Integrante de una nueva generación de cantautores como Alvy Singer, Pablo Grinjot, Manuel Onis y Pablo Dacal, Tomi Lebrero llega al segundo álbum sin su banda, Puchero Misterioso, aunque se mantienen algunos músicos fundamentales, como el guitarrista Mariano Heler y la cantante Analía Sirio. Grabado en Dolores (Buenos Aires) y Tilcara (Jujuy), con dos grupos diferentes, el álbum conserva una coherencia dada por el sonido acústico y cierta desprolijidad intencional, probablemente para conservar la crudeza de temas que abrevan en formas populares como milonga, vals, malambo, huaino y canción litoraleña. Ecléctico, tanguero y folclórico con cultura rock, Tomi (que toca bandoneón y guitarra) convoca referencias tan dispares como Fernando Cabrera y Tom Waits. Hay algo de homenaje y algo de parodia en su apropiación de géneros y sonidos arcaicos, subvertidos por pinceladas de humor progre (los bueyes son de Freud, las vaquitas de Lacan», dice en «Milonga progresiva»), que alcanza su mejor momento en la «Chacarera de Fellini», algo así como una versión posmoderna de Rodolfo Zapata.