Phil Cunningham habla sobre “Decades”, el documental que refleja una faceta experimental de la banda. También recuerda uno de los shows más peligrosos del grupo y anticipa el concierto de hoy en el Estadio Obras.
“Bernard (Sumner) tuvo una inflamación en la garganta hace unos días, cuando tocamos en México. De todas maneras fue un gran recital, y gracias a Dios se recuperó. Pensábamos que iba a empeorarse, ¡y de hecho ahora se lo contagió a Stephen (Morris)! Creo que nos está enfermando a todos”, se ríe el guitarrista de New Order del otro lado del teléfono. Pero sus compañeros, el vocalista y baterista respectivamente, no deben estar tan contentos con la situación.
-Por lo menos, Stephen no canta.
-Sí, y sólo está sentado en una silla (risas). Siempre lo jodemos con eso, con que su laburo es fácil porque está en el fondo y ni le toca pararse, mientras que nosotros nos movemos de un lado al otro en el escenario. Dejando de lado las bromas, tiene un trabajo muy complicado en varias canciones. Hay sonidos de bombos raros y cosas difíciles con el hi hat.
-¡Y él también usa los pies, algo que vos no!
-Exacto, lo mío es bastante más fácil, ahora que lo decís (risas).
LA NUEVA FACETA DE NEW ORDER
En septiembre de 2018 se estrenó “Decades”, un documental que muestra a la banda trabajando con el artista conceptual Liam Gillick. El británico diseñó la puesta en escena del show, que contó con una reversión de las canciones más oscuras de New Order junto a una orquesta de doce sintetizadores.
-Pasaron tres días eligiendo los temas. ¿Hubo alguno que hayan intentado y que no haya funcionado?
-Para ser honesto, nos llevó tanto tiempo llegar a una lista corta, que cuando tuvimos que trabajarlos, intentamos que funcionaran sí o sí. Casi a la fuerza. No queríamos volver a la fase de elegirlas, porque fue un proceso muy largo y difícil. Fue genial que quedara plasmado en el documental y que lo haya dirigido Mike Christie. Laburó muy bien grabándolo todo y armando el film sobre cómo surgió y se desarrolló la idea, incluyendo las versiones en vivo.
“So It Goes”, como se llamó el tour, tuvo ocho presentaciones: empezó en julio de 2017, con cinco noches en el Manchester International Festival, y se reanudó en mayo de 2018, con un concierto en Turín y dos en Viena.
¿Lo novedoso? La incorporación de canciones que New Order nunca había interpretado (como “Disorder”, de Joy Division, y “Behind closed doors”), además de otras que no sonaban desde los ‘80s o ‘90s, incluyendo “Ultraviolence”, “Shellshock” y “Dream attack”.
-“Subculture” y “Vanishing point” son dos que tampoco tocaban hacían 1989, pero ahora son parte del setlist tradicional. Así que reescuchar la discografía les sirvió para rescatarlas, ¿no?
-Sí, ya están fijas. Ambas quedaron muy bien, y es un placer tocarlas en vivo. Mucha gente nos pedía que agregáramos cosas de “Technique” (1989), pero habíamos intentado algunas en el pasado sin buenos resultados.
-¿Como cuáles?
-“Fine time”, por ejemplo. Simplemente no encajaba, y no entiendo por qué. Gran parte del tema fue creado en una computadora, así que en vivo no hay mucho que podamos hacer, ¿sabés? Tendríamos que inventarle cosas arriba, porque sino estaríamos parados sin hacer nada. Es complicado que funcione.
APARTANDO LOS HITS
¿La otra novedad del tour orquestado? Que en las ocho fechas dejaron de lado clásicos como “Blue Monday”, “True faith” y “Temptation”. Una verdadera rareza para una de las bandas más influyentes de la historia, con casi cuarenta años, diez álbumes de estudio (el último, “Music Complete”, en 2015), varios discos de platino y de oro y millones de placas vendidas.
