Desde su salida de Hermética y Malón, Claudio O’Connor supo cultivar una libertad sin estridencias que se transformó en los cimientos de una productiva carrera solista. Seamos claros: el cantante no se consagró a la experimentación, tampoco diseñó alquimias particularmente novedosas, ni intentó sacar los pies del metal. Pero en una escena que muchas veces parece tener debilidad por la clonación de los mitos que supo construir, O’Connor se animó a dejar de lado el agite de lo que se entiende por metal pesado argentino, aunque sus credenciales de Hermética claramente lo hayan favorecido. Y hasta se permitió no condenarse a su registro chirriante que desde la H lo transformó en la voz del metal local. «Naturaleza muerta» es el séptimo disco de estudio de su banda, incluye diez temas compuestos por la dupla O’Connor/Hernán García y constituye el debut oficial para el guitarrista Fernando Cosenza. A partir de un lienzo casi conceptual en que el cantante analiza lo que entiende como el rumbo destructivo que hoy impulsa el hombre, el cuarteto recrea sus influencias primarias (Black Sabbath, Ozzy, Black Label Society), pero las sazona con un profundo conocimiento de la biblioteca del metal que lo hace citar con autoridad a ac/pc, Saxon y el Testament más rockero, entre otros. En ese contexto, el gancho de «Jardín de la eternidad», la monolítica «Si soy un hombre real», la dinámica de «Jungla», la densidad de «No tenemos opción» y el zigzagueo slide de «Tecnósfera» sacan algunos cuerpos de ventaja dentro de un nivel general parejo y bien logrado.