En el Conventillo Cultural del Abasto una movida peculiar toma forma desde hace un tiempo. Música, activismo y comida comulgan en el Club Seitan. Pasamos a divertirnos e informarnos, charlamos con sus organizadores y artistas sobre música y veganismo.
Buenos Aires está poblado de agentes de la cultura que son vegetarianos, veganos o están en transición como Paula Perrela (baterista de Richter, Toponauta, Tal Banda), Dizzie Espeche Villasboa (guitarrista de Fito Paez, Emmanuel Horvilleur, Coty), DJ NIM (ZZK) o periodistas de rock como Yumber Vera Rojas (Suple NO Página 12, organizador de Martes Indiegentes). Ellos, entre muchos otros, buscan espacios nuevos donde poder tocar y divertirse. Nosotros descubrimos uno llamado Club Seitan.
Nos encontramos con Amapola, que con solo 20 años es la mentora y organizadora de Club Seitan desde hace dos años, un festival vegano nocturno que incluye feria de alimentos, espacio de activismo con información y bar cultural con música y artistas. “Empezamos en el Emergente de Gallo y lo llenamos al toque y nos trasladamos al Conventillo Cultural del Abasto donde todavía seguimos”. El encuentro es bimensual: “hace poco hicimos el primer evento entre semana y se llenó muchísimo, así que ahora hacemos dos eventos por mes. Estamos el segundo sábado de cada mes y el cuarto jueves de cada mes. Ya tenemos programado todo el 2017”. Tienen música, comida y barra vegana en cada evento, es una salida nocturna para amigos veganos y no veganos. En este evento se presentó Annie Woodward (Suecia) y OJA.
Amapola es vegana, activista, muy presente en las redes sociales. “Una conocida mia era vegana y sus argumentos me parecían muy lógicos. Un día ví el documental «Earthlings» con mi mamá: no tuvimos que decir nada, desde ese momento empezamos con la causa del veganismo”. Amapola no tiene una idea utópica sobre el veganismo, se expresa con una soltura impecable y sus objetivos tienen que ver con generar espacios informativos y contenedores. “Mi objetivo con el activismo y el Club Seitan es que la gente acepte el veganismo. Brindarles información, la gente con información cambia de hábitos”.
Ya son las 22 hs y el salón está repleto, se cortan unos 300 tickets. “Ahora vamos a bajar y no sabés la gente que va a haber”, me decía Amapola. “Principalmente, la gente que viene no es vegana. Vienen por curiosidad, para probar la comida, quiere acercarse a través de algo. No hay mejor manera de acercarse al veganismo que la comida, porque comemos todos los días, más de una vez al día”. Hay un runrún constante de detractores del veganismo y Amapola explicaba: “el movimiento está teniendo masividad ahora, eso aumenta el pluralismo y la tolerancia. Antes los veganos generalmente eran todos straight edge, movimiento que viene de la cultura del hardcord y el punk, y muchos tienen una actitud contestaría que no es tomada a bien, aunque sí lo sean sus intenciones. A nadie le gusta que le cuestionen lo que está haciendo. El movimiento vegano tiene cosas que son contraculturales, contra lo que nos enseñaron en la escuela, contra lo que vemos en la televisión. Que nos bajen línea de que lo que hacemos está mal, nos duele. Yo lo entiendo. También pasa con las marcas de ropa que explotan niños en talleres clandestinos, y en ese caso o en el del veganismo, lo único que puede cambiar la forma de consumir de las personas es la información. El problema es que ese consumo también cambia su sentido de pertenencia. ¿Cómo le digo a un adolescente que deje de comer asado con los amigos el fin de semana? ¿O que si sale a un boliche de rock con sus amigos sólo puede comer unas papas fritas? Yo entiendo los conflictos por los que pasan, yo los tuve, pero hay alternativas.
La idea es que Club Seitan es una salida donde todos pueden comer vegano, divertirse, escuchar música. “No había una opción vegana y cultural en la noche porteña. Sí hay ferias de día como la de Locura Vegana en la Cooperativa de la Casona de Humahuaca o The Vegan Project en Avellaneda, que me encantan”.
Club Seitan está abierto a propuestas musicales y espera a todos los que quieran participar. “La mayoría de los artistas que han pasado por acá son veganos o vegetarianos. Estamos abiertos a propuestas musicales. Generalmente viene gente de todo tipo, buscamos música que no requiere un público en particular, han pasado principalmente cantautores folk. Presentamos 2 ó 3 artistas por noche, queremos que esos músicos se enteren que acá tienen un espacio. Hay músicos veganos que hablan de todo un poco. Después, está Alesis Monzón que es un músico activista y sus canciones hablan sobre veganismo.
Alesis tiene unos 30 años, mediana estatura, delgado, tiene un mechón de pelo blanco y un sombrero redondo. Su remera dice “violencia es comer animales” de voicot.com. Él es un asiduo cantante del Club Seitan, y sus canciones hablan sobre la explotación animal. “Empecé a hacer música a los 18 años, por diversión. Hace tres años empecé a hacer activismo y se mezcló directamente con la música. Veía injusticias y decidí arriesgarme a hablar sobre eso”. Antes escribía canciones de historias o de amor, como todos, luego se mezclaban algunas con contenido social. “Generalmente, la música está basada en lo que se siente a nivel romántico, ésa es la base. Yo iba por ese lado, pero cada tanto veía por ejemplo que cortaban la calle cuando iba en el colectivo y me empecé a preguntar por esa gente, por sus necesidades. Entonces algún tema social salía en mis canciones. Luego llegó el veganismo. Yo siento que muchos hacen música porque necesitan agradar, yo quiero sumar público a mis presentaciones, pero lo hago desde un lugar hablando de lo que realmente soy, siendo activista”.
