La gente que “hace” genera opiniones. En favor y en contra. Pescado Rabioso está muy metido en esa marejada de que sí y de que no, precisamente, porque “hace”. Este nuevo álbum, probablemente, navegará en iguales aguas de opinión. Pero hay algo que evaluar que puede detener a los pugnantes en un replanteo de todo lo que es (y puede ser) Pescado Rabioso. La receta para esa evaluación es simple: en paz y con predisposición escuchar 17 veces [como mínimo) el tema “Cristálida”. Empezar a reflexionar sobre “toda la cosa” alrededor de la quinta o sexta audición. Segura mente entonces muchos comenzarán a darse cuenta que quien es capaz de componer esa música, cantarla y tocarla merece el respeto y la atención necesaria como para escuchar (con el corazón a favor) los 16 temas restantes del álbum.
Con esa actitud escuchamos este extenso trábajo de Pescado Rabioso; sabiendo de antemano que aunque las demás composiciones fueran menores, la existencia de “Cristálida” justifica todo el álbum al menos como apoyatura.
Algunos hombres han dicho que el arte es la aproximación a la belleza esencial y algunos otros dijeron que la belleza es el encuentro con la verdad. Y se me ocurre ahora, oyendo tan detenidamente estas canciones, que desde siempre la lucha de Luis Alberto Spinetta estuvo planteada en la búsqueda de esa belleza enfrentándose con la vida cotidiana y su realidad interior. Por eso quizás su voz cálida de pronto se convierte en un grito imprevisible desgarrado y solitario. Tal vez por lo mismo se ponga insistentemente caprichoso con su guitarra chirriante hasta llegar a molestarte. Los dioses y demonios luchando en el Olimpo.
Spinetta es en, gran parte la esencia del álbum. Con todo eso que cada uno puede creer. Pero, atención: Cutaia, Lebón y Black también están ahí. Y cómo están. Ellos tres también fueron el soporte de “Cristálida”, que es —para mí— el núcleo generativo de la música de Pescado.
Después están los rocks puros y los blues. No vale la pena explicar los temas porque ellos se adelantaron —con mayor autoridad que nadie— en un libro que viene con el álbum. Este comentario trata de atrapar otra cosa: quizás la esencia de la propuesta total; a lo mejor el sentimiento que te provoca.
Por supuesto, hay algunas cosas discutibles, presumiblemente no logradas. Pero ése es el camino de las espinas. Quienes son capaces de hacerme vibrar una vez no me molestan cuando no lo logran. Después de todo uno se acerca para escuchar, no para exigir. Hay que saltar cuando la cosa es trempa. Y aquí, en “Pescado 2” no hay ninguna. El álbum es la manera de acercarse a la belleza, la forma de tratar el arte de cuatro músicos, de cuatro hombres, como vos y como yo. No son los dioses de la música ni los infalibles de la combinación de senidos. Ellos tratan de trasmitir. Suficiente.
Tapa: Sin la perfección de lo “artíssstico”; parecería como si Pescado temiera parecerse a los conceptos de belleza y equilibrio tradicionales. El libro que contiene, con letras y comentarios, es ilustrativo a buen nivel, pero quizás se podría haber hecho más reducido (tota) lo que importa no es la calidad y cantidad) y conseguir de esa manera abaratar el precio del disco para que más gente lo pudiera comprar.
Síntesis: Pescado Rabioso es más que rock y —muy felizmente— lo demostraron con este trabajo. Al ser más que rock son también constructores (no importa si se lo proponen o no) de una música generada y condicionada desde este Sur. Creo que es uno de los más grandes trabajos que se hicieron en la música popular (única válida, por otra parte) de la Argentina. Algunos generosos creerán además que se trata del reencuentro con el viejo Spinetta. No es eso: Spinetta, probablemente, se ve encontrando cada día como cualquiera de nosotros. A veces mejor y otras menos. Pero esta vez, además, tuvo la fortuna de saludarse en el camino a David, Cutaia y Black.