Dentro de su fórmula conocida, el tercer disco de Jóvenes Pordioseros los despega de los descalificativos.
Un disco hecho para pegarle una patada en el culo a los detractores de la banda. Todo aquel que haya supuesto que los Jóvenes Pordioseros eran una banda de rocanrol limitada, chata o sobrevalorada debería escuchar «Sangre» y si no se conceden aunque sea marcando con el pie o moviendo el cuello es porque no les corre ídem por las venas.
Por supuesto que acá no están las canciones más inteligentes, profundas o rebuscadas de la música argentina. Al contrario, esto es cien por ciento rock and roll de la calle: las letras de Toti tienen más puteadas que los oídos de un referí, las performances de los músicos no exhiben virtuosismo alguno y como compositores rara vez salen de la estructura básica de verso I + verso II + ocasionalmente un puente + estribo + solo de viola + verso II + cierre. Y no importa, a los Pordioseros de hoy no le pidamos más que una lectura barrial picante narrada a través de historias de polleras, fisuras y culto a la amistad. Eso les sale como a nadie.
Abren con un rock and roll arrollador, «La banda que no duerme». Le sigue «Pegado», hit instantáneo con letra viciosa y rockera. «Alta gata» es la canción que les haría ganar la censura de una madre estricta en el cuarto de sus hijas mas chicas. En «Hijo del Oeste» Juanse cumple como los padrinos en los cumpleaños del ahijado al aportar su voz en el segundo verso y los coros. Hay un lindo solo de viola en «Peligrosa», una baladita acelerada. «Rockeando con los pibes» es el tema menos pensado de la placa, pero podría marcar la esencia de la banda (incluso parece salido del mismo molde que otro clásico Pordiosero, «San Telmo»). La temática procaz y despectiva vuelve en «No necesito tus joyas». En «La casa» y «Todavía no pude olvidarte» muestran el costado calamariano que abrió el panorama compositivo de Toti. «Si ella quiere» está protagonizado por unos vientos bluseros que se quedan con el solo. «Buenas noches», «Ella es tan cruel» y «Viernes» son tres rocanroles furibundos donde repiten la fórmula. Y cierran con una balada despojada que homenajea de un modo sentido y dulce a la abuela de Toti.
Los Pordioseros supieron conquistar a su público con el show en directo y todo lo que tocan en «Sangre» es fácil de trasladar al escenario. De hecho, las instrumentaciones parecen grabadas en vivo. Nunca pretender exceder sus capacidades y ahí reside el secreto de su éxito: supieron aprovechar sus limitaciones al máximo y siempre, incluso en los incontables shows para veinte personas de diez años atrás, le dieron a su público lo que ellos piden (y merecen).
Evidentemente el sonido Pordiosero, un rocanrol rústico al que los vientos y teclados les hacen ganar actitud bailable, roza la perfección de la fórmula. El siguiente paso de la banda quizá sea ese gran álbum donde demuestren que la consolidación comercial de la cual son privilegiados (y merecidos) propietarios sirvió para algo más que facilitarle los vicios, las mujeres y los instrumentos caros. O un disco en vivo que les dé tiempo de crecer cronológicamente antes de su siguiente paso. O tal vez otra placa igual a esta y las anteriores. En realidad será lo que ellos quieran hacer.