Sin haberlo planificado, «La era del Rivotril», la nueva canción de Alan Sutton y las Criaturitas de la ansiedad, surge como una perfecta descripción de los momentos de encierro, angustia y realidad virtual que se viven en estas épocas de cuarentena.
«Elegimos ‘La era del Rivotril’ como carta de presentación del próximo material ya que sentíamos que es la canción que mejor representa nuestra identidad y, a su vez, la que mejor engloba al resto de las del álbum –explica Alan Sutton-. Plantea una suerte de escenario y las canciones-personaje del disco (‘El Héroe de Constitución’, ‘El Sr. Cabeza de Reloj’, ‘Mono de Ciudad’, etcétera), sus actores».
¿El humor es un condimento infaltable al momento de componer y de llevar adelante tu proyecto?
Si bien disfruto muchísimo de la ironía y el humor como herramientas de expresión, no es un condimento infaltable. De alguna forma, cada canción o idea tiene sus propias exigencias. Algunas te piden ironía o humor, como «La era del Rivotril», otras tal vez piden nostalgia, dulzura, juego, amor o incluso una combinación bizarra de todas las anteriores.
¿En qué se diferencia este segundo álbum con el anterior?
Las diferencias son muchas. Todos hemos cambiado y madurado mucho musical y líricamente. Las temáticas y las letras planteadas en este disco son, tal vez, más agridulces que en el anterior. A su vez, Jerónimo Romero, nuestro productor y guitarrista, ha crecido y desarrollado más herramientas, apostando a un álbum más atrevido. La banda fue terminando de consolidarse, generando una química de trabajo maravillosa. Además, en este álbum, a diferencia del anterior, se seleccionaron doce canciones de entre más de veinticinco. Fue un trabajo de pulido y no de construcción. Para el primer disco, por otro lado, fui componiendo las canciones durante el proceso de preproducción, llegando así a las diez.
¿Por qué decidiste que tu próximo disco, «Hombrecito con los pies en la tierra», salga dividido en tres partes?
La división en tres se planteó por diversos motivos, pero básicamente sentíamos que un disco de doce canciones podía ser muy pesado de escuchar, teniendo en cuenta estos tiempos posmodernos, acostumbrados a lo inmediato e instantáneo y al «scrolleo». Pensamos que a lo mejor algunos temas del disco hubiesen quedado rezagados por estar al final. Dividiéndolo en tres, logramos que cada canción tenga su propia relevancia y momento en el cual aparecer, y al mismo tiempo que no dejen de ser parte de una totalidad. Además, el nombre del álbum, que ya había sido decidido previamente a la decisión de dividirlo, lo ameritaba: Hombrecito-Con los pies-En la tierra. Al igual que las canciones que contienen, cada parte tiene sentido propio y a la vez se sostiene por si sola.
¿Cuál es el hilo conductor que une las tres partes?
«Hombrecito con los pies en la tierra» es casi un juego irónico y ridículo. La idea de un hombre que es, por un lado, pequeño e insignificante y, por el otro, presenta una convicción y una búsqueda por el equilibrio y la templanza. El maravilloso patetismo humano, en el más bello y hermoso de los sentidos posibles, de creer entender, de hacer arte, de darle sentido a la vida, incluso cuando después nos puede parecer todo en vano o falto de sentido. Cada canción habita este universo desde distintas perspectivas, proyectados desde distintos lugares. Hay un contexto («Por casualidad», «La Manera»), hay un escenario («La era del Rivotril») y hay también actores («Las vacas», «Pereyra y la Elite», «Cacique», «El Héroe de Constitución», «Peter Pan», «Mono de ciudad», «Un limón», «Sr. Cabeza de reloj», «Astronautas», «Criaturita de la ansiedad»). El hilo conductor son el lenguaje y el lapso de tiempo que transcurrió desde que compuse la primera canción hasta que terminé la última de las que acabaron entrando. Una visión agridulce de la vida. La inevitabilidad de que el tiempo pase, como algo maravilloso y a su vez, en plena convivencia con su angustia. Es muy importante para nosotros que quién escuche saque sus propias conclusiones. El oyente termina siempre siendo el más importante de todos los hilos conductores, ensamblando la totalidad del disco en sus propios cajones subjetivos.