Pícaro. El, que se encumbró en algo así como gurú de las nuevas tecnologías aplicadas a la música popular, y que produjo, apadrinó y llenó de contenido buena parte de la escena del “pop alternativo” de los 90; él, precisamente él, ahora saca un disco de once canciones así, sencillitas, apenas decoradas con una orquestación tan tradicional que irrita: guitarra, bajo, batería, piano, alguna cuerda, algún viento, nada de secuencias ni sonidos diseñados digitalmente… Al mejor estilo de Alberto Olmedo (“si lo hacemo”, lo hacemo” bien”), Melero se asoció con Enrique Londaits, productor (entre otros elepés) del desopilante Te amo, de Andrea del Boca (1989). Están Gabo (de Babasónicos), Diego Vainer (habitual escudero al piano) y Leonardo Santos (batero de Victoria Mil), pero el guiso fue cocido por Londaits, y eso se nota.
Melero no miente sólo al decir que no experimenta más. También engaña con sus armonías de acordes mayores, frescas y empalagosas como la miel. Esas melodías esconden letras tremebundas. En “Tu vida empieza hoy” -un beat que invita a batir palmas en una tribuna de programa de tevé -dominical- Melero entona: “La tragedia te puede sorprender, la muerte te va a encontrar, pero recorriendo tu camino sonriente de aquí te irás”. Y en “Florcita”, el lento que cierra el disco, Melero canta: “Todos moriremos, pero haber nacido es colosal”. Ahí, en esa trampa está el eje de Vaquero. Y las canciones son funcionales a esa tensión; están de vuelta y se mofan un poquito de los clisés del pop. El tiempo dirá si Vaquero queda atrapado en el gesto reaccionario de Melero, o si alguna de sus canciones sobrevive y se convierte en clásico como “No dejes que llueva”. Hay por lo menos cuatro temas que bien merecen que apostemos alguna de nuestras fichas.