El proyecto liderado por Mariano Napoli presenta su segundo álbum, “Surf”, el cual describe el crecimiento de la banda.
“Niño Etc fue cambiando mucho en un período muy corto –señala su creador y compositor–. En menos de cuatro años pasó de ser un proyecto de un cantautor, más parecido a un solista, a lograr una identidad colectiva junto a una banda estable que, para mi suerte y placer, me acompaña hace ya varios años y completa ese ser musical”.
El conjunto que acompaña a Mariano se cierra con su hermano Santiago Napoli (guitarras), Gonzalo Pérez (trombón), Juan Fiebelkorn (bajo), Mark Moore (batería) y Olivia Suárez (coros y percusión).
Entre dudas acerca de qué rumbo tomaría la banda, en 2014 lanzaron su álbum debut “El gusto de los días”.
“Tenía unas cuantas canciones que había escrito a largo de los años, en distintos espacios y tiempos, y decidí bajarlas a tierra con la ayuda de Santiago. De algún modo, fue el nacimiento de este Niño Etc”, recuerda el cantante y guitarrista cuando compara aquella carta de presentación más ecléctica y variada en cuanto a los géneros, con esta segunda placa que sigue una línea de estilo, sin perder la diversión de jugar con los colores y agrega: “En ‘Surf’, ese Niño ya tenía una identidad y, sobre todo, estaba más claro el horizonte. Pasé de ir detrás de las canciones a decidir dónde quería llevarlas. En ese sentido, es un disco más homogéneo. Todo el material fue escrito en un mismo período de tiempo y en un mismo espacio, la grabación fue más breve y espontánea, se dio todo con mayor rapidez y naturalidad”.
Previo al lanzamiento del flamante disco, Mariano emprendió un viaje vacacional por España, que terminó transformándose también en una gira improvisada: “Se dio todo bastante natural, al punto de que tuve la suerte de poder dar un concierto en el Libertad 8, un bar mítico del barrio de Lavapiés, en Madrid, donde luego me enteré que se iniciaron artistas como Jorge Drexler e Ismael Serrano”.
¿Qué aprendizaje te dejó esa gira espontánea?
Fue muy enriquecedorSi te vas de vacaciones con una guitarra, posiblemente termines convirtiéndolas en una gira de conciertos. Fue muy emocionante poder ver y escuchar de cerca la gran movida musical que hay en España, desde cantautores hasta jams por doquier. Me sorprendió el buen trato, personal y económico, que tienen los dueños y encargados de los locales con los artistas. Sería interesante que pudiéramos aprender de eso aquí en Argentina. Pero, sobre todo, me dejó el mejor de los aprendizajes que puede tener un viaje: el de conocer gente, compartir músicas y construir lazos para continuar nutriendo de acá en adelante.
¿Cuánto de ese aprendizaje lo volcás a la banda?
Viajé solo a España así que siempre toqué en solo-set, aunque mi tío, Marcelo Peralta, una eminencia del jazz por esos pagos, me acompañó en ese concierto en el Libertad 8, luego de 15 años de tocar juntos por última vez. De todos modos, el viaje impactó en cuanto a la relación que tengo con la banda porque me dio mucha perspectiva y me cargó de energías y de ideas que traté de ir transmitiendo y contagiando a mis compañeros ni bien pisé Buenos Aires. ¡Al fin y al cabo, eran mis vacaciones!
¿Cómo se fue dando ese proceso de abandonar un poco la composición solitaria a compartir con una banda?
Todos comenzaron a aportar mucho de su personalidad y su musicalidad, por lo que se dio una química rápida y efectiva. Entendí lo que quería y podía pedirles y ellos, a su vez, comprendieron qué podían sumar desde su rol y qué es lo que me gusta o necesito. Si bien Niño tiene muchos formatos, definitivamente alcanzó un sello superador a partir de esa conjugación entre todos los músicos que forman parte. Muchas de las canciones de “El gusto de los días” fueron reversionadas completamente para encajar en ese cambio de paradigma, y hubiese sido muy difícil sin la comunión que existe hoy en el grupo.
¿El resultado final te dejó satisfecho?
Este disco está mucho más cerca del estilo que disfruto escuchar y hacer. Siento que el aporte de cada uno de los músicos logra que ese estilo sea más rico, pleno y, sobre todo, divertido y disfrutable. Una de las cosas que más me entusiasma y enorgullece de Niño Etc no tiene nada que ver con la creación musical: es el hecho de haber congregado gente que no se conocía previamente, que incluso ni yo conocía demasiado, y que eso se haya transformado en un grupo de amigos que trabaja y hace música con una sonrisa en la cara.
Foto: Diego Ortiz Mugica