La banda de post-punk inglesa tocó el jueves por primera vez en la Argentina, después de casi cuatro décadas. Por qué fue uno de los mejores shows en lo que va del año.
“¡Diez canciones más, diez canciones más!”, repiten decenas de personas en Uniclub. New Model Army ya tocó una quincena, pero parece que al público no le basta. Los miembros de la banda se ríen ante la insistencia, y cuando el cantante Justin Sullivan rasguea su guitarra accidentalmente, el tecladista Dean White agrega: “Esa fue una. ¡Sólo faltan nueve!”. Acto seguido, el baterista redobla su tambor. “Ahí ya tuvieron dos”, dice Sullivan, todavía en tono cómico.
Al ser la primera vez del grupo en la Argentina, se nota que los cinco buscan ganarse al público, pero sin conceder licencias. Las 150 personas que están abajo lo saben, y se entregan a la mirada penetrante de Sullivan, que abre los ojos como si fuera un poseso y estuviera observando fijamente a cada uno. Cuando su mirada se cruza con la de algún fan, es imposible que no se sienta piel de gallina: después de todo, este tipo con dientes de plata es el capitán de una leyenda del post punk y la new wave, de una de las bandas más prolíficas de Inglaterra (con más de una decena de discos de estudio, y contando…) y también es dueño de una labia tan tenaz como arácnida.
New Model Army tiene los toques góticos de la primera época de The Cult, la oscuridad de The Mission y la peligrosidad de Killing Joke, todo combinado en un cóctel con estilo propio. Eso se nota desde el comienzo del recital, que es más que climático, con el bajista Ceri Monger adueñándose de la percusión -con dos toms de piso y un redoblante- durante “Stormclouds”, algo que luego repetirá en temas como “Guessing” y “Born feral”.
Durante las primeras canciones y a un costado de la batería, el plomo del violero Marshall Gill no deja de quejarse del bajo volumen de los teclados en los monitores de los músicos. Con su linterna intenta avisarle al operador, quien recién se da cuenta después de varios minutos. Pero debajo del escenario, el sonido es claro y potente.
“No hablo español, los ingleses somos vagos. Pero finalmente vinimos, ¡después de 28… no, 38 años de carrera! Y vamos a volver en otros 38, si el mundo todavía existe”, dice antes de “Angry planet”, en el que analiza hordas zombies, sangre derramada y revoluciones que aún esperan.
Los momentos de mayor exaltación se dan al escuchar “51st state”, ese tema que se convirtió en himno de culto a la protesta y ante el que Sullivan dice que nos unamos y nos olvidemos de la vieja problemática por las Malvinas; en la siniestra “Wonderful way to go” y en “I love the world”, que cierra la primera parte del concierto.
Ahora sí llega el momento de los bises, en el que el público comienza a gritar “¡Diez canciones más!”. New Model Army toca dos: “Stupid questions” y “Get me out”, con lo que a las 150 personas les queda rogar: “¡Ocho temas más!”. Justin Sullivan, todavía con los ojos bien abiertos, se ríe y responde: “¡Será la próxima!”.
Al fin y al cabo los disfrutamos por más de una hora y media, y la energía que dejaron sobre el escenario los lleva a disputarse cómodamente el trono de “show internacional del año”. Esperemos que se generen su propio público argentino, y que no falten otros 38 años para que vuelvan a nuestro país. Después de todo, ¿quién sabe cómo puede estar el mundo entonces?