“Nadando en ese minestrón va Porco Rex a porno rock”, dice la letra oe de “Alien Duce”, tema incluido en el penúltimo disco de los Redondos, el cyber-anarco “Ultimo bondi a Finisterre”. Casi diez años después, aquel personaje enigmático finalmente escribió su evangelio y vuelve con nombre propio para explicar el estado de las cosas y convertirse en el título profético del segundo disco solista del Indio Solari. Desde el ambicioso booklet, el dueño de la idea advierte en tercera persona: “Indio insiste con Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado en este álbum orgánico, abyecto y destinado al karaoke llamado Porco Rex”. Con definición de género incluida, las trece canciones del disco reflejan un sincero muestrario de las obsesiones y ansiedades de un rocker que roza las seis décadas con estoica elegancia y un espíritu de resistencia admirable. Es rock clásico, de eso no hay duda, con letras rigurosas sobre el amor, la traición y la muerte. Cada una exhibe un deseo confesional, con un grado de desnudez y exposición que la pluma de Solari nunca antes había probado: dedicatorias explícitas a amigos que ya no están, a Virginia, su mujer (“Y mientras tanto el sol se muere”), y frases de despecho para hablar de algo que parece terminado para siempre (seguir con atención la seguidilla que incluye “Ramas desnudas”, “Sopa de lágrimas” y “Te estás quedando sin balas de plata”). Más eléctrico y opresivo que su antecesor, El tesoro de los inocentes (bingo fuel), ahora las guitarras mandan sobre las programaciones y esa voz suena tan áspera como en los tiempos bravos de su ex banda. Un Kashmir permanente domina la marcha rítmica de los primeros temas, casi un mantra nervioso para empezar a registrar esas buenas melodías que mueven estadios o silban bajito cuando hay que colorear la sole dad. En esa franja iluminada aparece “Tatuaje” con su frase ideal para espantar soñadores de cotillón (*; Yo soy mis sueños! ¿Y vos…? ¡Vos sos tu sueño sin fin! No ves que la eternidad mañana se acaba… ¡y te vas!”), la épica guerrera de “Flight 956” y el vademécum personal de “Martinis y Tafiroles”. A tres años del nacimiento de Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado, la idea de músicos de sesión se disipa en Porco Rex; tal vez la respiración valvular de las guitarras de Gaspar Benegas y Baltasar Comotto, el bajo tremendo de Marcelo Torres o los interesantes recursos utilizados en los tambores de Martín Carrizo y Hernán Áramberri (también responsables de la producción) proclamen que el Indio ya encontró el equipo definitivo. Antes de que salga a jugar las copas en vivo, vale la pena detenerse en un disco peleador, cantado en tiempo presente sin la más mínima cuota de nostalgia por los tiempos idos y con algunas de esas frases que solíamos anotar en los cuadernos de pocas hojas: “Donde hay dolor habrá canciones…”, dice la letra de “Bebamos de las copas lindas”, el tema que cierra el disco subido a una especie de “Blues de la libertad” pero sin tantas banderas. Solari suele postergar sus ansiedades para sentirse un poco inmortal, quizá por eso tardó tanto en la producción de un nuevo repertorio, descartó de plano el regreso de los Redondos y estiró el calendario sabático como otra marca testaruda del hombre que ahora se hace llamar Monsieur Sandoz.