El trío que desde hace una década fusiona música clásica de la India, música autóctona de Latinoamérica, trip hop, pop experimental y rock progresivo acaba de editar “Wueya”, su primer material discográfico.
“Quisimos mostrar una concepción homogénea de nuestro sonido, la primera aproximación al resultado de una búsqueda que arrojó muchas formas diferentes de hacer las cosas –sentencia su bajista Joaquín Adler-. Si bien al terminar el proceso de grabación teníamos ocho canciones, las cuatro que integran ‘Wueya’ comparten una idea en el mensaje, la instrumentación, la palera sonora y la estética. Quisimos, en algún punto, resumir una primera etapa en la vida de Qome: la unión de los elementos”.
¿De dónde surge la idea sonora?
Surge de una necesidad: de no recorrer el camino supuesto, de buscar y necesitar encontrar algo propio y no convencional. Eso supone paisajes sonoros que en realidad ya existen pero que no fueron desmantelados. Qome es un resultado de una necesidad. La idea vino años después, cuando fuimos dándonos cuenta de lo que estábamos haciendo. Nos llevó tiempo sintetizar muchas ideas diferentes y contrastar poderlas expresar de manera concreta.
¿A qué le canta Qome?
Qome es el puente que nos conecta con el arriba y el abajo, con el negro y con el blanco. Es el medio por el cual nosotros manifestamos lo que nos llega. Nuestro propósito es el mismo que el de la naturaleza: manifestarse, perdurar y adaptarse al ahora, que está en constante cambio. Qome es un canto a la tierra y, cómo tal, a todo quien esté dispuesto a escuchar ese canto.
Se gestaron como formato acústico hace diez años y en estas cuatro canciones de este año se nota un claro camino hacia la experimentación, que incluye lo electrónico, ¿qué otras cosas sienten que han evolucionado como banda en esta década?
Por un lado, la evolución principal es a nivel humano. La música experimental hecha por bandas es algo cada vez más raro en la escena actual y seguramente se deba a que los nuevos paradigmas de producción facilitan muchas herramientas para resolver problemas técnicos. Pero, en lo que implica sostener una banda por más de diez años, no hay fórmulas ni herramientas, es puramente crecimiento humano y personal. Creemos que poco a poco nuestro sonido está en una metamorfosis, siempre va cambiando en una gradiente que va de lo acústico y ceremonial a lo electrónico y audiovisual. Hay una tensión que exploramos y que, a medida que pasa el tiempo, podemos explotar con más confianza, más instrumentos y variedad.