-Stephen contó que evitaron “Blue Monday” a propósito. ¿Fue porque era una opción “esperable”, o porque se complicaba trasladarla a la orquesta?
-Un poco de las dos, para ser sincero. La premisa era innovar con canciones más extrañas, que no hubiéramos tocado en varios años. Fue la verdadera idea detrás de los conciertos. Además es bastante simple, si la analizás: no es nada más que una máquina de ritmos con algunas capas. No íbamos a lograr algo demasiado distinto, y el plan era embellecer los temas.
-De hecho, hace unos años no la tocaron y el público armó una guerra campal. Imagino que en esta gira no pasó lo mismo, ¿o sí?
-No, pero la gente siempre la necesita. Hubo varios gritándonos: “¡Blue Monday!, ¡Blue Monday!” (risas). La adoran, y aún se escucha en todos lados. Hace unos días caminaba en México, entré a un restaurante y justo sonaba. Así que es un peso pesado. La vez que no la tocamos nos dio bastante miedo. Fue en Glasgow, Escocia, cuando Peter Hook todavía era parte de la banda. De por sí es un lugar complicado, especialmente los viernes. Nos presentamos dos noches (en 2001) y aunque esto era un sábado, igual estaban todos borrachos. La idea era hacerla, pero cuando nos fuimos del escenario, Bernard y Hooky se pelearon en el backstage. La discusión duró tanto, que para el momento en que quisimos volver ya era demasiado tarde. El público se lo tomó muy mal y empezó a romper el lugar y a tirarnos botellas. Fue… ¿cómo decirlo? Una noche bastante peligrosa.
-Lo gracioso es que, justamente, fue compuesto para que la banda dejara el escenario.
-Sí, es muy bizarro. Se armó para que sirviera de bis y que se quedara sólo la máquina de ritmos sobre las tablas. Después se transformó en una locura.
-Volviendo a la gira con la orquesta de sintetizadores, Stephen dijo que él no la repetiría, pero vos comentaste que quizás sí. ¿Hay planes?
-La idea era armarla para shows en ciudades más grandes. Unos días atrás tocamos en el Alexandra Palace de Londres y queríamos incorporarla, pero no pudimos por las logísticas de que todos los músicos y el staff fuera hasta allá, más armar semejante escenografía. Así que dimos nuestro show tradicional con algunos temas de más, y funcionó muy bien. Mike Christie -el director de “Decades”- convocó a todo su equipo y lo grabó, así que en algún punto va a salir en DVD. Bah, ya ni existen, así que supongo que digitalmente (risas). No descartamos lo de la orquesta para un futuro, pero estratégicamente es complicado, porque encima el montaje no entra en la mayoría de los lugares. La única manera de que funcione es en espacios inusuales. Va a ser difícil, ¿pero quién sabe?
-Claro, aparte ya tienen a los músicos y las partituras de cada sintetizador. Sería una lástima no repetirlo.
-Exacto, pienso igual. Y fue genial trabajar con todos esos chicos. Se enriqueció mucho al involucrarse tanta gente, porque somos una banda muy visual y le dieron un agregado hermoso al espectáculo.
-Sabiendo que en Londres los estaban grabando, ¿para vos fue distinto?
-Admito que hubo una presión inusual. Me sentí como abajo de un microscopio, pero fue una decisión de último minuto y casi no tuvimos tiempo de pensarlo ni ponernos nerviosos. El Alexandra Palace es un lugar precioso y victoriano de 150 años, así que dijimos: “Filmémoslo y editémoslo, es la oportunidad perfecta”. Va a quedar bueno cuando esté editado, porque Mick tiene un excelente currículum y pudimos experimentar su laburo en “Decades”. ¿Lo mejor? Que también llevó a toda su comitiva -hasta el norte de Londres, a varios kilómetros del centro-, y eso fue espectacular. Creo que hubo entre 25 y 30 cámaras, y me encantó que algunas estuvieran en el público, como espectadores. Y en el escenario no fue intrusivo: lo produjo tan bien que no nos invadió para nada.
