrae.»
Melero se pone de pie en el amplio living de su piso alto sobre la Avenida del Libertador y camina hacia un ventanal que mira al río. «Creo que todos los fines de siglo son barrocos, como si los artistas y la gente se sintieran atraídos por todas las expresiones artísticas que estuvieron en juego durante esos últimos cien años. A mí, en cambio, me interesa mucho más lo que ocurre a comienzos de siglo, cuando realmente se barajan ideas fundacionales. Creo que durante el siglo XX hemos visto cómo esas ideas, para ser expresadas, fueron requiriendo nuevas tecnologías. Sin embargo, resultaron más o menos las mismas que se desarrollaron en épocas del dadaísmo. Por eso me atrae el piano y estoy tratando de abandonar todo barroquismo, algo que pudo verse en Operación escuchar y Rocío. Á veces me sale, y a veces no.»
Los romances de Daniel Melero con la ciencia y la música parecen destinados a desembocar en una nueva serie de proyectos. Uno sería con piano y voz, a mitad de camino entre el piano preparado (con el estilo vanguardista de John Cage) y la canción melódica. El otro es realmente sorprendente, y se relaciona directamente con su fiel computadora con módem: se trataría de un disco realizado con instrumentos bajados de Internet, tales como el sintetizador Re-Birth que programaron los integrantes del grupo Propellerheads. «Es la música», se entusiasma, «que cualquiera podría hacer. Es la más barata, con instrumentos gratuitos bajados a tu máquina. ¡Hasta la podrías hacer en un cibercafé!».
Nadie podría haber anticipado la grabación de 1 y 2, aunque tal vez hubiera sido lógico pensar en un disco relacionado con el furor de las raves. Pero no: Melero es bien tajante al respecto. Se acomoda, prende un cigarrillo y dice que le resulta sorprendente que, a esta altura, nadie se haya dado cuenta de que su trayectoria se trata de «desaprovechar los buenos momentos». «Desconfío de todo aquello que me dan muy fácil. Si hoy me montara en algo que está de moda sería muy tonto, porque estaría despreciando todo mi tiempo y todo el que supongo que me queda. ¡Yo recién estoy empezando, te lo juro! La música todavía me produce la misma excitación que sentí al comprarme Strawberry Fields, mi primer simple, y busco esa emoción todo el tiempo.»