“La gente está acostumbrada a otro tipo de música, de salir a desenchufarse, un oído acostumbrado a escuchar sobre infidelidades o corazones rotos y a que te olvides de los problemas. La vida rutinaria que apesta y vas a ver un músico para divertirte. Pero cuando el músico te invita a que veas en qué mundo vivís, a que te conectes, a veces las personas no están preparadas. La música es más que un divertimento para mí, ahora. Woody Guthrie, reconocido cantante folk estadounidense, escribía para los pobres y los oprimidos, él se identificó con ellos, él fue muy grande, el mentor de Bob Dylan”.
Alesis cree que la música en parte ha perdido la esencia de transmisión de mensaje y el músico el sentido de comunicador “Los pueblos originarios tienen canciones propias que transmiten costumbres y trasladan tradiciones. Parece que nos alejamos de eso, de la crítica social, de sentimiento reales. La música hoy en día está muy estereotipada, el cantante es el fachero que se levanta a las minitas y hablamos de cosas del corazón para olvidarnos del contexto. Hace mucho que no prendo la tele, por suerte, pero dudo que haya un músico que tenga el espacio de la tele hablando de lo que le está pasando a los mapuches. Busco la gente sensible, que hace que le mundo cambie. Apoyo y doy soporte a esas personas con mi música”.
Así es como esta idea cultural nueva, la del veganismo, puede ser transmitida de una manera sencilla a través de la música. “La gente está inconforme en general con lo que hace. Nos entretenemos un buen rato, lo más que podemos. Pero después mirás al costado y ves una persona o un perro que no tienen para comer, es una realidad que no acepto. Yo digo lo que veo haciendo música”.
“Llegué al Club Seitan porque justo estaba empezando a cambiar mi método de trabajo con la música, y me llegó una publicidad y me contacté yo, y pegamos buena onda. Teníamos muchos motivos en común, queríamos atraer un público vegano y no vegano, acá no es exclusivo para nada. Cuando empezamos éramos poquitos, ahora somos un montón y se sigue sumando gente”.
Una de las cantantes de esta noche es Annie Woodward, sueca, nacida en Estocolmo, 24 años. Tiene un álbum y un EP. Hace tres años que viaja por el mundo y encontró en Argentina su lugar. Se mudó recientemente. Empezó a hacer música cuando escribió una canción para un obra de teatro progresivo. “Tenía una fuerte carga de crítica social, hice una perfo con esa canción y me di cuenta de que tal vez tenía que hacer música”. La canción que escribió fue «Are We Sleeping?», que se puede encontrar en su SoundCloud, y tiene un video en Youtube. “No es la versión original y creo que aún no le he terminado todavía, vendrán nuevas versiones”. Lleva once años como vegetariana y es vegana por periodos. “Es muy difícil con los viajes. Estaba full vegan otra vez y en Perú fue casi imposible, también me pasó en Bolivia y en Serbia, pero en Buenos Aires fue muy fácil. Acá empecé de nuevo a estar full vegan”.
Antes de decidirse a vivir en Buenos Aires Annie estuvo varias veces en el país. “Ya toqué en Salta, Córdoba, Mar del Plata, y hace 3 semanas me mudé a Buenos Aires. Es una gran lugar para la música, hay muchas posibilidades”. Siempre le fue más fácil viajar con instrumentos de cuerdas. “Toco la guitarra. Viajo con ella más que nada, cuando estuve en Bolivia compré un charango y estoy tratando de aprenderlo, es muy lindo, el sonido es tan melancólico. Toco un poco el uke, pero nada más. Probé con el piano, y no es lo mío. Aprendo guitarra no porque me quiera recibir de guitarrista, sino porque tengo algo para decir. Estuve buscando la mejor ciudad del mundo para mí como artista, por eso empecé a viajar. Y un día en Buenos Aires toqué para una lugar lleno de gente y todos fueron muy cálidos y me apoyaron mucho así que decidí quedarme acá. Me encanta tocar en Argentina. Me enteré de Club Seitan por una amiga y me conectó con Amapola”.
“Yo tomé este evento como una manera de crecer. Me gustaría decirle a la gente que no tengan miedo de hacer cambios, que cualquier cambio colabora a que las cosas funcionen mejor. Hay un montón de personas que están dispuestas a recibirte y ayudarte a entrar en este mundo más sensible, donde todos importan. No tengas miedo, se esa persona diferente, no seas conformista. Lo que importa no está solo dentro de tu casa, afuera pasan cosas importantes y muy intensas. Los eventos son veganos. Pero vegano es un nombre, vos hacé lo que puedas dentro de tu esfuerzo mayor”, decía Alesis al final del evento, cuando la gente ya se estaba yendo y quedaban solo los fondos de botellas de cerveza en el camarín.
“Entran alrededor de 250 personas por noche. Es un espacio de pertenencia para muchos, donde conocer amigos veganos, tenerlo ayuda a organizarse con esta forma de vida. Armé un grupo de WhatsApp, unos chicos que se conocieron acá hasta tuvieron un hijo y a mí eso me emociona mucho”, comentaba Amapola. “Yo empecé con esto porque dije ¡Ay! Quiero que alguien haga una feria de noche, y después me dije, no importa, ¡ya fue! La hago yo, y esto que empezó como un juego hoy continúa”.