LA HISTORIA DE PHIL
Cunningham se unió a New Order en 2001, como reemplazo de la tecladista Gillian Gilbert. Así y todo, él ya había trabajado con Bernard Sumner en los ‘90s (en Electronic, el grupo que el cantante tenía con Johnny Marr).
“Una vez que se separó Marion, mi banda anterior, me mudé a Los Ángeles. Empecé a hacerme amigos e incluso estaba con una chica -dice-. Al poco tiempo me llamaron y me ofrecieron ser parte de New Order. La audición era en Macclesfield, mi ciudad de nacimiento y donde estaba mi familia. Stephen Morris tenía su granja ahí, y todavía es nuestro lugar de ensayo. Como no tenía donde vivir, tuve que volver a la casa de mis papás. De repente formaba parte del grupo y era extraordinario, aunque fue un arma de doble filo”.
-Y también tuviste que dejar a la chica…
-¡Sí! Duró un par de años pero después ya no funcionó, y ahí me di cuenta de que “el sueño de Los Ángeles” se había terminado (risas). Pero hace casi veinte años que soy el guitarrista de New Order, así que no me puedo quejar.
-Un tiempo después de que Peter Hook se fue de la banda (en 2007), te llamó enojado. ¿Qué te dijo?
-(Piensa). Dios, para ser honesto no puedo acordarme de qué hablamos. Fue hace un montón, como seis o siete años. Pero hoy nos estamos sintiendo bien…
-…creo que se irritó por algo que habías dicho en una entrevista…
-Mmm, sí. Pero como banda ya seguimos adelante. Peter está haciendo lo suyo y nosotros también, así que no tiene demasiado sentido volver a pensar en él.
-Y en 2011 volvió Gillian Gilbert, a quien habías suplantado. ¿Cómo cambió tu rol en ese momento?
-Siempre jodemos con que yo le mantuve “tibia” la silla mientras ella no estaba. Fue bueno porque no soy un tecladista eximio. Puedo tocar, pero mi instrumento principal es la guitarra. Así que me dio la oportunidad de retomar lo que hacía antes de New Order, que era ser un violero propiamente dicho. Aunque obvio que sigo metiendo teclados y sintetizadores.
-Más tarde formaste Shadow Party, con el bajista actual de la banda (Tom Chapman). ¿Cómo va a ser tu 2019, con tantas cosas?
-Hay bastante en el tintero. Lo genial es que estamos en el mismo sello, Mute Records, y compartimos el management con New Order. Nos ayuda para armar bien la agenda y que nada se superponga, y podemos hacer que todo funcione al mismo tiempo. La idea con Shadow Party es ir a Italia en enero, así que tenemos la mente en eso y en sacar nueva música.
-Sé que con New Order no les gusta adelantarse, ¿pero creés que haber trabajado con la orquesta y revisitar el catálogo va a influenciar el próximo disco?
-Es gracioso que lo preguntes, porque justo lo pensaba ayer. Me parece que se va a notar cuando compongamos. De hecho seguimos en contacto y con una relación fluida con el arreglador, Joe Dudell. Puede salir algo interesante. Quizás experimentemos más, pero se expandió nuestro sonido y eso se va a reflejar en el próximo disco. Todavía no tenemos planeado entrar al estudio, aunque hay varios conciertos agendados.
-Hoy van a tocar en la Argentina, y en medio de cada show siempre hay muchos días libres. ¿Es por alguna razón específica?
-Sí, nos gusta disfrutar de los lugares adonde vamos. Tratamos de llegar bastante antes o de quedarnos después, así podemos conocer el venue y visitar la ciudad. En Buenos Aires vamos a estar hasta el martes, porque amamos el país. Es más: un amigo mío va a hacernos un tour guiado. Por suerte, ahora con New Order podemos darnos esos lujos.